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Soundhood Granada— Lemon Rock (Granada)

 

 

Tim Burgess & Tim Wheeler

 

Para un indie de pata negra, el festival de bolsillo que se celebró el sábado en la sala Lemon Rock de Granada fue algo parecido a tocar el cielo. Una imagen resume la constelación de estrellas del pop independiente que desfiló desde el mediodía hasta la madrugada en el espacioso local con varias plantas: pasada la medianoche, Tim Burgess, el líder de los Charlatans, se giró un momento durante su sesión de DJ y se puso a charlar con su tocayo, el norirlandés Tim Wheeler del grupo Ash.

El público que bailaba en la pista sacó sus móviles del bolsillo y capturó el momento con sus cámaras. Dos iconos de los tiempos del britpop estaban a un palmo de unas pocas decenas de personas. Pocas veces los fans pueden estar tan cerca de sus ídolos en la era de los macrofestivales y conciertos masivos en estadios de fútbol.

Con un aforo limitado de unas 200 personas (las entradas costaban 97, 43 euros, comida y bebida incluidas), el festival Soundhood Granada de SON Estrella Galicia se presentó como un milagroso experimento en formato micro. El objetivo de los organizadores parecía claro: recuperar la cercanía, volver a disfrutar de la calidad de un evento íntimo en un club sin escatimar en medios. Es decir, lo opuesto del megalomaníaco espectáculo de divas o bandas de rock rodeadas de decenas de bailarines, con un escenario escupiendo fuego, un porcentaje altísimo de sonido pregrabado y pantallas gigantes en los que seguir el show como en un cine al aire libre. Aquí rock y amistad, como dirían Mujeres.

Además de contar con la participación de ilustres músicos de Granada (Jota y Antonio Arias también ejercieron de pinchadiscos), el certamen tuvo la valentía de aunar pasado y presente en un variado cartel que cuidó la cuestión de género y solo se deslizó por la peligrosa rampa de la nostalgia al final de una larga jornada musical. Tiene mucho mérito. Porque lo normal hubiera sido jugar sobre seguro, llamar a los grupos de siempre que revientan los festivales y pasar a otra cosa. Pero no fue el caso. En el pop y el rock underground del siglo XXI siguen pasando cosas chulas y caben multitud de subgéneros capaces de arrastrar a los aficionados.

Khana Bierbood

El concierto de los tailandeses Khana Bierbood fue, sencillamente, alucinante. La exótica banda de seis miembros se ha desmelenado desde su anterior visita a España en 2019. Por aquel entonces, parecían seguir la estela del revival garajero californiano de grupos como Allah-Las o Mystic Braves; ahora, en cambio, han decidido acertadamente explorar nuevos caminos sonoros, como demuestran en su segundo LP, Monolam. Más bailables, más ruidosos, más indetectables, el pasillo de la entrada del Lemon hirvió al calor del sonido del pedal wah-wah de su guitarrista. Por momentos, parecían una reencarnación tailandesa de Jimi Hendrix; en otros, sus canciones, con largos pasajes instrumentales, podrían haber encajado perfectamente en The Serpent, la serie de Netflix que recrea el Bangkok de los años 70.

En ese mismo lugar, en realidad el hall del recinto, había arrancado todo hacia las 14:30 horas con el concierto en reducido formato de Tulsa. La cantautora rock de Hondarribia salió acompañada de la guitarrista Clara Collantes y luego se incorporó un tercer músico a la percusión. Miren Iza tuvo que lidiar con el marrón de ser la primera artista en actuar y cantó, entre otras cosas, sobre animales y psiquiatras de lustrosos zapatos italianos. Cumplió con creces. Tiene buenos temas y tablas de sobra. Pero una parte del público no estaba prestando demasiada atención al concierto y le daba la espalda al trío mientras parloteaban de lo que fuera. Se hizo raro. Tras «Los amantes del puente», ya en el acto final, la cantante vasca afincada en Madrid tiró de ironía y dijo sentirse como las bandas de acompañamiento en las películas de Aki Kaurismäki. Fue un toque de atención y una forma elegante de mostrar su malestar.

