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Jethro Tull – Ou Yeah! Fest / Pazo dos Deportes Paco Paz (Ourense)

 

El segundo fin de semana de octubre se cerró por todo lo alto el Ou Yeah!, curioso festival celebrado en tres fechas y escenarios difererentes con un cartel personal, distinto y abierto a muchos públicos diferentes, con los momentos más álgidos protagonizados por The Waterboys y Jethro Tull y la participación nacional de La Guardia, Morgan, Sés, Habitación Vudú, Escuchando Elefantes, Iago Banet y Tesouro.

Hay un par de maneras de enfrentarse por primera vez a un grupo con siete décadas de carrera: esperar que toquen los hits, o tus canciones favoritas, de manera fiel a la original, o intuir que nada puede ser lo que fue y conformarse con que mantengan su nombre con dignidad. A Jethro Tull los queremos sobre todo por media docena de discos de la década de los setenta en los que el rock progresivo y el hard rock se daban la mano con el folk británico en las inspiradas y muchas veces retorcidas canciones de aquel tipo con pinta de genio loco y la flauta como bandera. Hoy Ian Anderson ya tiene setenta y ocho años, así que no es razonable esperar que se comporte como el volcánico veinteañero de entonces. Quizá optar por la segunda opción sea lo más lógico.

Entre que la gira se desarrolla bajo el nombre The Seven Decades y que Anderson se marca un inspirado solo de armónica para empezar, parecía que el concierto tendría una estructura cronológica, aunque en realidad no fue así. Después de un par de apreciables muestras del rhythm’n’blues aflautado de sus inicios, enseguida se pusieron con una versión razonadamente recortada de «Thick as a brick» y visitaron fugazmente Heavy Horses y Songs  from the wood con profesionalidad, sin la fiereza de entonces, que se dejaba ver en las filmaciones de la pantalla gigante (las comparaciones son odiosas), y con un sonido claro y potente pero inevitablemente adaptado a la castigada voz de un Anderson que, sin embargo se desenvuelve con inesperada soltura por el escenario y sopla su flauta con energía, incluso sobre una sola pierna.

Tanto en la primera como en la segunda parte del concierto intercalaron canciones de sus discos más recientes con resultados desiguales. Si «Curious ruminant» sonó a sincera exploración de su lugar en el mundo, tanto «Over Jerusalem» como «Budapest» pudieron haber sido reservadas para mejor momento. Mejor disfrutar de «My God», fielmente rescatada de Aqualung en toda su gótica pompa y circunstancia. Por el contrario, la inevitable y esperadísima titular de su clásico por excelencia sufrió un recorte inexplicable después de una larguísima introducción instrumental. Afortunadamente  «Locomotive Breath» sonó como debía, intensa y robusta, dejando un dulce sabor de boca a un público que disfrutó y agradeció con efusivas ovaciones la visita de un grupo al que por estas tierras se le guarda un cariño especial.

Texto: Carlos Rego

Fotos: Zinemusik

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