En mayo de 2023, el segundo elepé de los de australianos, Taken By Force, se coronaba como el disco del mes de esta vuestra revista; una reseña, firmada por quien esto escribe, que se cerraba con ese desaforado entusiasmo que a veces embriaga mi teclear: Elevo su funda con las manos, miro fijamente al aguerrido surfero (de su imagen de portada) y pienso “me gusta el estruendo de un riff australiano por la mañana… Suena a victoria.” En el nuevo número extra de verano, mi compañero —y sobre todo amigo— Rafa Suñén rubrica su reseña del nuevo álbum del cuarteto de Melbourne con una inclemente puya: El éxito masivo de Amyl & The Sniffers puede ser muy dañino. En Chrome Dipped puede escucharse cuánto.
¿Qué ha pasado en estos dos años? ¿Quizá no había para tanto arrebatamiento entonces ni tanta inquina ahora? ¿O puede que simplemente ambos sentimos el rock australiano como algo tan estructural de nuestro ADN melómano que proyectamos alegrías y decepciones sin atender con la suficiente templanza los logros y las deudas, las tentativas y las salidas por la tangente? A falta de poder dialogar como es debido con Rafa para que se extienda en su razonamiento de por qué cree que CIVIC querían petarlo con Chrome Dipped, mi valoración del disco no se circunscribe a enjuiciar una supuesta voluntad de llegar a un público más amplio —algo que para mí no es en esencia malo y que además pongo en duda porque creo que sigue siendo una banda muy nicho—, sino que pone en perspectiva el álbum dentro de una trayectoria previa de seis años, 3EPs y 2LPs, con la que creo que perfeccionaron como pocos la asimilación del legado del aussie rock más flamígero y exultante.
Sí, existía la posibilidad de seguir puliendo el master lacquer y completar una trilogía de culto futuro, pero yo no solo entiendo sino que aplaudo su decisión de querer salirse de los sacrosantos surcos de su corto legado hasta la fecha para explorar(se) y (re)descubrir qué podían ser como banda. Jim McCullough, su cantante, se lo explicaba al compañero Nacho Serrano en la muy clarificadora entrevista que publicamos en el número de junio: Después de siete años, pensamos que esa era la mejor manera de alcanzar la esencia más pura de CIVIC —emplear nuestras virtudes de forma distinta sin dejar de mantener la esencia de la banda— y de hacer el disco más lleno de verdad para nosotros mismos. Habrá quien crea que han errado estrepitosamente en el loable intento y quien, como yo, tamice su ligera decepción —esa dupla anterior se enrosca muy fuerte al ADN que mencionaba antes— porque, ¡diantres!, un poco de militancia aussie es lo que debemos hacer entre todos para que emerja algo de verdad en esta nadería musical que lo anega todo.
Empujado por ella, y con el recuerdo imborrable de su paso por el festival Blockparty de Madrid de hace dos años, no me planteé otra opción que no fuera acudir a su primera visita a Barcelona, mi ciudad. También porque intuía que los cuatro sabrían cómo potenciar las virtudes de sus mejores nuevas canciones al integrarlas en la refriega del directo, al hacerlas dialogar con su pasado para ensamblar, como así fue, una inapelable fotografía en movimiento. Abrieron fuego siguiendo la estela del nuevo disco —«The Fool», «Chrome Dipped» y «The Hogg»—, electrocutaron a los de las primeras filas con el coreable estribillo del flamígero hit «End of the Line» y dos cañonazos de su bronco EP de debut —«New Vietnam» y «Call the Doctor»— y cerraron el primer tramo de su asalto a los cielos con Hourglass, single editado al poco de lanzar Taken By Force y que por aquel entonces McCullough ya presentó como “una evolución de nuestro sonido”.
Frontman expansivo y juguetón, McCullough brama el ardor nuclear del cuarteto con un mayor registro vocal que antaño sin por ello perder un ápice de su volcánico dinamismo, respaldado por el des-co-mu-nal guitarrista Lewis Hodgson haciendo con diez dedos el trabajo de dos guitarras y por la infatigable, pétrea y a su vez precisa sección rítmica —Roland Hlavka al bajo y Eli Sthapit— echándole leña al caldero sin desfallecer. En un tramo central cortado con una radial por ese kamikaze de canción que es «Just a Fix», los cuatro cortes de Chrome Dipped –dos de ellos los medios tiempos «Gulls Way» y «Starting All The Dogs Off»— le insuflaron necesario aire al personal antes de someterle a la gran mascletá: «Selling, Sucking, Blackmail, Bribes» arrancando uñas y pestañas con virulencia hardcore; el estribillo eriza-vello The enemy strikes, the flags set alight / It’s all for the taking in the cover of night / The big door slams, it’s par for the course / Taken by force; el embrujo de Damned que envuelve cual capa crápula «Fragrant Rice» —uno de esos temas por los que merece la pena darle tiempo a Chrome Dipped—; el mejor homenaje a los Saints de Eternally Yours perpetrado en eones, «Radiant Eye»; el come on, come on percutante de «Swing on the Noose» y un «Fly Song» para llegar a meta cual cuadriga de galgos ciegos de pitxu. Definitivamente, y juzgando estrictamente su directo, CIVIC es ahora una banda mejor de lo que era en 2023.
Texto: Roger Estrada
Fotos: Miguel López Mallach