
Si quieres preguntar en inglés, yo contesto en español. La relación de Paul Collins con España viene de lejos, de cuando The Beat promocionaban sus discos rodeados de pompa y presupuesto, aterrizando justo en el floreciente Madrid de los 80, un momento y un lugar que cambió la vida del batería de los Nerves.
Tras una primera cita virtual infructuosa, volvemos a contactar vía Zoom con el músico americano, uno de aquellos artistas a los que esta revista no necesita gastar tinta de imprenta para contextualizarle. Y enciende la cámara de su casa en Nueva York para contarnos su expedición de temas non stop de Nerves y Beat, que en España son 5 de junio. Canopy Castellana Madrid; 6 de junio. Loco Club, Valencia; 7 de junio. Sala Upload, Barcelona.
En esta nuevo proyecto tenéis tres fechas en España.
Y viene detrás de fechas en Francia; Estocolmo y a partir de ahí, diez fechas en Europa. Es una gira grande, pero por partes. Empieza ahora, en Estocolmo, en la Melody Box. Y luego bajar Malmö, Copenhague, Berlín…en sitios clásicos de rock and roll.
Una gira con los mejores temas de los Nerves y The Beat.
Así es. Tocaremos todos los clásicos sin parar; para eso, necesito mucha fuerza. He ensayado todos los días, ya que es una hora sin parar. Ni hola ni adiós. Es como la energía de un tren.
¿La idea vino de ti?
Sí, y nadie ha protestado (risas).
¿Tienes relación con Peter Case todavía?
Sí, pero es como el trato de parejas divorciadas. Son relaciones muy delicadas. A veces bien, a veces mal. Por mi parte yo no tengo ningún problema. Tengo un montón de respeto para Peter como músico, como cantante, y creo que es uno de los mejores, pero él sigue su ruta personal. Realmente, hay poca gente quiere revisitar sus pasados como yo estoy haciendo con este gira, porque yo siempre he seguido este itinerario. He tenido una carrera con discos de power pop y americana, de todo, y estoy orgulloso de ello. Y claro, una parte de este negocio es así. Tienes que vender tú mismo. Y llegó el momento de decirme, joder, vamos a juntar todas estas joyas, que son joyas. Unas escritas por Jack, otras por Peter, otras por mí. La primera vez que tocamos dije, wow, no falla ninguno de estos temas.
El primer concierto con este espectáculo ha sido en Japón, con tres músicos japoneses de los Fadeways, y la gira allá fue fantástica. Y desde ahora es como un poco como una obra de teatro, damos al play, tenemos el guion es esto y hacemos el mismo bolo. Ahora yo voy a hacerlo con los Manikins, que vienen de Estocolmo, luego en Francia con los Suttles, provenientes de París y claro, con Juancho y Octavio y Ginés, que son los músicos que llevo más tiempo, 15 años.
¿Cómo conociste a Juancho?
Hay una foto que está en Facebook de Juancho con 17 años en León conmigo y con mi viejo bajista Stephen Huff, cuando nosotros llegamos a España en los 80s. Y después, cuando yo estaba viviendo en Madrid e iba a empezar de nuevo mi carrera con Flying High (Lucinda Records, 2006), Juancho se parece como mánager y luego como bajista para grabar Ribbon of Gold (Lucinda, 2008).

Ya sé que es una pregunta muy típica, pero en relación con Japón, el tipo de música que hacéis ahí tiene, desde siempre, mucha aceptación, pero en España, por lo menos, no me lo parece. Eso no quita que las veces que he ido a tus conciertos siempre los he visto bastante animados.
España, para mí, es mi segunda casa. Mi hijo es un sándwich mixto, hijo de madre española. Tuve la gran suerte de vivir en Madrid y trabajar en España durante la movida. Y eso fue increíble.
Cuéntame un poco de esa etapa, porque sé que montaste un bar, ¿verdad?
Eso fue después. Cuando nosotros llegamos a España, estábamos Stephen Huff y yo, que después la separación de The Beat, seguimos trabajando juntos. Estaba viviendo en Nueva York y un día me llama un tío John Pita, que era socio de Pepe Ugena, y tenía dos tiendas de discos Record Runner, una aquí en Nueva York y otro en Madrid. Un día Pepe estaba en New York comprando discos y quedamos para comer en un mexicano, lo recuerdo como ayer. Y me proponen lo siguiente: mira, vamos a hacer un concierto en Madrid. Y después de este concierto, ya fui a vivir en Madrid, como cuatro años. Este fue el enganche de mi carrera con España.
