Lo mejor que puede decirse de un EP, es que se hace corto. O, lo que es lo mismo, que te deja con ganas de más. Y la carta de presentación en formato físico (¡por fin!) de The Mild Antics, se disfruta en la misma medida que cumple dicha sensación. Y no tanto porque uno sepa que guardan en la cartera bastantes temas de igual o incluso superior nivel, sino porque estas cuatro canciones, esos diecisiete minutos, pasan en un suspiro.
Pero más allá de ese (bendito) interruptus, lo que está fuera de duda es que con este póquer de “ejemplos”, la banda ha sabido ofrecer un concreto y muy revelador muestrario de todas sus virtudes: el impecable sentido de la melodía, esos luminosos arabescos en las guitarras y la ironía que sobrevuela buena parte de sus versos son marcas de fábrica expuestas con inspiración y honradez. Ya sea denunciando el mercantilismo y la comercialización de los iconos pop («David Bowie’s on sale») o la progresiva idiocia que nos machaca las neuronas desde las redes sociales («The best 28-second cat video you’ll see today»), Andy Szwejkowski reivindica el rock clásico, elegante, ese que traza una línea desde Ray Davies y Kevin Ayers hasta The Jazz Butcher o Peter Bruntnell; referencias muy british a las que contraponen su amor (obsesión, en realidad) por aquel muchacho de Duluth en la notoriamente dylaniana «Oh, Jack!».
Y como el as en cualquier mano ganadora, la joya de la corona brilla con luz propia en «All wrong», compendio de todo aquello que hacen bien, con las seis cuerdas de Stephen «Woody» Godfrey en estado de gracia y la sección rítmica de Darius y José aportando sólida argamasa a una de esas pequeñas obras de arte que piden a gritos ser descubiertas por un público mucho más amplio.
Puede que esta pequeña y limitada tirada les dé un empujón hacia ese superior estatus que a todas luces merecen, o puede que tengan que seguir remando contracorriente en este mundo medio sordo. Sea como sea, quien les dé una oportunidad, tiene la recompensa asegurada.
Eloy Pérez
