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Bendito Azkena, crónica telegráfica de un festival

Bendito Azkena. Reducto de los rockeros donde se unen a la par, y con una fraternidad descomunal, desde el talibán más obsoleto hasta el ecléctico exagerado. La décima edición del encuentro vitoriano suponía la anual oportunidad de reencontrase con un festival que todos hemos hecho un poquito nuestro. A pesar de las habituales y, muchas veces, injustificadas críticas a la confección del cartel, los que nos acercamos a Mendizabala pudimos disfrutar de rock, en todas sus vertientes, y eso sólo ya es motivo de alabanza.

 

 

Servidor es de los que se perdió el primer día. Motivos laborales y un cartel poco atractivo para mí no me motivaban a acercarme tan pronto a la capital vasca, así que me limitaré a hablar de oídas y bocas para opinar habían unas cuantas. Dicen que Ozzy bien, a pesar de su edad, Eels excepcional y The Cult división de opiniones. Del resto no he logrado respuestas claras.

El viernes llegamos al festival con el tiempo justo de perdernos a Blue Rodeo a los que destaca todo el mundo para comprobar el horroroso sonido que se cargó la actuación de Reverend Horton Heat. Tras él, Atom Rhumba hicieron lo que hacen siempore, un gran concierto y servir de aperitivo a uno de los platos fuertes de este año, Cheap Trick. Algunos volaron con el concierto. Yo sólo a ratos. Son una leyenda, está claro. Y están en forma, no se arrastran por los escenarios como otros pero, a pesar de que muchos lo han calificado como tal, para mí no fue el mejor concierto de esta edición. Bad Brains coincidían con Dirty York y dadas las pintas con que vimos a los neoyorquinos en la zona VIP, acertamos decantándonos por los australianos. Vaya bolazo. Llenos de fuerza. Enormes. El gran descubrimiento y la gran sorpresa del festival. Que se agotara todo su merchandising es buena prueba de ello. Descanso y Queens Of Sone Age. Muro de sonido, ya saben. Y Josh Homme en un estado de forma brital. Conciertazo. A Clutch no llego. Sueño por las horas de carretera y el exceso de alcohol.

Sábado. Plaza de la Virgen Blanca. Mucho calor y James Hunter. Soso en directo, como siempre. Por la noche mucho y bueno. Habrá que dosificarse. Empezamos con los Avett Brothers a los que llegamos tarde por un cambio de horario. Brutales. El futuro del americana pasa por grupos así. Band of horses van detrás. No los veo. Los oímos. «Laredo» suena bien. Lo demás languideze ante lo de antes y, sobre todo, lo después. Gregg Alman. Inmenso. Este sí, el bolo del festival. Explosivo. Majestuoso. Educacional. Sabe que es una leyenda pero no actúa como tal. Versión de «Midnight Rider» y muchos puesto de rodillas. Bright Eyes de lejos. Comiendo. Bien. Sin más. Brian Setzer lo tiene mal. Detrás Allman es difícil competir. Suerte que lo suyo es otra cosa y que él es otro grande. Show partido en dos mitades, algo monótono en su parte central pero con grandísimos momentos y un apoteósico «Rock This Town» para cerrar en forma de bis. Después, el dilema. The Whybirds coinciden con Paul Weller. Los primeros empiezan veinte minutos antes así que para allá vamos. Espectaculares, ya lo sabíamos. Nos perdemos el principio del concierto de Weller. Otro que se sale. Vaya banda y vaya conciertazo. Arizona Baby me perdonarán, pero todas las veces que los he visto me han parecido brutales, así que no los voy a descubrir, y tener que semi madrugar al día siguiente no hace que me quede a su bolo. De Thin Lizzy paso, directamente.

Y para acabar reencuentro con caras de cansancio en la plaza de la Virgen Blanca para ver, a riesgo de insolación inminente, de nuevo a Gregg Allman. Si él aguantó nosotros también. Mucho, mucho, mucho calor. Sonido soberbio, Coche y hacia Barcelona. Hasta el año que viene.

 

Eduardo Izquierdo

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