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Tomavistas – Caja Mágica (Madrid)

 

Yard Act

Qué complicado es esto de los festivales. Tomavistas, que había conseguido establecerse como el referente de la primavera festivalera madrileña antes del boom de los últimos años, ha tenido que pelearse con todo. Con sus propias fantasmas y condicionantes externos, incluso con los elementos metereológicos.

Desde una creciente oferta cultural que ha saturado el calendario de junio, dejando muertos por el camino (ese Primavera Madrid que no superó su primera edición), hasta la huida del parque Tierno Galván, precioso entorno que valía por sí mismo el precio de la entrada pero cuyo aforo se quedaba corto, pasando por la llegada repentina del calor veraniego a la Caja Mágica, un lugar no precisamente preparado para las altas temperaturas.

Viva Belgrado

El Tomavistas tiene al menos dos almas y una de ellas, la más rutera, fue quizá la más perjudicada por las condiciones climatológicas. Ocurrió el viernes por la tarde con VIVA BELGRADO, que presentaban nueva formación con Cris G. Sánchez sustituyendo a Ángel Madueño al bajo para recuperar su Cancionero de los cielos al borde de la insolación. Los cordobeses siempre han sido una de las bandas más intensas de la escena española, capaces de trascender un género (entre emo, screamo y post-hardcore) que rara vez alcanza un público más amplio, pero Cándido Gálvez lo ha conseguido a base de una fórmula sencilla como es pasión, compromiso y buenas canciones.

Biznaga

A la misma hora del día siguiente, BIZNAGA volvieron a mostrar que su directo gana cada día. ¡Ahora! está lleno de himnos (para lo bueno y para lo malo: habrá quien los acuse de facilones), pero son ya el grupo generacional reivindicativo por antonomasia. ¿De qué generación? De unas cuantas entre la de los millennials tempranos y los centennials tardíos, que se sienten apelados por canciones que hablan de la crisis de la vivienda, los antidepresivos y la búsqueda de un sentido político de la existencia.

Álvaro García recordó que no es la primera vez que les tocaba actuar bajo el sol abrasador del Tomavistas (ya ocurrió en 2022), pero al público no le costó demasiado subirse a canciones como «Contra mi generación», «Benodiazepinas» y, sobre todo, «Madrid nos pertenece», irónico contrapunto al mensaje que se podía leer en los vasos del festival: “Tan de Madrid como Tomavistas” (una publicación en las redes sociales del festival añadía: “Tan de Madrid como Biznaga”).

Depresión Sonora

Poco después, Markusiano dio un concierto que hace buena justicia al nombre de su banda: DEPRESIÓN SONORA. Un contrapunto a la explosión de euforia y rabia de Biznaga que, de alguna forma, lo complementó. No se puede negar que con apenas un LP y un puñado de grabaciones el vallecano Marcos Crespo tiene ya unos cuantos himnos a la espalda, desde «Fumando en mi funeral» hasta «Como todo el mundo»: «Al final no soy especial / Soy tonto como todo el mundo / A veces floto, a veces me hundo / Me pongo nervioso por unos segundos».

Con su peculiar carisma y acompañado por René (Dharmacide) al bajo, uno de los mayores pluriempleados de la escena madrileña, reveló el otro lado del carácter generacional de Biznaga. El de la bajona, la pasividad y la ironía frente la euforia, el compromiso y el entusiasmo.

YARD ACT son, afortunadamente, uno de los grupos británicos más originales de su hornada. Aunque en un primer momento se les pudiese asimilar con la hornada post-punk de Idles y aledaños, han terminado inventándose en Where’s My Utopia? su particular revisión del mutant disco, que siempre funciona de lujo en los festivales. Entre Damon Albarn, Jason Williamson y Pedro Pascual, el cantante James Smith tiene algo de guiri borracho soltándote la chapa en una terraza de Benidorm, pero de paso, revelando una o dos grandes verdades del barquero.

Maika Makovski

MAIKA MAKOVSKI es inasequible al desaliento: la peluca a lo María Antonieta que siguió portando incluso en el más tórrido de los días es una metáfora perfecta del compromiso que siempre ha mantenido con su obra. En esta ocasión, ese Bunker Rococo que funciona como una opera-rock hallada en algún lugar del túnel del tiempo, que une los primeros y excesivos setenta y los alternativos años noventa. También puede leerse como metáfora esa formación ecléctica que no tiene parangón en el resto del cartel: violines, vientos y teclados a dos manos que perfilan un repertorio cada vez más sólido y una personalidad arrolladora.

Como decíamos, Tomavistas tiene varias almas, y hay otra mucho más orientada hacia cierto indie talludito (LOVE OF LESBIAN) y la electrónica (de KIASMOS a KELLY LEE OWENS), que se cruzan más de lo que pensamos. Quizá en ese punto de intercambio se pueda localizar a MOGWAI, que hace décadas que entendieron que en los festivales hay que ser, sobre todo, grandes. Es decir, expansivos. Puede parecer sorprendente que una banda de post-rock cuyo repertorio está compuesto casi de forma íntegra por instrumentales se haya convertido en un clásico festivalero, pero es precisamente esa capacidad para el desborde sónico lo que les otorga un espacio privilegiado en sus carteles. Se lo han ganado: siguen siendo tan fieles a sí mismos como el primer día (ese final con «Mogwai Fear Satan» puso a prueba la paciencia de unos cuantos) y a estas alturas aún graban álbumes como The Bad Fire, que no desmerecen a sus clásicos.

Mogwai

Tomavistas fue este año de menos a más a nivel de público. La primera jornada del festival, la del jueves, convocó a JUDELINE, AMAIA y LA MALA RODRÍGUEZ, pero curiosamente fue la más floja en asistencia. Algo llamativo teniendo en cuenta el peso cultural que tiene la cantante salida de Operación Triunfo, y que ha labrado una interesante carrera pero que quizá no es suficiente para terminar de conquistar a un festival como este, un entorno poco natural para ella.

Por eso fue salir La Mala con la celebración del 25 aniversario de Lujo ibérico a las espaldas y arrasar en petit comité entre los que quedábamos a esa hora: nada que ver con aquellos shows recientes en los que se presentaba como musa del reguetón y Onlyfans. Es la artista menos elegante del mundo, pero eso siempre tiene su recompensa. Nada como oírla abrir la boca para olvidarnos al instante de Amaia.

Texto: Héctor García Barnés

Fotos: Salomé Sagüillo

 

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