
La pasada noche el quinteto sueco y un servidor entramos al antiguo Palacio de los Deportes con el mismo recuerdo. El de su primera visita a la capital en 1998. En aquella ocasión, The Hives vinieron acompañados de otros tres grupos de Suecia (No Fun At All, Refused y Liberator), con los que compartían sello (Burning Heart), que contribuyeron –cada uno en su estilo– a que aquella actuación, inédita hasta la fecha, en la Sala Canciller quedará registrada de por vida en los corazones de todos los allí presentes.
Aunque un dicharachero Pelle Almqvist reconocía anoche que, en realidad, el recuerdo de lo que allí sucedió era más bien vago porque en aquella época bebían demasiado.

Después de aquella primera cita con el público madrileño vinieron otras muchas, tanto en sala como en formato festival. Pero The Hives, por sí solos, nunca habían congregado a sus fieles en un recinto con aforo de unas 4.000 personas. Y eso también ayudó a que los de Fagersta, ataviados con sus impecables trajes como de costumbre, se mostraran entregados a la causa desde que arrancaron con la implacable “Enough is enough”. Casi sin dejar tiempo al personal para coger aire, volvieron a noquearle con el clásico “Walk idiot walk” y, a partir de ahí, ya no hubo concesiones. En ese momento ya sabíamos que en esta ocasión tampoco íbamos a presenciar uno de esos directos que pasan desapercibidos.
Buena parte de los temas más laureados de su discografía, incluyendo alguno de su memorable debut, fueron cayendo como meteoritos sobre la concurrida pista del Movistar Arena. Desde los icónicos “Here we go again”, “Main offender” o “Hate to say I told you so”… hasta esas nuevas composiciones, como “Legalize living” o “Born a rebel”, incluidas en el flamante The Hives Forever Forever The Hives que no hay que desmerecer en absoluto. Y si a todo eso le sumas los rompepistas que tanta gloria les han dado con el paso de las décadas, como “Come on!” o “Tick tick boom”, pues creo que no hace falta dar muchos más detalles para que podamos calificar como notable un concierto en el que no faltó esa conexión con el público que es ya marca de la casa.

Durante todo el show fueron constantes los diálogos entre el maestro de ceremonias Pelle, que estuvo tan sembrado como siempre, y unos asistentes –“gatos, gatas y todos los demás”– que no querían que aquello se acabara a pesar de que ese revoltoso himno generacional titulado “The Hives Forever Forever The Hives” ya había empezado a sonar. Fue el broche de oro a una emotiva celebración de la vida que vino precedida por un aperitivo de mucho nivel que se encargaron de servir los inclasificables norteamericanos Snõõper y los británicos Yard Act, que –con dos discos sobresalientes en la calle– volvieron a demostrar por qué son una de las bandas más interesantes del momento.
Texto: Jesús Rojas
Fotos: Marina Tomás Roch (Sant Jordi Club, Barcelona)






