Siempre hay algún drama en torno a Michael Schenker. La última vez que le vi no solo no apareció Graham Bonnet cuando su presencia estaba anunciada, sino que la cinta de introducción no funcionó y el propio guitarrista, esperando no ser visto tras la oscuridad del escenario, se presentó a sí mismo: «El guitarrista conocido por haber tocado con Scorpions y UFO, el gran Michael Schenker». Ridículo, ¿eh?
Esta vez, el cantante Erik Grönwall tuvo que abandonar la gira por un problema familiar justo antes de que la banda ofreciera su concierto en Madrid. Así que un chico llamado Roberto Dimitri Liapakis llegó para salvar los muebles y así fue; los salvó. Hay quien piensa que el tipo no estuvo a la altura de lo que se esperaba de una noche en la que Michael recuperaba todo su arsenal UFO (My years with UFO se llama la gira, a rebufo del disco que publicó recientemente, en el que tocaba canciones de su vieja banda acompañado de cantantes de cierto renombre).
Pero, ciertamente, yo no esperaba un clon de Phil Mogg, porque no fui a ver a Phil Mogg. Roberto aterrizó en la banda 48 horas antes del concierto en Barcelona, se aprendió 16 textos de 16 canciones, se mantuvo en el frente del escenario con soltura, sin querer destacar más de la cuenta, y actuó como un verdadero profesional. He visto peores cantantes acompañando a Michael, cantantes que no tenían la ansiedad de acometer un trabajo tan importante como el de actuar enfrente de mil personas después de haber recibido una llamada de urgencia. ¿Alguien recuerda el concierto de 2012 con el patán de Doogie White berreando encima de todos los clásicos? Pues eso.
Solucionado ese percance, solo quedaba disfrutar. El repertorio fue imbatible, formado por gran parte de lo incluido en el eterno Strangers In The Night y «Can You Roll Her» y «Reasons Love» (ambas de No Heavy Petting) como evidentes sorpresas. La banda tocó lo que tenía que tocar, sin aspavientos extra que enturbiasen el tributo al legado de UFO. Y luego está Michael, que pese a sus locuras y los dramas inesperados (una constante en su vida desde los días de Scorpions), toca como un ángel.
Esto no resultará sorprendente para los conocedores de su carrera, pero sí que sorprende el hecho de que en 2025, 50 años después de haber escrito la mayoría de canciones que sonaron en Apolo, el tipo siga manteniendo el tono, la pulsación, la digitación y la intensidad. Ni un solo guitarrista de su generación ha llegado a la actualidad del modo en el que lo hace Schenker. Envidiable. Tan envidiable como verle con su gorro de pelo ruso y que no le caiga ni una sola gota de sudor.
Confía siempre en tus viejos ídolos. Solo ellos son capaces de dejarte entrar en el cielo si tener que pedir permiso a San Pedro. Schenker lo hizo con el solo de «Rock Bottom», con los ligados de «Love To Love»… Llovió toda la tarde en Barcelona, pero Schenker trajo el sol de vuelta con todo ese arsenal.
Texto: Sergio Martos
Fotos: Marina Tomás Roch