
El concierto de los bilbaínos EZEZEZ del sábado 11 en la de la sala Vol de la calle Sancho de Ávila de Barcelona empieza con retraso. De las 20:00 a las 21:00, tras la espera en el fantasmal distrito 22@, la banda aparece con la sala llena de un bullicio expectante y todas las entradas vendidas (boca a oreja y redes mediante).
Unai Madariaga, cantante (y nariz muy de vasco) y guitarra, Eneko Ajangiz, guitarra solista y coros, Mikel Irigoyen, bajo, Alvaro Olaetxea, batería, salen a por todas de principio con la colaboración del trompetista Kike Atxe. Al poco, la banda templa el nervio para, propulsados por el líder Madariaga, acabar convertidos en apisonadora. Vienen a presentar el último disco, “Kabakriba” (2025), cuyo repertorio mezclan con el anterior, “Katuzaldia” (2023), ambos autoeditados, obviando el primero, “When I think something is funny I smile” (2022), cantado en inglés.

El trabalenguas euskera recuerda al fenómeno radical vasco de los 80, pero el comandante Ortega se ha convertido en el nuevo Somoza y Ezezez funde el ska punk de sus mayores Kortatu con una potente iniciativa que esconde a capas reggae, punk, pop y algún guiño metal. Comparados con los anglosajones Parquet Court, Viagra Boys e Idles, superan la equiparación con humor y crítica social y un juego de piernas musical que busca el KO rápido. Del disco al directo, unas palabras en catalán para presentarse y, sin espacio para el bostezo, incendian la sala canción a canción.
Ajustado el sonido, una hora de caldera y a la calle sin bis (¿por qué no par de versiones, gente?) con la satisfacción sudorosa de haber visto unos músicos con oficio, gusto y, lo más importante, con causa y conocimiento. Una hora y, enterrados los legendarios, EZEZEZ demuestra que la evolución es testaruda y que funciona mirando al frente, oyendo, practicando y cuestionando los viejos marcos que te vas a saltar. Y para los que queríais marmitako, dos platos.
Texto: Tuli Márquez
Fotos: Maitane Campos (Kafe Antzoki, Bilbao)






