
Sonny, el pequeño Earl, Eddie y Polly. Charley, Holley la Estafadora, el chico Codeína y JP. Las canciones de Delines están plagadas de nombres propios, personajes e historias que se pasearon el pasado viernes por el escenario del Canopy Castellana de Madrid, un lugar que viene como anillo al dedo a la música del grupo de Portland, que siempre ha aspirado a ser esa banda de jazz que una noche solitaria susurra al oído del viajante de turno que, en algún lugar de la nada, se encuentra con sus fantasmas en el lounge del hotel.
La música de Delines nace de dos paradojas. La de ser una banda musicalmente atmosférica, construida alrededor de los suaves ritmos negros y la trompeta de Cory Gray, que eleva cada canción cada vez que el teclista la saca de su cajón; pero líricamente densa, cortesía del literato Willy Vlautin, mente y corazón de los añorados Richmond Fontaine y autor de novelas como La noche siempre llega (Seix Barral). La segunda paradoja es el contraste entre la elegante belleza de la música y la dura vida de sus protagonistas, entre Raymond Carver y Jack Kerouac. Country en las letras, soul en su alma.

Una personalidad que durante hora y media dibujó un retrato perfecto, irónico y melancólico, de esa América fronteriza que, como ocurre con Oregon con el esplendor de sus vecinos de California y el frío de Washington, vive a un paso de la gloria pero también a un paso del desastre. Perseguimos a Maureen, desaparecida pero buscada por todos; acompañamos a Nancy y a su chulo de Pensacola, que solo bebía Orange Crush y comía donuts glaseados; viajamos a la frontera morriconiana en «My Blood Bleeds the Darkest Blue» y en «Calling In» la cantante Amy Boone ofreció uno de los momentos más conmovedores de la noche, que demuestra por qué la banda solicita en su rider el silencio del público.

Es posible que en alguna que otra ocasión puedan lindar con el ejercicio de estilo, sorteando conscientemente el sonido áspero de las canciones de Richmond Fontaine. Y quizá por eso uno de los clímax de la noche fuese, paradójicamente, una nueva canción que publicarán el próximo marzo en su nuevo disco, The Set-Up (referencia cinéfila noir, por cierto), dúo entre Vlautin y Boone que recupera las coordenadas musicales de aquellos. Tras «Mr. Lucky & Miss Doom», que da título a su último trabajo, y «Don’t Think Less of Me», el quinteto se reúne alrededor del micro para cantar a capella «Dilaudid Diane». Sensacional broche de oro y la muestra que desde los márgenes todo se ve más claro.
Texto: Héctor García Barnés
Fotos: Salomé Sagüillo






