Distinguida y variopinta velada la ofrecida, por El Molino, la noche en que el puente del primero de mayo podía haber causado estragos en cuanto a audiencia. Ciertamente, no saltaron de alegría los promotores, pero la exquisita sala del Paral·lel barcelonés, tanto en el concierto de James Brandon Lewis Trio como en el de Matt Elliott (el que nos ocupa), ofreció un aspecto generoso y un público entregado a dos propuestas diametralmente opuestas. Nadie puede quejarse, el envite era espinoso.
La propuesta de Third Eye Foundation comenzó en 1996 con un disco titulado “Semtex”. Transcurridos siete años, al señor Matt Elliott, ideólogo de la propuesta, se le ocurrió cambiar de traje y convertirse en una especie de cantautor folk-electrónico que, sin renunciar del todo a los enchufes, oscureció su discurso para conectar con el mundo de Seeger, Cohen o Waits.
A ninguno de los mentados se les hubiera ocurrido utilizar samplers y cosas alejadas del título, llamémoslo, orgánico o eso creemos. Sin embargo, el de Bristol (nos lo confesó al acabar su enigmático concierto), aun queriendo girar su querido calcetín, nunca ha renunciado a sus querencias. Así lo demostró con “The Maid We Messed”, pieza de despedida y en la que lo electro barrió a lo acústico, género que, en general, dominó su presencia o actitud.
Cuando le bauticé (cariñosamente) como Mr. Loop, Elliott no frunció el ceño. Es muy probable que canciones como “What’s Wrong” funcionaran sin ningún tipo de efectos, su valía, desnuda, puede con el efectismo. No obstante, su vida o substancia sonora, se basa en conjugar la sencillez acústica (guitarra y saxo tenor) con el sensacionalismo que siempre le ha caracterizado y no es una crítica, que conste.
Todo el repertorio escuchado gozó de calidez, sensibilidad o ternura maridada con cierto desconsuelo y aparentó ser un mini grupo oculto, dirigido por un hombre orquesta modernizado. Exceptuando “Guillotines for Billionaires” (no se corta un pelo) con aires de sonido NOLA, con voz distorsionada y primicia de su próximo álbum, el resto del “set” perteneció a “Drinking Songs” (2005), más tarde trasladado al directo en el, también, imprescindible, “Drinking Songs Live 20 Years On” (2024).
Si les van las matemáticas, habrán apreciado que Elliott le rinde homenaje en su nuevo tour; no desvelamos nada. No es nada extraño que “The Guilty Party” (unida a “Also Ran”) sonara al tema principal de “The Godfather” o que “A Waste Of Blood” la dedicara a los niños muertos en Gaza, silbando emocionadamente. Aunque parezcan cosas distantes, les une la melancolía, distintivo ineludible en toda la obra reciente de Matt Elliott, un tipo tan chocante como talentoso.
Agarrarse al británico no es sencillo, se lo aseguro, el propio paladar deberá saber o definir la real categoría. En mi humilde opinión, nuestro modesto protagonista es capaz de transformar el conflicto (léase nuevas tendencias) en belleza y transformar la, teórica, depresión de su estilo actual en esperanza. El chute de energía de James Brandon Lewis lo remató Matt Elliott con un hermosísimo e incalificable clímax enfrentado. Bendita noche de contradicciones.
Texto: Barracuda
Fotos: Marina Tomás Roch