La 2, Barcelona
Un descanso de más de dos años es mucho descanso. Y más para una banda joven que está empezando a despuntar. Pero el dúo de San Francisco es así. Parece como si estuvieran aquí de pasada. Sencillos y tímidos tras las bambalinas una extraña transformación se produce en ellos al aparecer en escena y, sin abandonar del todo ese aire de eterno despiste, se apoderan lentamente de la audiencia hasta que, en extraña comunión, un trance hipnótico se adueña de la sala.
La voz de Adam pasa del quiebro a la melodía entre cambios de ritmo entrecortados regidos por el nervioso repiquetear de Tyson Vogel. No es nada nuevo lo que facturan. Toman el legado del folk tradicional, citan al rock de raíces, lo malean con angustia punk, ansiedad grunge (“Estoy deprimido” dijo el vocalista en perfecto castellano antes de iniciar un tema) y cierto revestimiento indie. Nada que no esté inundando el mercado neo folk tan en boga estos días. Su baza triunfal son las canciones. Escribir composiciones tan intensas y emotivas como «Las Cruces Jail», «The Hand That Held Me Down», «Nothin’ To You», «Steady Rollin’» o «Despite What You’ve Been Told» los distancia de la avalancha de barbudos que está inundando el mercado. Presentaron temas nuevos, a la altura de sus mejores, y tras hora y cuarto se despidieron con una turbadora lectura, escalofriante interpretación vocal entre un silencio sepulcral, de «Seems Like Home to Me» que encandiló al respetable y provocó, menuda tontería oigan, que una lagrimilla asomara por el rabillo del ojo de este cronista. Me emocionaron.
MANEL CELEIRO