Supongo que una de las mejores cosas de ser una leyenda de la música es ser consciente de que siempre vas a estar rodeado de grandes músicos. De ser consciente de que tu legado nunca perecerá porque siempre habrá artistas que te consideran referente y que, directa o indirectamente, impedirán que tus canciones se diluyan con el tiempo.
Desde Roger Waters a Jamiroquai, esta es una máxima que cada vez tengo más clara. Puede que la cabeza visible y creadora no esté en su mejor de las formas, ya sea por el paso del tiempo o los excesos o ambas, pero si está bien secundado, no tiene mucho por lo que temer. En el caso de Alan Parsons, puede estar relajado y satisfecho. En la noche de ayer su banda dio un ejemplo maravilloso de lo que es un recital en el que solo importa la música y el respeto por una trayectoria tan elegante como atemporal.
En un recinto a reventar, copado de gente que pasa de sobra la cincuentena, también había treintañeros que se sabían todas las canciones, desde los grandes éxitos como “Eye in the Sky” o “Don´t Answer Me” a temas menos populares como “Damned If I Do”. Una grata sorpresa que define muy bien lo que es un proyecto ya anacrónico.
Decía mi padre siempre que “un buen jefe no es el que más manda, sino el que mejor dirige” y esa frase rondó mi cabeza durante gran parte del concierto. Ver a Alan Parsons aferrado a su bastón y sentado en lo alto, como un gran Buda, dejando hacer a una banda donde cada miembro tiene clarísimo su rol y en el que el protagonismo se reparte en igualdad de condiciones.
Tiene que ser fácil cuando todos son buenísimos. De la rasgada y majestuosa voz de P.J. Olsson al bajo de Guy Erez o el saxo de Todd Cooper, es un lujo presenciar un directo así, con un sonido nítido y un elenco envidiable. Puede estar tranquilo el señor Parsons y puede estar tranquilo Eric Woolfson, allá donde esté.
Más de hora y media de espectáculo y regreso a una época dorada a la que el paso del tiempo parece reconocerle su labor. Un concierto inolvidable donde todos ignoramos por un rato de los nuevos formatos y esos experimentos que quieren vendernos como conciertos. Música en su estado más puro.
Texto: Borja Morais