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Coheed & Cambria – Sala Apolo (Barcelona)

 

A veces, un concepto tan pomposo y azucarado como el de la eterna juventud es el que mejor encaja en ciertas situaciones o momentos. Aplicado a términos musicales, se identifica como un puente entre el pasado y lo que está por llegar. Es en este escenario donde se sitúan ciertas formaciones que hacen de él su zona de confort, sin intentar huir hacia adelante, pero tampoco aferrándose a los latidos de tiempos pasados.

Coheed & Cambria asocian esos conceptos a la perfección. Pasadas tres décadas desde que, desde Nyack (a poco menos de una hora en coche de Nueva York), comenzaran a desarrollarlos, los aplican con una plenitud que les permite transmitir la esencia de un riff de herencia metalera, escupido desde un reproductor analógico en una habitación minúscula, hasta la grandilocuencia de ecos desbordados

 Ya sea por culpa de la banda —cuyas visitas al viejo continente han sido escasas— o por sus fans, que disfrutan sus discos en la intimidad, pero tienen otras obligaciones, lo cierto es que la sala apenas se llenó en su mitad. Los asistentes abarcaron una horquilla generacional que incluye a quienes disfrutaron de la banda en su etapa de explosión a principios de los años dos mil. Aunque precisamente eso generó una comodidad recíproca entre ambas partes, lo que dio lugar a un show realmente efectivo: directo, dinámico y ejecutado sin fisuras, tanto vocal como musicalmente. Y aunque el set fue mejorable, especialmente en cuanto a su duración, la satisfacción fue completa.

La mirada de su propuesta se centró en su última obra, Vaxis III: The Father Of Make Believe (2025), aunque sin dejar de mirar por el retrovisor al resto de sus trabajos. Fue la reciente “Blind Side Sonny”, situada en la cuarta posición del setlist, la que —por la intensidad sleazy que le aplicaron— marcó el camino que seguiría el show. Curiosamente, en ese punto se tocó tanto su presente como su pasado más remoto, ya que le siguió “Everything Evil”, de su primer álbum, evidenciando que todas las piezas encajaban dentro de un viaje que se hizo corto, pero que destiló una nostalgia con aroma de actualidad.

Abrieron la noche los locales Avida Dollars, con un largo recorrido dentro de la escena post-hardcore, y que podríamos decir que se reconectaban con los escenarios tras un tiempo de ausencia. Sonaron compactos, moviéndose entre la calma tensa y una intensidad que se manifestaba como una auténtica muralla de sonido. Sus letras, en castellano y bien trabajadas, podrían ganar aún más fuerza con una interpretación en inglés, dada la asociación estilística del género.

Por último, y en un ejercicio puramente observador, aquí van algunas instantáneas de la noche:

  • El guitarrista Travis Stever llevaba una camiseta de Leonard Cohen.
  • Claudio Sánchez estrenaba un nuevo modelo de su guitarra pro model Jackhammer.
  • El escueto set de batería demostró cómo se puede sonar grandilocuente con lo mínimo.
  • Las púas de Travis Stever llevaban el logo de Twisted Sister.
  • A pesar de su nombre y apellido, Claudio Sánchez no habla castellano.

Texto: Oscar Fernández Sánchez

Fotos: Álvar Luis Gabaldà

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