
La banda bilbaína presentó en la capital su nuevo y segundo trabajo “Toxico”. Plaza difícil dijo su hiperactivo cantante, es miércoles y no estamos en casa rodeados de colegas. Poco importaron sus palabras, pues derrocharon ganas, actitud y profesionalidad como si de un gran escenario festivalero se tratara, para ofrecer un conjunto de musculosas canciones impecablemente ejecutadas por una banda solida en sus rotundos ritmos y ágil en sus dos guitarras.
Armas con las que ofrecieron un repertorio que sonó vigoroso, pero no pesado, ejecutado con desparpajo y mucha pasión, sin grandes pretensiones más allá de las que ellos mismos apuntaron: pasar un buen rato, agitarse y olvidarse, que ellos ya ponían el resto, en directa alusión a sus canciones: animadísimas.

Pegadizas y ejecutadas con sincera actitud, como demostraron en las agitadas y corpulentas «Amarillo», «Sexi Jane» o en la recta final «Mentiras» o «Ficción» por citar algunas del desbordante cancionero en el que… pocas lentas se colaron en la hora y cuarto de ajustada acotación.
Desinhibidos y sin filtros en el apartado escénico, se lanzaron sin red –al igual que su frontman en el escenario y entre el público- por las sendas del pop voluminoso y la épica robusta, que dominaron con soltura, apoyados por estribillos resultones e infinitos, como acertadamente apuntaron en «Elisa», pero mostraron además detalles menos apreciables a simple vista, como una base de blues eléctrico en «Cuatro Paredes», algo de psicodelia animada en «Estos años» y de forma más clara, funky bailable y tropical «Muérdeme». Terreno este último que les va al pelo, teniendo en cuenta la particular idiosincrasia de sus –prácticamente– dos cantantes en constante y contagiosa diversión.
Texto: Cancho






