Benicàssim, Castellón
Nuestro aguerrido corresponsal rutero desafió al sol, a las hordas británicas, a las pesadas digestiones paelleras y al abrumador cartel del macrofestival castellonenese para poder relatarles a todos ustedes lo que se cocía por allí. Afortunadamente ha conseguido sobrevivir para contarlo.
JUEVES 14:
El día más pamplinero y electrónico de todos. Estuvieron THE SPIRES, un aperitivo cercano al rock que va en la línea de los cabezas de cartel ARCTIC MONKEYS, el problema es que uno por aquí se tuesta pronto al sol, y fue difícil prestar más atención. Lo mismo con un tal Aldo Linares, del cual lo único que recuerdo es que quería ver feliz a alguna chica, y que llevaba una larga cadena en el bolsillo… lo volvió a intentar en el Silent Disco, pero yo no estuve allí para verlo. Ergo, soy feliz. Las primeras notas de rock de verdad las arrancó un grupo que se enorgullece de no ser único: THE LAYABOUTS, unos españolitos que suelen cantan en inglés. Correctos y compactos, aunque sus canciones no ayudaban demasiado al resto del grupo, que parecía ir un paso antes que ellas. Más tarde llegó RUSSIAN RED, hawaiana de salón y brillante, lucía como el neón. Ah, y en persona es baja. Eso en cuanto a su apariencia, pero en la música también encandiló, daba igual la canción que se pusiera. En su primera aparición con gran afluencia de publico, no se cortó a la hora de destilar delicadeza cruel, ya sea ajustándose el tirante deslizándose por su hombro, o enrojeciendo los ojos bajo el desmaquillado sutil y despiadado de sus canciones, o el agotamiento sorprendente de las letras. No sé dónde esconderá esa base, en los temas desde luego no: ellos van perfectamente bien así. Un tipo algo borracho me dijo que lleva años viniendo, y que si hace dos o tres ediciones alguien le hubiera dicho que vería a JULIETA VENEGAS en el FIB le mandaría a tomar por culo. Bien, eso puede explicar algunas cosas, pero la actuación de la mexicana fue honesta. Sobre CONGOTRONICS vs. ROCKERS, decir que lo primero que vi en el escenario fue a un montón de gente que sonaba como si fueran menos, dándolo todo. La expresión ya resume el tema: música de baile étnica, que dos de sus miembros procedentes del Congo imprimen a los temas, algo repetitivos y tendentes al trance de festival, más o menos como el que intentaron los DORIAN con su bailongueo disfrazado de pop, recurriendo a la técnica algo patética de subirse a tres o cuatro del público a pegar saltos. El pasteleo de gala vino con PLAN B, subiéndose definitivamente a la parra del pamplineo con una versión vomitiva de «Stand by Me». Lo de la calidad del batería de Plan B fue tan notorio, que el mismo Mike Skinner lo empleó para su actuación (“Él es Plan B”, dice, señalando su plato Zydjian recortado en espiral). Aunque su sonido es interesante, y sus discos son buenos de verdad si te interesa mínimamente el hip-hop, el de Birmingham tiene un notorio complejo de animador sociocultural atrapado en una residencia de ancianos. Clama todo el tiempo a lo que él llama “la tormenta perfecta”: que todo el mundo se quiera, en definitiva, como decía el cura de mi barrio. Y para conjurar esa tormenta, valía cualquier cosa: señalar directamente a alguien del público con insistencia, llamar zorra a la ex de su cantante, subirse a los altavoces, crear círculos de pogo, lanzarse al público… lo que haga falta. Y casi consiguió que los relámpagos que se veían a lo lejos se acercaran como había hecho poco antes una luna (esta sí perfecta) roja y enorme. El día se ha impuesto como sesión de picoteo y dispersión, mirando por encima para no cansarse, vagando de un lado a otro con imprecisión y tratando de no perderse sobre todo en la maraña de puestos de comida y cañas, o en la contemplación de la fauna asombrosa que puebla el encuentro. La última escucha rápida es la del dúo de drum n’ bass CHASE & STATUS que ha colaborado con todo el mundo eléctrico, así que mejor dejar que esos alfeñiques se diviertan.
