Grupo de irregulares de Quantrill que en su huida hubiesen terminado en las antípodas. Mercenarios con demasiados puentes quemados a las espaldas y una cualidad innata para evocar el incendio. Autores de canciones como perros sin amo, hits correosos y vagabundos, perfectos para trasegar bourbon mientras uno espera en el bar la aparición de sus propios fantasmas. Así es la cuadrilla de Brendon Humphries, primo lumpen de Nick Cave con menos libros y más armas de fuego en los estantes. Arrancan con la cortante infección de guitarras de «It’s Easy…», dejando clarito que no les quita el sueño la larga sombra de The Drought, su inapelable álbum anterior: rocosos, empecinados, chulescos paladines de una sensibilidad masculina que ejecutan con añejo saber estar, sin perder punch, narrando la historia con poética sequedad.