Que los hermanos Dickinson son de lo mejor que le ha pasado al blues en el siglo XXI es algo fuera de toda discusión. No solo por North Mississippi All Stars, sino por todo lo que los rodea. Como dijo una vez un buen amigo: no es que sean músicos, es que nacieron dentro de la música. Y ahí está su árbol genealógico como evidencia. Han revivido el género, comprometidos con la tradición pero con la determinación de romper fronteras. Algo que muchos puristas no entienden ni comparten, pero que, oigan, tampoco hace falta. Allá cada uno con lo suyo.
En su regreso a Barcelona, en formato trío, traían bajo el brazo su más reciente trabajo de estudio, Still Shakin’, probablemente el álbum más sólido que han publicado en los últimos años. Aunque, en su caso, el material reciente no determina necesariamente el repertorio, lo cierto es que llegar con un disco de ese nivel eleva automáticamente las expectativas. Y, como era de esperar, no defraudaron.
Brindaron un concierto vibrante y versátil, mostrando todas sus caras: desde la más ortodoxa y cruda hasta los instantes en que volaban sobre nubes de jam band lisérgica con una solvencia y una fluidez instrumental impresionantes. Crean una atmósfera única, te sumergen en esas espirales de guitarra y en esa cadencia hipnótica de sus ritmos, de la que es imposible salir hasta que ellos deciden soltarte. Que un tema como «You Got To Move», compuesto hace más de sesenta años, suene con esa tersura y esa vitalidad, sin traicionar su esencia, no es fácil. Hay que haber mamado el blues desde la cuna y, además, saber proyectarlo más allá de sus límites.
Luther demostró que es un gran guitarrista, con un estilo personal, más allá de las valoraciones técnicas de los más sesudos. Cody es el motor: su batería marca el tiempo justo en cada momento. Es cierto que los minutos de su solo de washboard podrían considerarse prescindibles a estas alturas, pero se le puede perdonar, es pecatta minuta. Completaba la formación Carwyn Ellis, que tras unos minutos iniciales de ajuste, ofreció un notable sostén, aportando texturas y pulso a las cuatro cuerdas.
En definitiva, ofrecieron una lección de cómo revitalizar un estilo musical centenario sin perder el respeto por sus raíces. Con la mirada puesta tanto en el pasado como en el presente, demostraron que el blues no solo sigue vivo, sino que, en sus manos, respira y crece con naturalidad.
Manel Celeiro
Fotos: Fernando Ramírez