Decía Bruce Barth en una de las veces que presentó a la banda, que ésta es como una familia y todos los que forman parte de ella importan. Claro, para no hacerlo, pues la constituyen solo tres músicos: el propio Bruce al piano, la contrabajista Roz Macdonald y el baterista Stephen Keogh. Roz es muy buena en lo suyo, pero el instrumento atacado es siempre el más gris en un combo de jazz, al menos que sea la persona detrás de él quien lidere el grupo y tenga un protagonismo extra. ¿Injusto? Sin lugar a dudas.
En la otra cara de la moneda, Stephen Keogh, al que hay que querer, por varios motivos. Podía ser tu tío Alfonso en la vestimenta, y luego está esa forma canalla de beber agua en una copa de cava; también por cómo toca su instrumento, que es lo más parecido a si 1959 fuera todavía el futuro. Lo de coger la baqueta de la mano derecha por la mitad me llamó la atención; ¡para mí no sería nada sencillo agarrar la baqueta por esa zona y tener cierta fluidez! No es una pose, es que el tipo toca brillantemente en esa tesitura de jazz lejano. Respondía de maravilla a Barth en los acentos, aportó figuras muy especiales y se pasó el 90 por ciento del bolo metido en el ajo, con los ojos cerrados. Cuando una pareja habló un poco más alto de lo debido, levantó la vista y lanzó la mirada de la muerte. Lo dicho, mi nuevo héroe.
Bruce, finalmente, ejerció de estupendo líder, charlando con la audiencia entre canción y canción, con una gracia digna de los músicos de su tierra (nació en la tierra de Van Halen, Pasadena; luego se crió en New York), y tocando con un toque y un tono maravilloso. Es jazz templado lo suyo, lo que conocemos como cool, con espacio para el blues y las baladas, pero con una lucidez inspiradora para la improvisación. Hicieron tres versiones, de Irving Berlin, Miles Davis y Thelonious Monk. Pero hubiera agradecido más material propio, ya que canciones como «Afternoon in Lleida», «Peaceful Place» o «Song For Alex» (dedicada a su hijo) no se oyen tan frecuentemente.
Quiero pensar que volverá en breve, pues Bruce salió encantado con la forma de trabajar que tienen en Jamboree. Personalmente, necesitaba una noche como la que ofrecieron Bruce y sus compinches: durante una hora y diez, ¡dejó de dolerme la rodilla derecha! Así que cuanto antes vuelva a enfrentarme en vivo y en directo a sus prodigiosas composiciones, mejor.
Texto: Sergio Martos
Fotos: Alberto Belmonte
En el bolo de las 19h si que hizo Afternoon in Lleida