Obra de culto menor en su día, apadrinada por revistas como Bucketful of Brains y los sectores más malasañeros del ruterío, esta colaboración que básicamente atañe a Nikki Sudden y su colega Jeremy Gluck, el que fuera vocalistas de los Barracudas y periodista de rock, ha soportado con más estoicismo del previsible los 25 años transcurridos desde su grabación.
En parte porque conserva canciones como «Gallery Wharf» en las que la música del primero y la letra del segundo emulsionan en feliz sintonía, también por el sonido no excesivamente ochentoso —¡ay, esas baterías!— diseñado por el ex Fairport Convention Dave Pegg en su estudio, pero sobre todo gracias a las siempre penetrantes, viscerales aportaciones de Rowland S. Howard. El más destacable de los tres subalternos de lujo que coincidieron en esas sesiones, y no sólo por ser el que más interviene, Howard eclipsa no solo a Jeffrey Lee Pierce, al que únicamente he podido identificar en un tema, y a un también esporádico Epic Soundtracks, sino incluso al tándem rector de esta improvisada reunión que se quiso hacer pasar por supergrupo. Desprovista de una canción respecto al original, la reedición de I Knew Buffalo Bill dispone de un elepé extra con demos, descartes y directos, así como fundas interiores con perezosas pero esclarecedoras notas de Gluck y extractos de la autobiografía de Sudden.
Jaime Gonzalo