
La verdad nos hará libres, aunque también nos puede acarrear ciertos problemas. Esta es la particular visión del mundo de Robert Finley, un cantante nacido en el Profundo Sur de los Estados Unidos en la década de los cincuenta del siglo pasado que, sin pretenderlo, ha aceptado la responsabilidad de mantener viva la tradición del blues para que llegue a las nuevas generaciones y se expanda por el metaverso.
Pero su aproximación a la música del diablo no es anacrónica ni superficial, sino todo lo contrario. Gracias a la complicidad de Dan Auerbach como productor y de un grupo de músicos de sesión de primera línea ha conseguido que sus aclamados álbumes para el sello Easy Eye Sound sean una mezcla promiscua de tradición y modernidad que desafía los convencionalismos del mainstream actual.
El secreto del éxito se encuentra en la esencia de sus canciones autobiográficas, que narran las vivencias de alguien criado en la época de la segregación racial, que actuó durante años en una iglesia e inició su carrera profesional pasados los sesenta. Él mismo afirma que está viviendo un sueño con la atención mediática que recibe y los carteles de “no quedan entradas” en la mayoría de conciertos. Este mes de octubre vuelve a estar de actualidad gracias al álbum Hallelujah! Don’t Let The Devil Fool Ya, que lo acerca sin edulcorantes al góspel salvaje que descubrió en su infancia. Además, se embarcará en una extensa gira europea que hará escala en el Rock & Blues Café de Zaragoza (23/10), la Sala Capitol de Santiago de Compostela (24/10) y la Sala Mon Live de Madrid (25/10). Hemos hablado con él para conocer más detalles de esta nueva aventura discográfica que no se puede entender sin conocer ciertos capítulos de su trayectoria personal.

Naciste en 1954 en el pequeño pueblo de Bernice, en Luisiana, y te criaste en una familia donde el góspel era la única música que estaba permitida. ¿Cómo recuerdas aquella época?
Esta pregunta es como retroceder en la historia porque los jóvenes de hoy ya no tienen que leer libros de historia. Simplemente le preguntan a Siri y esta responde cualquier duda que tengan. Pero si yo le hiciera algunas preguntas a Siri, ella me diría: “No lo sé”. Porque no ha sido programada para este tipo de cuestiones. Así que ahora se me presenta la oportunidad de contar mi historia a mi manera. El góspel era la única música que nos permitían escuchar durante nuestra infancia. Así que me labré un camino por mi cuenta. Y cuando fui un hombre adulto, como se acostumbra a decir, me sumergí en el blues del mismo modo. Pero lo más importante es que el blues representa la verdad. La gente piensa que tiene que ser algo realmente malo. Pero el blues puede venir del góspel, siempre y cuando estés diciendo la verdad. La verdad es lo que te hace libre, no la etiqueta que ponen en el disco.
¿Qué importancia tuvo la radio en tu descubrimiento del blues?
Solo podíamos poner blues en la radio cuando mis padres iban al pueblo los sábados a comprar provisiones porque no se iba a la tienda a mitad de semana. Me decían que me quedara en la parte trasera del camión, pero siempre bajaba porque me fascinaba estar en el centro de la ciudad. Nunca había visto tanta gente al mismo tiempo. Y, además, eran personas de todos los colores. Ya me entiendes, entonces pensaba que todos éramos negros. Cuando eres pequeño, no siempre haces lo que tus padres te dicen. Por eso tenemos nuestra propia mente y cada persona es diferente.
A finales de los años sesenta empezaste a actuar como músico callejero…
Actué en la calle, en clubes locales y lugares por el estilo, pero principalmente tocaba en la iglesia todos los domingos. He tocado en la misma iglesia durante más de veintidós años. También toqué en residencias de ancianos y en escuelas infantiles. No hacía distinciones porque ninguna generación está fuera del alcance de la música.
En aquellos años compaginabas la música con tu trabajo de carpintero. ¿Qué lecciones aprendiste que te hayan servido a lo largo de tu carrera?
Me dedicaba a la construcción y remodelación de casas. Tenía una empresa llamada All-in-One Construction porque yo hacía los cimientos, vertía el hormigón y levantaba la estructura. Lo hacía todo yo solo. Eso me permitía hacerlo mucho más barato que los contratistas habituales porque ellos tenían que subcontratar a otros trabajadores para ciertas tareas. El negocio de la construcción vivió una época de auge, se extendió desde el norte de Luisiana hasta el sur de Arkansas. El último viaje que hice por trabajo fue a Nueva Orleans, se trataba de una reconstrucción por culpa del huracán Katrina. Cuando regresé a mi pueblo, me puse a trabajar para la Autoridad de Vivienda. Me encargué de gestionar apartamentos durante un par de años, pero era un verdadero quebradero de cabeza. Entonces dejé la gestión y volví a la construcción.
La gran oportunidad musical te llegó cuando conociste a Bruce Watson de Fat Possum Records en un festival de música…
Conocí a Bruce a través de Tim Duffy de la Music Maker Relief Foundation. Normalmente, todas las discográficas compiten o van unas contra otras. Lo más curioso es que grabé mi primer disco con su sello, que ahora se llama Big Legal Mess Records, y después Bruce me presentó a Dan Auerbach porque buscaba a alguien para poner música al libro Murder Ballads que estaba preparando. Se trataba de un personaje de dibujos animados. El encargo eran cuatro canciones y se suponía que debíamos grabarlas en cuatro días. Pero las terminamos en cuatro horas. Así que nos quedaron tres días enteros en el estudio. Fue entonces cuando Dan me dijo: “Robert, ¿quieres hacer un álbum?”. Así fue como hice Going Platinum con las canciones que había compuesto Dan. Recuerdo que él me decía al oído las palabras que debía cantar porque yo no podía leerlas.