Tulsa

La segunda sorpresa del día vino de la mano de otro grupo emergente: Prima Queen, un dúo angloamericano formado por Louise Macphail, de Bristol, y Kristin McFadden, de Chicago. A pesar de estar separadas por todo un océano, su amistad se mantiene inquebrantable, y tal vez sea precisamente esa fidelidad la que potencia su optimismo, la complicidad, la energía contagiosa de sus temas indiepop aptos para la generación Z. Tocaron en formato trío con dos guitarras y sin el sonido del bajo. Puede parecer una decisión un tanto extraña, pero su directo —sencillo, buenrollero, sin grandes artificios— funcionó. Y dieron una valiosa lección: a veces basta con ser simpático para conectar con el público.

La banda de pop-punk Los B.e.s.o.s., uno de los pilares de la nueva escena underground de la ciudad, apareció uniformada con unos monos azules en el escenario más escondido del Lemon Rock, en el comedor del fondo de la planta baja. Lo mejor de su propuesta es que nunca sabes lo que va a pasar: juegan con el factor sorpresa, alternan voces chico-chica, el cantante se atrevió a subir a una mesa o se desparraman por el suelo sin previo aviso. En su música conviven el pop comercial de Los Hombres G, el descaro punk de Kaka Deluxe (genial «Cody») y el sentido del ritmo de Golpes Bajos. Una banda actual que no hubiera desentonado en el Madrid de la movida. Junto a Dark Libra y Paulina del Carmen, fueron los representantes de la actual escena local.

Faltaba por ver cómo iban a encajar los barceloneses Mujeres entre lo nuevo y lo viejo. El trío arrastra a los millenials, pero en el Lemon Rock no eran mayoría. Además, durante unos 10 minutos se solapó su actuación con el final de Khana Bierbood que nadie se quería perder. El bajista del trío, Pol Rodellar, en plan de guasa, soltó a un puñado de fans irreductibles: “Sabemos que el concierto del festival está sucediendo ahí abajo”. Durante una hora Mujeres hicieron de Mujeres mientras poco a poco la gente se reenganchaba al bolo: desempolvaron un hit tras otro (¿«Si piensas en mí» es su mejor tema en cinco años? «¿Un sentimiento importante» es su canción bandera?), Pol se tiró de rodillas al suelo abriéndose paso entre la gente y a los de Ash les cayó una inofensiva puyita (suponemos que por no ser demasiado friendlys). No era su público objetivo, no hubo pogos y tampoco nadie salió herido. Pero como siempre pasa con ellos, fue un concierto divertido y notable. Otro más.

¿Y Ash? Para aquellos adolescentes y jóvenes que se volvían locos con grupos como Los Planetas, Pavement o Pulp, el trío powerpop que debutó en 1996 con el exitoso álbum 1977 era sin duda el plato fuerte del festival. A primera vista, poco parece haber cambiado en la banda en los últimos 25 años. Tim Wheeler canta prácticamente igual que entonces y luce un aspecto bastante saludable. Salió con su clásica guitarra en forma de uve y una camiseta de Nirvana, lo que parecía toda una declaración de intenciones.

El grupo sonó como un tiro cuando se refugió en los hits de los dos primeros discos («Goldfinger, «Oh Yeah», la inmortal «Girl From Mars», «Shinning Light»), pero con su repertorio más reciente («Crashed Out Wasted», dedicada a Tim Burgess, parecía que no se terminaba nunca) el nivel bajó considerablemente. También es verdad que nadie esperaba allí que sonasen sus canciones actuales. Ash sigue publicando discos con regularidad, aunque el impacto ya no es ni mucho menos el mismo. Les quedan los clásicos, que son inapelables. Uno de esos certeros temas es «Kung Fu», que Wheeler cantó con Javier Sola, el frontman de The Gulps y ahora también de Lima Negra, residente desde hace un tiempo en la ciudad nazarí. Ash se despidió pescando en las aguas del pasado con «Burn Baby Burn», que podría pasar por una canción de Blink-182.

Tim Burgess

Faltaba la guinda del festival. El cantante de los Charlatans se unió a la fiesta del Lemon Rock con una sesión canónica de música indie y muy poco riesgo (sonaron «Love Will Tear Us Apart Again», de Joy División, «Ask» de los Smiths, «Blue Monday» de New Order y «Common People» de Pulp, entre otras canciones), pero que se ganó al público por su naturalidad y simpatía. Y todo hay que decirlo: fue un puntazo que Tim Burgess pinchase los temas de su banda («Weirdo», «The Only One I Know») mientras levantaba el brazo y tarareaba la letra. Un muy buen tipo.

Texto: Jon Pagola

 

 

 

 

 

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