Hay quien podría tener la osadía de considerar largo este disco. Lo es. Es largo. Pero es muy bueno. Y no le sobra nada. Probablemente, estos tres chavalotes de Nashville podrían haber optado para este, su segundo trabajo, por prescindir, por ejemplo, de las versiones.

El rock and roll es juventud. Axioma que funciona con una practicidad inusitada. Juventud disruptiva ajena a convencionalismos o estructuras formales. Pero a medida que la edad avanza, a veces decimos adiós a las crestas infinitas, las camisas floridas o las botas de ocho agujeros. Sin embargo, un selecto grupo de elegidos y elegidas poseen la capacidad de recordar por[Leer más…]

Para Rubén Nasville sacar por fin este primer elepé habrá sido todo un Éxtasis espiritual. Rubén ama la música y ama la vida. El amor es lo que le mueve para crear sus personales canciones.

Recurre el trío, tanto en la portada como en el diseño interior del álbum, a tópicos y parafernalia propia del género como coches de gran cilindrada y alta velocidad, llamas, calaveras, pero todo ello se les perdona en el momento en el que suenan los primeros acordes del tema que da título a su tercer disco.

Tomando el título del lugar en el que se grabó y que dicen sirvió de inspiración para el álbum, el Palacete del Marqués de Rioflorido, Valencia, construido a finales del siglo XVIII, Santero y los Muchachos construyen el trabajo que les debe dar el salto definitivo a la primera división del pop-rock nacional.