VIERNES 15:
¡Rock and Roll, Ostia! Lo pidió el de Layabouts el día anterior, e Iñigo “Cabezafuego”, bajista de ATOM RHUMBA, lo creó: el rock and roll hizo acto de presencia en el FIB cuando éste se aplastó la lata de cerveza en la cabeza y la arrojó al público. Cuando pulieron las canciones de Gargantuan Melee, y cuando el saxo se rompía que daba gusto. También cuando Robe! dijo “va a haber tormenta”, y al señalar al cielo tras las montañas todos miramos en esa dirección, o cuando se limpió la bota con nuestro aliento. Pronto me salí del foso de fotógrafos, porque quería ver cómo el público iba reaccionando con los zarpazos de los bilbaínos. En sus conciertos, hay que mirar también al público. Quizá el único modo de pararles sea estarse quieto, pero eso es imposible. Luego la dama negra de la distorsión puso caña punta en blanco ante un desierto. La pregunta podría ser, ¿es extraño que haya poca gente?, o también ¿por qué sentarse en el suelo? Pero aquí no tienen sentido ninguna de las dos, porque lo de AINARA LEGARDON es una cuestión de pasar de la calma al muro de sonido en intervalos cada vez más cortos. Lo suyo es también estirar la distorsión, ya que no es posible hacer lo mismo con el tiempo. Moldear el sonido de la guitarra eléctrica. Experimentar pero sin renunciar a hacer canciones; marcar tiempos sin que estos se conviertan en algo bailable. Puede resultar algo intelectual su propuesta, pero también arriesgada, pues se parte del sonido por sí solo. Mientras otros buscan la visceralidad en las respuestas del público, ella muestra la suya propia y la de su guitarra, algo muy propio del rock alternativo de los años noventa, cuando empezó el festival, que a su vez empezó la carrera de la banda una década atrás. ¿Qué tienen en común Atom Rhumba y Ainara LeGardon? Que ambos usan maracas, y son cojonudos como Crazy Horse… en serio, se les puede comparar, se lo han ganado a pulso. También hubo rock añejo en el cartel. En el pequeño escenario Fib Club salieron los de Derry (UNDERTONES, claro) a impartir disciplina, como viejos perros maravillosos. Ver a cincuentones divirtiéndose y explayándose así es un gustazo, y no lo digo únicamente por los que estaban en el escenario, autores de «Jimmy Jimmy», «Here Comes the Summer», de «Teenage Kicks» (su muy primer single), o de «Perfect Cousin». Es que los irlandeses envejecen muy bien, y saben hacerlo sin artificios además. No suelen saber morir, ni quieren acostumbrarse. Así, acaban moviéndose como nadie, nos lo hacen pasar en grande. Puro punk rock con bacon y baked beans. El otro punto de música clásica la puso THE STARNGLERS, banda mítica de Chiddingfold, de la quinta de los anteriores, pero con un nivel de profundidad añadido. Esta es una banda que podría desesperar a la otra, con sus solos y sus acordes sin piedad, aunque comparten maestría a la hora de crear estribillos que con una sola escucha se graban, algo muy de los setenta y que se pretende recuperar ahora. «Hanging Around», o «Peaches» fueron algunos de los temas más seguidos. Cerraron con la que, para mí, es su mejor composición: «No More Héroes», y con una versión de «All Day and All of the Night» de The Kinks que cobró una nueva dimensión, gracias sobre todo al órgano particular y a lo increíblemente personal y potente de su sonido, en estado de gracia, melódico y compacto. Doy las gracias al cielo porque he visto a The Stranglers en directo antes de morir. Realmente cuesta la muerte recordar las canciones de THE STROKES, incluso distinguir unas de otras. Bastante hieráticos, copiaron en algunas ocasiones a una banda que aparecería al día siguiente: PRIMAL SCREAM.
