Oficialmente estamos ante el tercer disco – cierto es que el primero se suele considerar circunstancial y poco relevante – de Will Hoge, tras Spoonful (1997) y Carousel (2001), aunque también podemos considerarlo como una novedad, porque el subtítulo Will’s Version no es baladí. Publicado originalmente en 2003, el de Franklin (Tennessee) quiso reeditarlo en formato vinilo, y cuando fue a intentar hacerse con los masters originales para remezclarlo y adaptarlo al formato, se dio cuenta de que los archivos habían desaparecido. Ni corto ni perezoso, decidió reunir a una serie de colegas (Christopher Griffiths, Atom Willard, Mark Masefield, Butch Walker, Nathan Keeterle y Julia Hoge) para regrabar ¡todo el disco! Y, en contra de lo que podríamos esperar, la versión obtenida, y editada ahora con diferente portada, es más cruda que el original. No es que falten arreglos, es que la producción ha apostado por la sobriedad y ha convertido el disco, más de veinte años después, en heredero directo de aquel Dance Naked (1994) de John Mellencamp. No hay canciones nuevas, ni anzuelos para el fan de siempre. Porque suficiente motivo para acercarse a él ha de ser ver el contraste entre unos temas grabados en Los Ángeles por un músico que empezaba respecto a los mismos registrados en Nashville, más de dos décadas después por un artista contrastado. Y vale la pena. Es rock americano en vena con un Will Hoge que disfruta de revivir la juventud y la locura de sus primeros pasos desde la atalaya en la que lo sitúa una carrera más que consistente. Así que no lo duden, ha de estar en su colección.
Eduardo Izquierdo
