
Deben ser horas tardías en Australia (mediodía en España) cuando se conecta por videollamada Joey Walker, guitarra, bajo, voz y teclados de los australianos King Gizzard & the Lizard Wizard. En realidad, Joey habla a través de su teléfono móvil (Joe’s iPhone) y no muestra su cara. Tampoco hace falta. Como se diría, “para este viaje no hacían falta alforjas”.
En primer lugar, la conversación versará sobre música, como es obvio, y no de estética facial. Y, por otra parte, hay que charlar de la gira que King Gizzard hará por Europa, que ha tenido a bien titular Europe Residency Tour 2025, pues harán tres fechas seguidas en los cinco países que visitarán (Portugal, España, Lituania, Grecia y Bulgaria). En el caso que atañe a España, las tres fechas son: 23, 24 y 25 de mayo en Poble Espanyol, en Barcelona. De los 27 álbumes que han publicado King Gizzard, es complicado extraer (más bien adivinar) qué temas tocarán en estas próximas venues, pero es seguro que traerán en la maleta el repertorio de sus últimos trabajos: The Silver Cord (2023), Flight b741 (2024) y el más reciente, Phantom Island (2025), un LP que bebe –en gran medida– de la música disco. Sea como fuera, King Gizzard tocan todos los sonidos de la década de los 70 (falsetes incluidos).
Lleváis cerca de 15 años como grupo. En este tiempo habéis publicado 27 discos, lo que hace un total de unas 280 canciones. La pregunta es: ¿ese nivel de productividad es normal para vosotros, o incluso sostenible?
Es normal en King Gizzard. Diría que, al menos por mi parte —y también por los demás, que tienen proyectos paralelos o están en otras bandas—, esa productividad no se da tan naturalmente fuera de Gizzard. Quizá sea un proceso aprendido, una conducta adquirida con el tiempo. Como dices, llevamos casi 15 años como banda, lo cual es una locura, pero con el tiempo hemos afinado nuestro método y nuestra manera de trabajar. Cuando empezamos a hacer un disco o cualquier cosa, no es tanto que estemos buscando hacia dónde ir, sino qué no vamos a hacer. Es decir, marcamos parámetros o límites para tener una dirección clara, ¿sabes? Así que, respondiendo a tu pregunta: en Gizzard, la productividad es natural. Fuera de Gizzard, no.

Entonces, ¿cómo se mantiene el equilibrio entre innovar musicalmente, la relación entre vosotros y la frescura para los seguidores? ¿Cómo encontráis ese balance?
¿El equilibrio? Bueno, pues con la música; siempre nos movemos hacia lo que más nos emociona, hacia lo que nos inspire a trabajar duro y dedicarle tiempo. Y normalmente eso significa hacer lo contrario de lo que acabamos de hacer. Por ejemplo, si acabamos de grabar un disco de heavy metal, lo siguiente que nos emociona es hacer algo tipo rock suave de los 70, como en Flight b741. O si hemos estado haciendo canciones largas, tipo jam —como Ice, Death, Planets, Lungs, Mushrooms and Lava—, entonces lo siguiente será algo más calculado y pensado. Así encontramos el equilibrio: eso nos mantiene en movimiento y nos motiva.
En cuanto a nosotros, creo que simplemente somos muy buenos amigos. Nos apoyamos, nos conocemos bien. Vivir en Melbourne, en Australia —que está en el otro extremo del mundo— nos da una vida tranquila y con los pies en la tierra. Y sobre los fans: los queremos mucho. Agradecemos el interés y el cariño que tienen por la música que hacemos. No tienen por qué preocuparse por nosotros, pero lo hacen, y eso es increíble. Así que confiamos en nuestro proceso, en buscar la inspiración donde sea, y parece que eso conecta con ellos. Seguimos nuestro camino, y eso nos lleva a donde tenemos que estar.
¿Y cuál fue la inspiración para los discos de heavy metal? Creo que el doble álbum, Murder of the Universe, es uno de ellos, ya que has mencionado los discos de heavy.
Ese disco que mencionas es bastante pesado, sí, pero yo diría que el primer disco realmente de metal fue Infest the Rats’ Nest. Murder of the Universe fue como nuestra primera incursión en un sonido más pesado. Después vino Infest the Rats’ Nest, que ya era thrash metal puro. Y luego PetroDragonic Apocalypse; or Dawn of Eternal Night: An Annihilation of Planet Earth and the Beginning of Merciless Damnation, que salió en 2023, es aún más heavy. Así que esos tres son los discos metaleros. Y seguro que volveremos a ese mundo otra vez. Es muy divertido.

En 2017 sacasteis cinco discos: Flying Microtonal Banana, el mencionado Murder of the Universe, Sketches of Brunswick East, Plygondwanaland y por último Gumboot Soup. ¿Qué causó esa explosión de creatividad?
Sí… Ya ha pasado bastante tiempo de eso. Teníamos muchas ideas distintas a la vez, y de repente Stu [Mackenzie] dijo: “Oye, tenemos ya casi cuatro discos en marcha… Si hacemos uno más, serán cinco”. Así que lo hicimos. Fuimos a tope, y terminamos la última canción la noche del 31 de diciembre de 2017, para que entrara justo ese año. Es difícil de explicar. Simplemente pasa. Hay que seguir el instinto.
¿Es posible seáis un poco workaholics?
Es posible. Pero también tenemos la suerte de dedicarnos a la música a tiempo completo. No tenemos que trabajar en otra cosa, y eso es raro. Podemos viajar por el mundo y tocar en directo. Ir al estudio, escribir canciones… Para nosotros no se siente como un trabajo. Parece que trabajamos mucho, pero es más bien una necesidad interna. Un impulso físico de hacer música, tanto individualmente como en el colectivo que es King Gizzard. Tenemos que hacerlo. Y eso es hermoso.
¿Y qué motivó la canción «Phantom Island» y los nuevos temas con orquesta? ¿Existe la influencia del llamado sonido Philadelphia?
Sí, totalmente. La idea de hacer algo con orquesta ya rondaba desde hacía tiempo, pero no habíamos encontrado el momento. Cuando grabamos Flight b741 —el último disco que sacamos—, Phantom Island salió de esas mismas sesiones. Teníamos 20 canciones. Dividimos 10 para Flight b741 y las otras 10 fueron Phantom Island. Estas últimas son más psicodélicas, más matizadas, con toques progresivos. «Phantom Island» es mi favorito —y creo que también de los otros componentes–. Pensamos: “¿Cómo hacemos que estas canciones sean únicas?”. Y dijimos: “Vamos con la orquesta”. Stu tenía contacto con Chad Kelly, que escribió todos los arreglos orquestales. Trabaja en la Sinfónica de Sidney, es un crack. Se unió al proyecto y en cuanto pasó eso, todo fluyó. Fue genial.