La primera vez que vine fue en 1980 con una gira de The Beat, pagado por CBS por toda Europa. Estábamos en Madrid, tres noches y sin concierto. Tres días para hacer prensa. Y estamos todos ahí, incluso los pipas y los managers. Y yo diciendo, joder, tenemos 15 personas en la rueda de prensa y no hay un concierto. Es ridículo. Entonces, gracias a Jesús Ordovás, hicimos un concierto improvisto debajo de la estación de Chamartín. Mis compañeros me decían, ¡estamos aquí tomando copas, de vacaciones y tú quieres trabajar! Y yo, mira está cobrando todo mundo, disfrutan de sus dietas… vamos a trabajar… y fue el concierto que realmente ha cambiado mi vida. Porque cuando vuelvo cuatro años más tarde, estamos totalmente sorprendidos de que todo el mundo hablaba de este concierto, que fue mítico.

Y luego, ya te quedaste…
La segunda parte era bastante diferente, porque la movida ha terminado y España va cambiando. Yo llegué a España la primera vez diez años después Franco. Entonces España y Malasaña eran como una flor abriéndose. Lunes, sábado, domingo, todo el mundo estaba en la calle, fuera, y había mucha fiesta, como en Nueva York, que son dos grandes ciudades, donde también la cultura está en cada esquina y la escena musical fue también muy potente. Yo he tenido la suerte de vivir todo este cambio cultural. Una vez aquí en América, primero en Los Ángeles y San Francisco y luego en New York, y más tarde, en el país entero. Pero, en definitiva, por casualidad nosotros llegamos a España en este momento y fue fantástico.
¿Cómo crees que ha sido la influencia de The Beat en siguientes generaciones de músicos power pop?
Creo que tiene una influencia, sobre todo, en la calidad de las canciones. Muchos grupos intentaron componer temas redondos en este plan. A principios de los 90s estaba viviendo en Nueva York y empiezo a mirar en MySpace grupos que ponen su nombre, sellos, etc., y dentro de sus influencias power pop citaban a The Beat y The Nerves, y todos los grupos que tocaban este tipo de música y sus fans vuelven a poner de moda lo que estábamos haciendo nosotros, porque hasta este momento estaba … había como cinco personas que hablan de power pop.
¿Cuántas veces hemos oído que Rock and Roll está muerto?
Un millón de veces, por lo menos.
Cuando grabaste King of Power Pop (Alive Naturalsound Records, 2010) ¿Era una manera de reivindicarte a ti mismo en un momento determinado? ¿Era una especie de tributo a ti mismo?
Era como un poco tomadura de pelo, que no tengo (risas); en realidad, más que hablar de mí mismo, lo estaba haciendo de todos esos chavales que agarran una guitarra y batería y empezar a tocar este tipo de música sin ni idea de cómo hacerlo. El tratamiento que le di en este momento era el de una nueva generación de músicos, como nosotros, que iban contra todo el rollo de, ya sabes, punteo de media hora y todo eso.
¿Cuando escribes canciones, es debido a un momento de inspiración concreto? ¿Qué hay detrás de un trabajo de composición como el tuyo?
Yo creo que da igual el estilo de música. Llega un día se ocurre wababalubababababa. Y creo que esto ha salido en dos segundos. Seguro que Little Richard no está ahí mucho tiempo pensando en esto (risas), pero luego hay otros temas que, por un razón u otra, tardan muchísimo para para ser completos. Una parte puede ser la melodía u otra parte puede ser las letras, porque si tengo una parte de la melodía, pero no tengo nada de coros o yo qué sé… pues nada. Y sí, para mí hay canciones que, como “Rock and Roll Girl” han salido cuando estaba casi tomando un siesta. Y a veces sacas una y dices no, esto no está listo. Pasan 20 años, rescatas ese tema y de repente, ahora encaja y se termina en un segundo. No hay una fórmula, es muy peligrosa.
Sí, lo que quiero decir es que gente como tú y otros músicos tienen todo el día una canción en la cabeza. Están durante el día, van a hacer la compra, cualquier actividad cotidiana se nutre de lo que luego se puede convertir en una canción. Eso se dice de los buenos poemas, no veinte años de trabajo, cinco minutos de inspiración. Cambiando de tema, se han quedado por el camino Larry Whitman y Jack Lee…
Mucha gente conoce gente que sabes que no van a llegar al final, que su trayecto es corto, es para quemarlo y ya está. Y ellos eran un tipo de esas personas, iban a una velocidad muy frenética. Ha sido triste, pero no era una sorpresa, por decirlo de alguna manera. Jack Lee se murió ya más veterano, y de Jack me cuesta mucho digerirlo porque era tan importante, era como un mentor, y pasé muchas cosas con él. Cuando estás mayor, como yo, con 68 años, tienes que cuidarte. Y Jack era una persona que era con mucho talento, pero a él, le daban igual estas cosas, le da igual el cuerpo, le da igual si vive 10 años o 50. Sea porque nos cuidamos menos o más, las generaciones de músicos que idolatramos durante una época se van quedando atrás, y bueno, da pena.
Texto: Álvaro Fierro