El inexorable paso del tiempo hace que el punk esté por cumplir cinco décadas de acción por la tangente. Y dentro de ese lapso temporal, Bad Religion han soplado 45 velas. Lo han hecho contra viento y marea, con idas y venidas, algunos álbumes memorables y otros no tanto pero, sobretodo, ofreciendo una cantidad ingente de actuaciones en directo, muchas de ellas en suelo hispano.
Esta vez no se trataba de presentar su enésimo disco, sino de hacer restrospectiva y despachar una retahíla de himnos californianos con sello propio. Los de Greg Graffin rescataron títulos de todos sus discos importantes, que no son pocos, para superar la veintena de canciones, contentando a su numerosa y entregada audiencia. En cuanto Mr. Brian Baker rasgó los primeros acordes de «Recipe for Hate», arrastrándolos con cierta languidez para acto seguido escupirlos a toda velocidad, supimos que la velada prometía.
Entre canción y canción, Graffin debatía con su viejo amigo Jay Bentley sobre detalles de su larga trayectoria o el año de las canciones que acometían. Se les veía felices de estar ahí, haciendo lo de siempre, junto a sus fieles. Pero el verdadero entusiasmo se vivió a pie de pista. Son muchos años de aprendizaje, de vivencias ligadas a esas canciones, y sus fans madrileños vivieron con intensidad cada riff, cada estribillo y cada armonía vocal (o «oozin’ ahs», como gustan de llamar desde la propia banda). En manos de la formación actual de los angelinos, canciones primigenias como las de Suffer (1988) o How Could Hell Be Any Worse (1982), vencieron y convencieron, sustentadas en la apisonadora rítmica del inefable Jamie Miller.
En tiempos donde la parafernalia escénica impera, se agradece la ausencia de artificio de los del sur de California. Una austera pancarta con su logotipo, buen sonido, un repertorio impecable y actitud. No hace falta nada más. El único reproche es, quizás, la falta de ritmo entre canciones en determinadas fases del espectáculo, pero nada que no podamos perdonarles. Están en plena forma, son adorados y ya trabajan en un nuevo disco, así que queda Bad Religion para rato. Seguiremos celebrando pues.
Previamente, subieron al escenario Belvedere, los catalanes Crim, Strung Out y Agnostic Front. El firmante pudo sumarse a la velada a partir de la actuación de Strung Out. Los de Orange County, también con veteranía, mostraron un nivel técnico plausible, todavía en frío, desplegando un punk-rock de impecable factura. Se debaten entre la melodía californiana y el metal core, encontrando un buen equilibrio entre ambos.

Un concierto de Agnostic Front es un viaje a la «Old New York» de los 80. Al NYHC más combativo e identitario, del que los de Roger Miret son leyenda. Su anacronismo es casi bandera. Van a contracorriente con orgullo, en un mundo y una escena que dista y mucho de la que les vio nacer. Sonaron contundentes y, aunque su rictus musical es serio, Miret y el casi septuagenario Vinnie Stigma se lo pasaron en grande a base de testosterona, himnos para corear de forma multitudinaria y mensajes de hermandad.
Texto: Daniel González
Fotos: Salomé Sagüillo