SÁBADO 16:
Por la mañana estuve reflexionando sobre la cuestión de hacerse mayor. Son cosas que pasan. Cuando regresaba al recinto escuché a LOS GINKAS probando sonido, y me encantó su punk español de voz femenina muy viva. Me tragué su actuación a pesar de la tarde calurosa y pegajosa. Le echaron valor, y se han ganado un fan. Poco después vi a McENROE esforzándose también, pero no es lo mío. Supongo que era más una cuestión de madurar las canciones más aún, de recortar donde sobran cosas. Los de Getxo están en un camino que se han abierto ellos, y ahí toca perseverar en la perseverancia. Me desconcertó el concierto de los australianos TAME IMPALA. Tenían la virtud de sentarse a hacer su trabajo, sin hacer ni puñetero caso al público. Los que también se hacen mayores son MUMFORSD & SONS, ya que pasaron por aquí hace unos años y nadie se enteró. Su actuación nos hace preguntarnos cómo es posible que su apuesta de canciones desnudas con base de country rock y folk sureño y profundo pueda resultar tan hipnótica y desequilibrante, con tal cantidad de canciones de alto calado espiritual, que se derraman más que ser tocadas. Convierten su sencillez en algo grande y espectacular, en novela americana. Probaron un par de canciones de su próximo disco (que entran a grabar este mismo verano), que pinta soberbio. Detalle bonito en el final de gira de una banda de la que ya se espera tanto como de los mismos festivales por donde pasa. Tardó un rato en desvanecerse el efecto del banjo perfecto, que sonó más aquí que en ningún otro sitio. Sacaron a pasear su lado poético y oscuro, y lo ofrecieron como una intensa ofrenda. Él tenía el rostro extasiado, alejado de todo conformismo y sensiblería. Su directo no es tanto potente como oceánico, hecho como para un templo al aire libre. Su música ha dejado de ser exótica y ya no son un simple reclamo. Son una experiencia. Y son culpables directos de ello. Luego ARCTIC MONKEYS les dieron una enorme lección a The Strokes de lo que significa hacer rock puro y garajero, soltando canción tras canción sin disculpas. Nos enseñaron a los demás a finalizar canciones y a sentir riffs maníacos y una batería impecable. Poco a poco, uno se da cuenta de que la organización ha buscado directos efectivos pero potentes, nos han metido poco a poco en una montaña rusa, y nosotros tenemos la culpa. PRIMAL SCREAM tocaron su clásico Screamadelica, con ligeros arreglos diferentes, y algunos de sus hits más recientes, continuando un trabajo de reinterpretación que levan realizando desde hace varios meses. Camisa pálida para el bueno de Bobby Gillespie. En trance él y nosotros como el careto de la portada de su disco. Y la guitarra distorsionada apagándose al final, como acostumbran a hacer. Está el debate de esa tendencia en los festivales a que bandas con historia (o miembros con un pasado concreto) se presenten para tocar los discos que les hicieron grandes décadas atrás. Es el caso de Peter Hook con Unknown Pleasures, de Echo and the Bunnymen con Crocodiles, de Mercury Rev con Deserter’s Songs, de John Cale con Paris 1919, anunciándose en el cartel tanto el disco como el artista. Supongo que una cuestión de hacerse mayor es la de dejar de mirar el pasado, aunque me reconcilié con esa idea cuando veo que he tenido la oportunidad de ver un directo que cuando tuvo su repercusión primera yo aún no tenía edad para disfrutarla. Seguramente la edad adulta dependa de las segundas oportunidades. Y también en disfrutar viendo disfrutar a otros.
DOMINGO 17:
El fin de la macedonia empezó con ANTÒNIA FONT. Metidos en el mismo saco de los nuevos grupos catalanes de corte folk, los mallorquines demostraron por qué son muy diferentes y mejores que Manel cien veces, dando una agradable sorpresa con sus letras surrealistas de verdad (en esto también superan a los sobrevaloradísimos Astrud), y un pop que sienta bien a cualquier hora, incluso aquella en la que los rayos del sol todavía pelan la espalda. Empezó a hacer viento y los organizadores apretaron el culo por el recuerdo instantáneo. Sin embargo, el elemento sólo cumplió su función: reagrupar los vasos de plástico en un montón, levantar las faldas, ayudar a aliviar el calor. Contra el viento pudieron THE JOY FORMIDABLE, que recordaban a The Cranberries, pero más cañeros. Una buena oportunidad de ver al conjunto de la belleza rubia en su primera visita a un festival de aquí. Ruido rosa, limpio pero sin remilgos, accesibles pero no facilones, contrapunto a un domingo fiber a más no poder. Lo sé porque salieron NOAH & THE WALE, que supieron meter caña a un violín y fueron demasiado breves, sin que tocaran «Wild Thing», una canción que recuerda al Lou Reed de Transformer. También porque Londres se había quedado sin músicos porque estaban casi todos en Benicassim; porque salió PORTISHEAD (me perdonará el lector de Ruta 66, pero a mí me parecen una obra de arte) y con eso quedó claro que los organizadores programaron con conocimiento de los directos de las bandas; y porque dejaron para el final a ARCADE FIRE, futuristas, circenses y solemnes, que duplicaron guitarras y baterías con coros doblados y teatralidad.
DANIEL JÁNDULA