Fiesta por todo lo alto en el Poble Espanyol, dentro del ALMA Festival, del sentimiento hispanoamericano (no solo mexicano, que Los Tigres del Norte trascienden fronteras). Igual que sucedió en su anterior visita en el Auditori del Fórum, los de Mocorito (Sinaloa) congregaron como público a gente de decenas de nacionalidades para cantar, bailar y echar unos tequilas con sorprendente mayoría -hicieron la prueba – hondureña como hace apenas un año.
Llegábamos preparados. Sabíamos que por los horarios habituales de los eventos en el Poble Espanyol y empezando a las diez de la noche, no podrían acercarse a las tres horas de su anterior visita, cosa que obligó a reestructurar su repertorio y dejar fuera de este a algunos clásicos.
Nada grave teniendo en cuenta que prácticamente todos los temas de la banda pueden considerarse clásicos. Con un espectáculo en el que volvieron a aparecer bailarines, mariachis y unos audiovisuales que parecían surgidos de la otra época, musicalmente podrían ponerse algunos peros. La banda va notando la edad y ya hace años que Óscar Lara apenas toca la batería y debe acompañarse de otro baquetista de soporte, amén de las dificultades para coger el tono en alguna canción, siendo Jorge Hernández el mejor en estas lides de todos los que toman la voz en algún tema.
Pero no es el objetivo tampoco de una de las bandas más grandes de la historia de América hacer conciertos técnicamente destacables, sino poner a los auditorios en pie con historias como «Jefe de Jefes» o «Contrabando y Traición». Poca gente quizá para un lleno previsible, aunque probablemente el doble que en su anterior visita, superando las 2.000 personas, eso sí, con muchas ganas de algarabía y también de más canciones, cuando el grupo anunció que “las autoridades nos han dicho que no podíamos seguir”, dejándonos sin su habitual pase de “complacencias” (peticiones). Siguen siendo los más grandes de lo suyo, y se hace prácticamente imposible salir de uno de sus shows sin una sonrisa en la boca.
Texto: Eduardo Izquierdo
Foto: Marina Tomás