Aunque el título – traslación literal del original francés – puede no parecer afortunado, no es inoportuno, puesto que hace alusión al que puede considerarse momento climático de la narración: el intento de un niño, más bien un adolescente, por conocer a su padre. Ese chico es alemán, su padre es francés. Es uno de esos “hijos de padres enemigos”: vástagos de las fuerzas de ocupación durante las guerras; el personaje del narrador descubrirá la verdadera magnitud de ese fenómeno durante su indagación acerca de ese niño, hoy día un jubilado apacible, puesto que ese muchacho es hijo de su abuelo, hecho que descubrirá en el funeral de este.
En crisis personal —un divorcio muy civilizado— pero también creativa, no es extraño que el personaje del narrador vea una oportunidad en el hecho de investigar la existencia de ese tío hasta ahora desconocido, ni que sea para sustraerse al tedio. De manera solvente, eludiendo casi siempre la previsibilidad y los lugares comunes, Prudhomme no cuenta con el vigoroso pulso de Emmanuel Carrère ni tampoco envuelve su investigación con la bruma atmosférica a la par que estilística que caracterizan las incursiones en el pasado de Patrick Modiano, pero El Niño del Taxi es una agradecida y simpática lectura.
Cristóbal Cuenca