Encuentros

The Head and the Heart, después del atardecer

Foto: Shervin Lainez

No ha comenzado siquiera el verano y ya hay quien añora el otoño. Se trata de Jonathan Rusell (voces, guitarra, percusión) de The Head And The Heart, quien nos ha dedicado unos minutos para hablarnos de su nuevo disco, Aperture. Álbum que busca reconectar con aquella manera de crear genuina y auténtica que la banda ya experimentó en sus inicios. Naturaleza, músicos que son ante todo oyentes y coches patrulla son los matices  de esta banda indie-folk, que con Aperture empieza a ser reconocida también por la crítica.

 Antes de nada, ¿cómo están tu corazón y tu cabeza?

Sobreviviendo. Aunque cada vez más en sintonía.

Un rayo de esperanza atraviesa “Cop Car”, ¿de dónde viene?

Empiezo a creer que todos los seres humanos quieren luz, amor, hacer las cosas bien. Cop Car usa la imagen del coche patrulla como símbolo para conectar distintos ejemplos de lo que significa tomar decisiones y enfrentarse a sus consecuencias. Incluso si nunca has estado en un coche patrulla, puedes imaginarte sentado en el asiento trasero, con las luces azules parpadeando, en ese trayecto de la vergüenza, mirando por la ventana, pensando en todo el lío en que estás metido. Es como un péndulo que va de un extremo al otro: cuando regresa, inevitablemente sientes culpa, te preguntas por qué has dejado que las cosas llegaran tan lejos. Por eso ahora quiero que todo lo que haga esté más cerca de la luz, inyectar amor en el mundo en lugar de dolor. En fin, no te metas en ningún coche de policía simbólico.

 Con Aperture habéis apostado de nuevo por el DIY, ¿a qué se debe este cambio?

Con Every Shade of Blue, que fue el disco anterior, la pandemia nos obligó a trabajar cada uno desde su casa, en estudios improvisados. Experimentar sin límites reales fue divertido; pero, después, en directo, necesitas todos esos detalles, todos esos “adornos”, y acabas sintiéndote un poco como una marioneta en el escenario, reaccionando a todos los sonidos pregrabados.

Nosotros ya habíamos vivido, en los inicios, aquella sensación de libertad total, más salvaje, más “gorila”, donde podías sentirte completamente vivo. Así que después de dos o tres años de gira con ese disco, teníamos muchas ganas de volver a algo que se sintiera más humano. Y así fue como empezamos a componerlo: todos juntos, en una misma habitación.

 

Cuéntanos acerca del proceso compositivo de “Beg, Steal, Borrow”.

Kenny, que toca el piano, fue clave. La compusimos un poco alrededor de sus partes de piano, reaccionando como banda a lo que él tocaba. Hicimos una grabación sin ninguna voz encima, y Matt se la llevó a casa, a Seattle, y terminó lo que ahora son la letra y la melodía de Beg, Steal, Borrow.

Una de las cosas más divertidas del disco es que, como hay tantos compositores en la banda, a veces yo mismo me sentía como un oyente más, preguntándome: “¿Esta canción es sobre mí? ¿O es sobre nosotros?”. Por ejemplo, hay una línea en West Coast que dice: “There’s no direction in your heart, find a better way to start”. Y me quedé como… “Wow. ¿Está hablándome a mí?” Al final, las mejores canciones son aquellas en las que puedes proyectar tu vida.

Cuáles dirías que han sido tus influencias, más allá de las musicales.

La naturaleza probablemente sea mi mayor fuente de curiosidad y alegría. Cuando una ráfaga de viento me golpea la cara o empieza a llover, me siento menos como un humano que controla su destino y más como un punto en el lienzo del universo. Y luego está la literatura: después de escribir un disco, te quedas como agotado, quieres como limpiar o sacar esas cosas viejas que se quedan rondando. Y para ello, en mi caso, leo mucho. Últimamente he estado leyendo novelas ambientadas en China. No sé mucho del país, pero me atrae sin saber por qué. Incluso he estado escuchando música tradicional china. Es fascinante.

Finally free y Aperture son un cierre genial. ¿La estructura del disco fue casual o estuvo medida?

Siento que muchas bandas evitan dar crédito a su sello o al A&R, porque no queda cool. Pero, en este caso, estamos con Verve, que hizo cosas muy geniales, sobre todo en jazz—amo el jazz. Y Dahlia, nuestra A&R, fue determinante en el orden del disco: había seis canciones terminadas que no entraron. Con Every Shade of Blue lo metimos todo, y el resultado fue disperso. Dahlia nos dijo: “Estas canciones son buenas, pero creedme cuando os digo que si las sacáis, será toda una declaración”. Te mentiría si dijera que al principio estuve de acuerdo, pero, afortunadamente, decidimos confiar en ella. Cuando nos devolvió el orden final y lo escuché, me voló la mente.

Texto: Sara Moa

 

 

 

 

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