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The Southern River Band – Le Rex (Tolouse) / Bilbao

Escapada relámpago a tierras francesas para ver en acción a The Southern River Band, joven combo australiano que reivindica el legado de AC/DC, batiéndolo a punto de nieve con retazos glam al estilo Slade y un infalible trote boogie. La primera sorpresa es comprobar que en Francia —o al menos en Toulouse— pintan bastos, igual que en mi ciudad, Barcelona, para este tipo de bandas. Cuando salen a escena los teloneros, Twin Souls, no pasamos de ochenta personas en una sala con capacidad para más de trescientas.

El dúo local se esfuerza en calentar el ambiente, y lo consigue gracias al entusiasmo de una decena de personas —imagino que amigos y conocidos— que jalean sus interpretaciones. La verdad es que, sin ser mi taza de té, no lo hacen mal: combinan elementos clásicos con toques contemporáneos y ofrecen un espectáculo entretenido. Van alternando guitarras y batería, así como las tareas vocales, y, sin dejar un gran poso, logran captar la atención durante el rato que estuvieron sobre las tablas.

Con acordes de Van Halen como introducción, el quinteto de los suburbios de Perth saltó al escenario como si tuviera enfrente a centenares de personas (apuntar que, en realidad, éramos aún menos, ya que los amiguetes de los teloneros se habían largado) y pisó el gas a fondo desde el minuto uno. La audiencia respondió: éramos pocos, pero ruidosos, y se desató un aquelarre rockero en su máxima expresión. Con una actitud macarra digna del añorado Bon Scott, escupieron riffs endiablados; el backbeat aussie —a cargo de Anthony Dindar (bajo) y Carlos Romeo (batería)— atronó como un martillo pilón, y un torrente de energía y descaro aplastó al público durante los setenta y cinco minutos de concierto.

Callum Kramer —notable mullet el que se gasta el amigo— es un líder nato: bromea, recorre kilómetros en escena, jalea a sus compañeros y se juega la cabeza en headbangings de alto riesgo junto al segundo hacha, Jason Caniglia, otra máquina de rockear. Suenan firmes y engrasados, y temas como «Busted Up», «The Streets Don’t Lie», «Fuck You, Pay Me», «Chasin’ After Love (‘I’ll Burn a Hole in Your Shoes’)» o «Watch Yourself (You’re Gonna Hurt Somebody)», con un inequívoco deje a los Status Quo setenteros, se suceden sin respiro.

Para el bis, reclamado con eufórico entusiasmo, soltaron tres ases, su particular tour de force: la épica «Stan Qualen», seis minutos de rock & roll acorazado que acabó de rematar nuestras cervicales; su oda al bebercio y el humo, «Chimney»; y «Vice City II», con adictivas dobles armonías de guitarra, pusieron punto final a un vendaval con denominación de origen.

Cuánto tiene que agradecer el rock a la tierra de los canguros. En otros tiempos no dudaría en asegurar que pronto darán el salto a ligas mayores, pero me parece muy aventurado afirmarlo hoy en día. Sea como sea, si pasan cerca de tu ciudad, no dudes ni un segundo en ir a verlos: te van a alegrar la vida durante un buen rato.

Manel Celeiro

Foto 1: Manel Celeiro

Foto 2: Eduardo izquierdo

 

THE SOUTHERN RIVER BAND

Kafe Antzokia, Bilbao

Las apariencias engañan muchas veces. Y hay grupos que ya sea por el nombre o por algo que se escuche de ellos, te haces una idea de qué palo van. Pero las sorpresas están a la orden del día. The Southern River Band tiene nombre de combo que se regocija en el rock sureño de toda la vida. Y prestando atención a alguno de sus discos pues vaya, como que compras el planteamiento en cierto modo, en ciertas canciones. Pero (porque siempre suele haber un pero…) si ves que estos cuatro salvajes son australianos la cosa cambia. Y si les escuchas en directo pues no hay más debate. El sonido australiano que mama del hard rock más desquiciado, las raíces en AC/DC, el rollo boogie que sobrevolaba el ambiente y la actitud de bestias en busca de desmelene dejaron claro en el cubículo del Antzoki (la Kutxa Bletza, vamos, el segundo piso con aforo reducido, techo bajo y mucho calor ambiental) que no íbamos a disfrutar de una tarde relajada.

Porque la hora y poco que duró la actuación de este cuarteto de bestias australianas fue un derroche de tralla, guitarreo, ensalada de riffs y comunión con un público muy entregado. Y todo con la clásica energía sónica de las antípodas. Concierto de sudar sin parar y encima con algunas canciones con vocación de himnos absolutos. Comenzaron con “Busted up”, y a partir de ahí descarga de temazos: “The streets don´t lie”, “Cigarettes (Ain´t helping me none)”, “Fuck you, pay me” (Callum Kramer, el líder, voz y guitarra furioso, se descojonaba cuando el público coreaba puño en alto, lo que se dice un hermanamiento absoluto bajo la protección del rock), o la muy acedecera “Stan Qualen”.

El final, acelerado cómo no, tuvo a “Vice City III” y “Vice City II” como lo mejor y abrazos, agradecimientos y la peña encantada. Pero no más que ellos, que se marcharon con unas sonrisas absolutamente eléctricas, como su descarga, que fue  de lo mejor de este año en distancias cortas.

Texto: Michel Ramone

Fotos: Dena Flows

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