Los primeros discos que grabaste con Dan Auerbach son un resumen de tu vida en el Profundo Sur. Has comentado que al ser ciego no puedes escribir las canciones y que siempre trabajas de memoria. ¿Cómo encaja esto con la manera de trabajar de los músicos?
El disco Sharecropper’s Son era prácticamente mi historia. Nadie podía contarla más que yo porque nadie más la había vivido. Se trataba de mi infancia y de mi época de crecimiento. Hablaba sobre el “no hay tiempo para la educación” y todas esas cosas que sucedían. Eran hechos que nadie conocía, como trabajar desde que salía el sol hasta el anochecer. Dan preparaba la música mientras yo contaba la historia de mi infancia. Él se encargaba de la dirección y de organizar la música, el ritmo y todo lo demás. Y a mí se me permitió contar mi historia a mi manera. Lo mejor de todo fue que nadie me pidió que fuera otra persona. Todos querían que fuera yo mismo, que fuera natural. Eso es lo que hace que todo funcione: cuando puedes ser tú mismo y la gente no intenta que seas lo que ellos quieren que seas. Me aceptan por lo que soy y entonces puedo dar lo mejor de mí, según mis capacidades.
Se acostumbra a decir que la magia del blues es que se ha transmitido de manera oral entre generaciones durante décadas. ¿Cómo describirías tu relación profesional con Dan?
Es una situación curiosa porque hay una diferencia de treinta años. Pero, cuando nos juntamos, siento que él se ocupa de la generación más joven y yo de la mayor. Y luego las juntamos. Podríamos decir que llenamos el vacío generacional porque para los jóvenes el blues es algo nuevo y para la gente mayor es historia, aunque pueden recordar el pasado. Para los jóvenes es un hecho impactante porque no entienden cómo se hicieron las cosas en el pasado o cómo la gente logró que las cosas sucedieran. Por ejemplo, bombear el agua para la mula en el campo… antes no había grifos, así que teníamos que sacar el agua del suelo. Y eso es lo que los jóvenes de hoy no entienden. Pero la gente de mi edad sabe qué hacer si se va la luz. Sabemos cómo sobrevivir.

Muchas veces has comentado que querías grabar un álbum de góspel y ahora has tenido la oportunidad con Hallelujah! Don’t Let The Devil Fool Ya. ¿Qué tiene de diferente este trabajo?
Cuando dices la verdad y hablas de cosas reales, no hay necesidad de escribirlo. Es lo que es. Nunca va a cambiar. Pero mucha gente le tiene miedo a la verdad porque te hace libre. Aunque, a veces, la verdad también puede meterte en algún pequeño problema. Por eso, a veces, hay que mentir un poco. Algunos dicen que es góspel, otros dicen que es blues. Yo lo llamo verdad. Este álbum trata sobre la vida cotidiana, aquellas cosas con las que la gente puede identificarse. Cosas con las que tu prójimo puede sentirse reflejado.
Las canciones fueron improvisadas en el estudio y grabasteis el álbum en un solo día. Es muy parecido a lo que hacías cuando actuabas en la calle con tu guitarra…
Todos los músicos estaban metidos en el proceso de producción y les encantaba. Decíamos: “Hagámoslo mientras estemos en el momento”. Nadie quería salir del estudio, así que pedimos el almuerzo y seguimos improvisando hasta que nos dijeron que la comida estaba servida en la mesa. Todos salieron, comieron y charlaron un rato. Luego volvimos al estudio: los músicos entraban poco a poco y empezaban a tocar. Luego alguien más entraba, cogía un instrumento y se sumaba a la canción. Entonces te dabas cuenta de que la banda estaba de nuevo funcionando a toda marcha. Mi hija estuvo en la parte delantera del estudio mientras improvisábamos y grabábamos. No entró en la sala principal hasta que tuvimos todas las letras y la música registrada. Ella aprobó lo que cantaba para asegurarse de que los demás entendieran el significado. Fue muy divertido.
¿Crees que la historia del blues cobra hoy más importancia después de los disturbios raciales y de los conflictos políticos que han ocurrido recientemente en Estados Unidos?
A decir verdad, todo lo que tenemos que hacer es comenzar desde donde estamos y avanzar. No estoy diciendo que olvidemos el pasado, pero debemos concentrarnos en el futuro. En otras palabras: tienes que sacar la ropa vieja del armario antes de tener espacio para la ropa nueva. Y si estás subiendo la escalera del éxito, cada vez que subes, debes soltar un peldaño para poder alcanzar uno más alto. Si te quedas parado donde estás, nunca avanzarás. Hoy, demasiada gente está satisfecha con el lugar donde se encuentra. Y cuando estás satisfecho con tu situación, no tienes propósito. Necesitas una meta más alta que te haga avanzar, que te mantenga con inquietud. Pero si estás satisfecho con lo que tienes, eso es todo lo que vas a ser. Eso es lo que eres. Yo digo que el sueño es seguir soñando. Nada es imposible.
Texto: David Moreu






