Un día después del gran apagón que dejó (literalmente) toda España a oscuras, Divorce aterrizaban en la Sala VOL de Barcelona (tras una cancelación de su bolo en Madrid) para presentar Drive to Goldenhammer (2025), su fascinante debut. Para unos británicos que cantan al desplazamiento, al tránsito emocional y físico, al hogar nómada, no deja de ser irónico haber vivido este paradójico acontecimiento justo antes de su primer show en la ciudad.
Los de Nottingham abrieron con “Fever Pitch” en un arranque a capella, algo contenido que fue ganando cuerpo a medida que Tiger Cohen-Towell, bajista y una de las voces del grupo, iba demostrando su carisma. El grupo, que se reparte las voces entre ella y Felix Mackenzie-Barrow, no tardó en sacar músculo con “All My Freaks”, un tema que parece sacado de algún spin-off tropical noventero de Twin Peaks, con guitarras que se enroscan.
Para cuando llegó “Gears”, con Felix al frente, la cosa ya sonaba a ese country deformado que los emparenta con boygenius o incluso con la versión más desértica de Wilco (ellos mismos se han llegado a definir como una mezcla entre Wilco y ABBA). Y es que Divorce se mueven entre el country, el indie rock, el post punk y un gusto muy británico por el pop retorcido.
Poco a poco fueron tocando las canciones más redondas de su primer álbum junto con canciones de sus EPs y singles anteriores, como “Jet Show” y su acercamiento al country con aristas; “Karen”, que arranca en la contención más folk y termina convertida en una especie de power ballad, fue introducida por Tiger como un homenaje sincero a Karen Carpenter; o “Parachutes”, cercana al universo emocional de Phoebe Bridgers en solitario.
Algunas canciones intermedias del set, como “Pill” o “Scratch Your Metal”, aunque sonaron bien, dejaron cierta sensación de dispersión. Eso sí, cuando aciertan, aciertan fuerte. “Antarctica” es una delicia con aroma a campo que en directo suena mucho mejor (mi favorita); en la pausada “Old Broken String” Felix se luce con la voz y deja un solo tranquilo y perfectamente ejecutado al final; y “Where Do You Go” sonó como un cruce entre los Arctic Monkeys de AM y algún tema de alguna banda sonora perdida de James Bond. Ya en el bis cayeron “Lord”, un clásico de este 2025 sin discusión posible en la que Tiger recuerda por momentos a la Adrianne Lenker más enérgica, y para rematar, “Hangman”.
En algún momento pensé en King Hannah. No porque se parezcan (que no), sino porque ambas bandas británicas tienen una filia poco disimulada por lo norteamericano, por los sonidos que cruzan desiertos y beben en moteles. La diferencia es que King Hannah tira más a la americana más folk y cruda, mientras que Divorce, sin llegar a tocar country clásico, lo hibridan con el post-punk y el pop. Son de los pocos grupos británicos recientes que no intentan sonar como todos los demás, que son capaces de salirse de toda esa movida post-rock arty o del revival guitarrero para proponer algo distinto. Y eso ya dice mucho de ellos.
Divorce están en ese momento en el que tocan bien, cantan aún mejor y tienen talento de sobra. Sin embargo, y desde el punto de vista del que esto escribe, aún no han llegado a encontrar del todo “su” sonido. Son una banda sobrada de talento con un presente notable, pero en el futuro seguro que llegarán a mucho más. Habrá que seguirles la pista.

Antes de ellos tocó la cantautora irlandesa Elle León como telonera, presentando su álbum The Musical, una especie de pop de raíces con ecos a Faye Webster o Alice Phoebe Lou. Muy, muy bien.
Texto: Álvaro Rebollar
Fotos: Marina Tomás Roch