En febrero del año pasado Ramoncín nos visitó, en una sala más pequeña, con el rombo pintado en el ojo y ofreciendo una barbaridad de concierto, de esos que te reconcilian con el pasado, aunque de salida uno no era muy fan de lo que hacía en aquellas décadas que parecen tan lejanas e idealizadas. Pero aquella actuación convenció sin ambages, fue de esas que marcan y consolidan la idea de que el camino del Rock es el escogido, aunque no sea el más recto ni cómodo.
Y el artista volvió a Bilbao, una de esas plazas que le quieren y que él estima de la misma manera. Su monólogo sobre sus primeras visitas a la Villa lo dejaron claro, un auto ejercicio de nostalgia que siempre viene bien y une más con la fiel audiencia que tiene por aquí. Pero el concierto del Antzoki no fue el mismo que hace un año. Dos horas y veinte, muy largo y agradecido por sus fieles, pero que tuvo dos partes diferentes. El inicio enérgico y el final con menos revoluciones. De más a menos, aunque la primera parte fue maravillosa, el chorro de voz del madrileño sigue siendo de otro mundo, su actitud va a la par y la banda que lleva (siete en escena) da el nivel que se espera de sus escuderos.
Con temas como el inicial “No volarán” y los que le siguieron como “Sangre y lágrimas” y “Putney Bridge” (algún día habrá que hacer un debate sobre por qué es la canción que, seguramente, más gusta de su repertorio en Bilbao, cosas de la conexión bizkaína con el Punk inglés, supongo…) nada puede ir mal. Es que el repertorio es demoledor, nadie lo puede negar. Y si te pones a escuchar las letras con atención, nada ha cambiado demasiado, sólo algún envoltorio vital.
Y mientras seguía soltando temazos en su primera visita al Antzoki (aunque parezca extraño) como “la chica de la puerta 16”, “Chuli”, “Cuerpos calientes”, “Como un susurro” o “Rock´n´Roll Duduá” pues la intensidad (que no la calidad) parece que bajó, menos revoluciones, más intimista, con bajada a cantar entre el público, sentado en la tarima, otro rollo. ¿Bueno? Por supuesto, pero menos feroz.
Y enfilando el final, “Ángel de cuero” o “Miedo a soñar”. Larga se hizo “Al límite” con la presentación de la banda y extrañamente lenta y final de fiesta con “Hormigón, mujeres y alcohol” (Ramoncín chapurreando euskera en este tema es algo que se agradece porque lo hace como homenaje a su público, no es un clásico postureo). Todos contentos, tanto sus fieles habituales como otra gran parte del público que tenía alma de tardeo (esa planta invasora del ocio, esas citas para divorciados y divorciadas con ganas de sentirse malotes) y que, curiosamente, no estuvo presente el año pasado. La excelencia estuvo sobre el escenario, de eso no hay dudas ni discusiones.
Texto: Michel Ramone
Fotos: Dena Flows
Totalmente de acuerdo. Empezó muy intenso y fue bajando esa fuerza. Ese par de canciones sentados nos sirvió de pausa y me gustó. Lastima para las filas de atrás por la visibilidad. Se me hizo larga «Al limite» sobre todo en la presentación de la banda. Y me llamó mucho la atención los detalles en la similitud a Springsteen (momento que se tiran al suelo por citar uno). Primera vez que le he visto y espero que no sea la última. Me ha convertido en un gran fan!!