Me enervan los discos del trío australiano The Necks, y eso que tengo la espalda ancha. Pero los discos deben ser una cosa y el directo otra, pensé. Coincidió no solo que fui recomendado a asistir a su concierto por un par de colegas, sino que la prestigiosa revista inglesa Jazzwise les destacaba entre lo que había que ver en el mes de mayo.
«Son capaces de crear un sonido distintivo mediante patrones repetitivos, construidos lentamente hasta alcanzar un efecto hipnótico, al mismo tiempo sonando nuevo y excitante», leí.
Todo eso es cierto. Para ponernos en situación, lo suyo es como el ruido de una cascada por la que de tanto en tanto confluyen cosas. Pero mientras que el ruido del agua y el ambiente natural te podría llevar a un estado semicomatoso de profunda relajación, en los Necks eso solo sucede durante los primeros diez minutos de la primera de las dos canciones que interpretan en su recital. Después se transforma en algo que deja de ser hermoso para pasar a ser disonante, feo y repetitivo. Es como la banda sonora para una película de terror claustrofóbica, pero a la que tampoco temes porque sabes que en algún momento acabará por dejar de ser interesante y te hará perder la concentración.
De los dos cortes (divididos cada uno en un set, ya que hubo intermedio), el segundo empezó, ciertamente, con algo más de emoción y un enfoque diferente. No cabe duda de que el pianista Chris Abrahams es extraordinario, que el efecto que crea Lloyd Swanton con el contrabajo es más que inquietante, y los coloridos del batería Tony Buck, que se permitió el «gusto» de no tocar la caja de su instrumento salvo por un par o tres de golpes, son originales, poco tradicionalistas. Pero debieron pensar que se estaban dejando llevar por los convencionalismos y tardaron poco en volver al estado suyo habitual, el de las disonancias.
Alguien leerá esto y dirá que el que firma no tiene ni la más pajolera idea de lo que dice. Y, probablemente, tenga razón.
Texto: Sergio Martos
Fotos: Alberto Belmonte
Con dos cojones! Poca gente dice lo que piensa.