
Tras esquivar Barcelona en sus precedentes giras españolas, Delvon Lamarr aterrizaba por fin en la ciudad. Sentado ante un rugiente Hammond B3, el artista de Seattle hizo temblar los cimientos de una sala 2 del Apolo atestada de público con ganas de volar muy alto. Y no hubo concesiones. Arranque con Fo sho de su segundo álbum de estudio, I told you so, y demostración inmediata de quién mandaba ahí. Soul Jazz de enjundia con todos sus ingredientes y aromas.
Puro sonido Prestige. Jimmy McGriff, Jack McDuff, Don Patterson, Jimmy Smith, Shirley Scott… la genealogía quedaba clara desde el minuto uno. Y, también, que el trío no había venido a hacer prisioneros.
Lo demostraron con la soulfulness modal de I wanna be where you are de su tercer y más reciente disco en estudio, Cold as weiss. Y con la potente Get your mind together, nueva inclusión en su repertorio. Y también con una versión demencialmente gloriosa del Can’t hide love de Creative Source dentro de la que, entre mil y una citaciones, cabía hasta el Coltrane de A love supreme. Hasta eso, cabía.

Gritos, silbidos y caras arrugándose de puro goce. El público a mil y la banda atacando sin piedad con su versión del Move on up de Curtis Mayfield. Guiños a la música jamaicana. El mundo musical del trío saliendo a flote, como una lección magistral de Gran Música Negra. Stax, Motown, Verve, Blue Note. En algunos momentos se echaba en falta a Jimmy James, el guitarrista que hasta no hace mucho flanqueaba a Lamarr, pero el tipo que le sustituía, Brice Calvin, demostró estar a la perfecta altura a pesar de llevar tan sólo dos semanas integrado en el trío.
Uncertainty marcaba el momento pausado del concierto. El tempo moderado y envolvente que precede el punto de explosión, que llegaba con una larga suite donde la banda lo dio todo, hasta lo que se supone que no tenía, y que incluía sus temas Concussion, This is who I is y Jimmy’s Groove. En ese punto es cuando todo dios enloquecía y se elevaba a varias atmósferas. Los ojos fuera de órbitas, las mandíbulas desencajadas, los del público parecíamos personajes de dibujos animados.
Qué
es
esto?
Aullidos, chillidos, invocaciones a la gloria de sus madres. Las parejas cogiéndose fuertes y peña abriendo mucho los brazos. Solos de Calvin y del baterista, Ashley Ickes. Aplausos hasta carbonizar las palmas. El alucine total.
Y la despedida breve, frustrante, con una versión del Careless whisper de George Michael llevada a su terreno. Salida del escenario y el público pidiendo más, implorando más, rogando más. Otra. Otras. Por favor, por lo que más queráis. Pero las luces se encienden. No hay bis. Y la extraña sensación entre polvazo de la vida y coitus interruptus sobrevoló nuestras cabezas, porque, con estas bestias pardas ¿quién no querría más? ¿Quién no querría alargar eso?
La única solución que se me ocurre para remediarlo es que no tarden en volver.
Que vuelvan a pisar pronto un escenario barcelonés.
Que no tarden, por favor.
Texto: Alberto Valle
Fotos: Marina Tomás Roch







