Mike Ness las ha visto de todos los colores. Vivió en primera persona el estallido del punk californiano, se sumergió en un mar de alcohol y drogas, dio con sus huesos en la cárcel —en el trullo real, nada de pasar por allí a hacerse la foto—, ha visto morir a amigos, Chaz Ramírez, a hermanos de sangre y correrías, el guitarrista Dennis Danell, dibujando una biografía capaz de fundar leyenda y creando una imagen icónica para muchos. Tatuajes, esqueletos y coches de época.
Ahora que llenan recintos —apenas un centenar pisamos Garatge Club en su primera visita a Barcelona— y encabezan festivales creando a su alrededor un culto devoto, Ness baja sus gafas de sol y desafía con mirada altiva a aquellos, bastantes aunque ahora no lo parezca, que en algún momento dudaron de su banda. Hard Times and Nursery Rhymes es la culminación monumental a una discografía exigua, siete álbumes en treinta años, pero ejemplar. Un mayúsculo trabajo que refleja, como un espejo, todo lo que son, guiños a los Stones, ¿qué es si no «California»?; el respeto por la tradición, «Alone & Forsaken» de Hank Williams; ese recitado, puro country, de «Bakersfield»; y el más clásico sonido Distortion, «Machine Gun Blues»; «Gimme the Sweet and Lowdown», aupado por coros femeninos y guitarras en su punto, quizás contiene los mejores solos de su carrera; hasta despedirse con esa emotiva autobiografía que es «Still Alive». Canciones que destilan tanta rabia como siempre. Encauzada de otra manera, con otro acento, con más edad, con distinta intensidad. Pero mucho más creíble, real, que la de numerosos veinteañeros con el volumen al once.
Manel Celeiro