La banda respira una gran influencia de los años 70, incluso en las portadas de Oddments, 12 Bar Bruise, Paper Mâché Dream Balloon… Pero encuentro que hay falsetes, y no pocos, como en la propia canción «Phantom Island».
El falsete, normalmente lo hacemos Stu o yo. A mí me gusta cantar así. Tengo buen registro agudo. Me encantan los Bee Gees. Pero no fue una decisión creativa consciente. Simplemente empezó a salir. Creo que mi voz va bien con el falsete, tengo más control. En Phantom Island hay mucho falsete, es verdad, hay momentos muy Bee Gees, y estoy intentando llegar a ese rollo. No sé… el falsete mola. Bon Iver y esas cosas.
¿Escuchasteis álbumes de música disco durante el proceso?
De los años 70, sí. Teníamos una lista colaborativa en Spotify donde íbamos añadiendo música. Mucho de finales de los 60 y principios de los 70 —Steve Miller Band, Grateful Dead, Allman Brothers, Bob Dylan, Jackson Browne, The Doobie Brothers…—. Acabábamos de hacer PetroDragonic Apocalypse; or, Dawn of Eternal Night: An Annihilation of Planet Earth and the Beginning of Merciless Damnation y The Silver Cord, y dijimos: “Vamos a escribir canciones normales ahora”, pero no metal ni electrónica rara. Siempre nos ha gustado esa música y esa época. Fue muy divertido.
¿Cuál es el significado de los discos K.G. y L.W.?
¿El significado literal o el concepto?
El concepto.
La verdad, no tienen un gran concepto detrás. Solo queríamos volver a hacer música microtonal. Empezamos justo al principio del confinamiento, en 2020. Teníamos que grabar cada uno en su casa y enviarnos las pistas. No estuvimos en el mismo lugar en ningún momento. Así que el único concepto era hacer “cosas microtonales” otra vez. Y probablemente lo volvamos a hacer.
Cuando escucho canciones como «Work This Time» no puedo evitar pensar en cuánta gente las escuchará bajo los efectos de ciertas sustancias. Entiendo que esto es por la influencia de los 70, tanto en lo musical como en lo social.
(Risas) No sé… Que les vaya bien a todos. Seguro que hay buena gente por ahí pasándoselo bien con un tema de Gizzard, probando los dulces de Willy Wonka. Pero yo nunca he bailado con el diablo en lo de los psicodélicos. Me parece demasiado intenso. Todo el mundo cree que hacemos nuestra música colocados con LSD, pero no escribiríamos nada así. Estaría cruzando autopistas desnudo.
[Un alto en el camino antes del final. Después de haber analizado la obra, el sonido, conceptos e influencias (cualesquiera) alrededor de la música de King Gizzard, es momento de pasar al tour que está por venir, lo cual dará pie a algunas preguntas más antes de la despedida y cierre de sesión con Joey.]
En cuanto a los directos, y respecto a lo que hemos hablado del sonido, ¿cómo vais a preparar ahora el directo para equilibrar orquesta, rock, metal… con estructura e improvisación?
Buena pregunta. Nunca lo habíamos hecho antes. Vamos a ensayar con la orquesta cuando volemos a Estados Unidos a mediados de año. Ellos no necesitan ensayar, tienen todo escrito. Los ensayos serán más bien para nosotros. El arreglista está haciendo maquetas con MIDI, nos las enviará y ensayaremos con eso en nuestro estudio en Melbourne. Ya veremos qué tal. Estamos un poco asustados, para ser honestos. Pero seguro que saldrá bien.
Repasando vuestra gira, observo que repetís fecha en una misma ciudad, algo que encuentro similar al trabajo de estudio, por la cantidad de discos publicados. ¿Cómo conseguís seguir juntos con tantas giras? ¿Sois como un barco bien dirigido o a veces colapsáis y os reconstruís?
¿Te refieres a cómo sobrevivimos a tantas giras sin quemarnos?
Sí.
Pues es difícil, aunque nos encanta, obviamente, pero ahora todos tenemos familia, hijos… Y ser de Australia complica las cosas. Cada vez que giramos por Europa o América estamos lejos durante semanas, tocando noche tras noche. Antes era incluso más tiempo. Una banda americana o europea puede irse solo los fines de semana y volver a casa. Nosotros tenemos un gran equipo. Nos cuidamos entre nosotros. Nuestro equipo técnico viaja con nosotros, y son nuestros mejores amigos, literalmente. Claro que tiene sus partes duras —como echar de menos casa, familia…—, pero en cuanto estás en el escenario, todo merece la pena. Somos muy afortunados.
Texto: Carlos H. Vázquez