Confieso que llegaba a Razzmatazz con las expectativas justas. Stereophonics nunca han estado entre mis grupos de cabecera (ni siquiera entre los más escuchados). Y es que siempre los he visto como una banda menor de aquello que se vino a llamar britpop. Una banda que, aún con sus cosas buenas, ha quedado más bien en segunda fila, muy lejos de Pulp, Blur u Oasis. Un grupo que ha ido sobreviviendo más por inercia que por inspiración. Para mí, qué queréis que os diga, siempre han sido un grupo de festival tipo FIB en sus años menos brillantes. Y, aun así, tengo que reconocer que no salí decepcionado de su bolo.
El concierto, con entradas agotadas y un público eminentemente extranjero (anglosajón en realidad), fue más una celebración de grandes éxitos que una presentación real de su último disco, Make ‘em Laugh, Make ‘em Cry, Make ‘em Wait. El arranque fue potente con “Vegas Two Times”, una de las pocas ocasiones en que realmente sacaron músculo. A partir de ahí, el setlist alternó medios tiempos británicos con momentos más eléctricos, sin grandes sobresaltos.
La voz de Kelly Jones, aunque menos nítida que en estudio, conserva esa textura rasgada y melódica que funciona especialmente en canciones como “Maybe Tomorrow”, interpretada en clave íntima y que logró emocionar pese a una ejecución vocal algo desdibujada. Y es que Jones no es un frontman especialmente carismático en el sentido clásico, pero sabe perfectamente sostener un concierto.
En general, el directo fue sólido, sin fuegos artificiales, pero bien ejecutado. Los puntos altos llegaron con clásicos como “Have a Nice Day”, “Just Looking” o “Mr. Writer”. En “Geronimo”, un saxo inesperado y un solo final de Kelly Jones aportaron algo de empaque. Y fue precisamente en los temas nuevos donde pude encontrar alguna sorpresa. Tanto “There’s Always Gonna Be Something” como “Make It on Your Own” funcionaron muy bien en directo, mostrando que al menos han subido medio peldaño con su último álbum respecto a sus trabajos más olvidables.
Aunque, si me tengo que quedar con un momento, fue el de la accidentada versión de “C’est la vie”, que tuvieron que reiniciar dos veces tras olvidarse la letra (la tercera tampoco fue perfecta, pero al menos salió adelante). Para acabar, por supuesto, cerraron con “Dakota” como clímax inevitable. Ese tema, que hace veinte años sonaba a zeitgeist británico, ahora se ha reciclado como un tema clásico de pop-rock efectista.
Ciertamente, Stereophonics tiran de una fórmula sencilla, a veces incluso predecible, pero que funciona. Canciones fáciles, con desarrollos que no sorprenden, pero del todo disfrutables y que, además, se te acaban pegando. No ofrecieron un concierto inolvidable, pero sí una noche correcta, sin pretensiones, y eso también tiene mérito. En tiempos donde todo parece tener que ser trascendente, hay algo refrescante en dejarse llevar por estribillos hipercoreables que, al menos, te hagan sentir mejor.
Texto: Álvaro Rebollar
Fotos: Fernando Ramírez