
Hay aniversarios que se celebran con confeti, reediciones y giras de grandes éxitos. Diesel Dogs, fieles a su instinto de ir a contracorriente, lo hacen con un disco que parece grabado con la piel en carne viva: The Land of Rain and Blood, su nuevo EP (a la venta el 14 de noviembre vía Ghost Highway Recordings), es una colección de cuatro canciones desnudas, sin electricidad ni maquillaje, donde Javi Portillo se queda solo con su guitarra acústica, su voz y un puñado de recuerdos que todavía escuecen.
Grabado en La Chulona Estudio bajo la producción de Álvaro Escribano, este 7 pulgadas no busca la épica ni la perfección, sino contar historias que duelen. Ambientado en la Euskadi de los 80 y 90, el disco retrata una generación marcada por la violencia política, la heroína y la sensación de haber crecido entre ruinas. No hay nostalgia impostada ni heroísmo: sólo supervivientes tratando de entender quiénes fueron.
La música, seca y minimalista, remite a aquel Springsteen de Nebraska o al Nick Cave más sombrío: canciones que podrían sonar en una habitación vacía o en una vieja cinta olvidada en la guantera. Una obra que funciona como ajuste de cuentas y, al mismo tiempo, como declaración de amor —una mirada sin rencor, pero tampoco sin heridas.
El colofón llegará los 21 y 22 de noviembre, porque Diesel Dogs celebrarán sus veinte años de trayectoria con unos conciertos (Madrid y Valencia respectivamente) que prometen ser tan crudos y vibrantes como su carrera. Porque, dos décadas después, estos perros siguen mordiendo donde más duele.
Texto: J.F. León






