Lo de Joseluis fue llegar y besar el santo. Uno de esos casos de éxito que conectan de inmediato con el oyente y calan con sorpresivo efecto en el tejido musical, alertándonos tanto a medios como aficionados de que, efectivamente, había nacido una estrella.
Las primeras en verlo venir fueron las gentes de Sony, quienes tras el petardazo sin precedentes de «Navajas de Albacete» en 2023 decidieron apostar con puntería y fe en el hacer del artista murciano. Dos años más tarde, José Luis Beltrán, natural de Javalí Nuevo, nos presenta su flagrante debut, «Por ahora para siempre» (2025). La culminación en formato larga duración para un quimérico y disparatado arranque de carrera que nadie, ni el propio Joseluis, habría presagiado hace unos meses.
“Siempre he tocado la guitarra, pero nunca había hecho mi propia música”, nos cuenta cuando le preguntamos por la colocación de la piedra fundacional de su trayectoria. “Un día, sin más, decidí darme un ultimátum, o hacía algo mío o ponía las guitarras en Wallapop. Me salieron un par de canciones, se las enseñé a Alberto [Saorín] y días después me llamó para que fuera a su casa y viera lo que había hecho.”
Y lo que había hecho era, ni más ni menos, que «Navajas de Albacete», “la canción con la que empezó todo y con la que le hicimos el lío a Sony”, tal y como expresa el cantante. “Me sigue pareciendo un delirio estar ahí y un acto de confianza y generosidad increíble por su parte”, menciona sobre su fichaje por la mastodóntica discográfica. “Se tienen que dar muchos factores para que algo así pase. El primero de ellos, por supuesto, la suerte. Y luego, echarle mucha cara. Me he preguntado muchas veces “¿por qué yo?”, y aunque intuyo cosas, debo decir que no tengo del todo clara la respuesta, más allá de un simple “porque sí”.”
Fuere como fuere, lo que está claro es que, pese a su breve recorrido, la personalidad tan marcada de sus primeros temas (concebidos desde la intimidad y la inocencia propias en un artista de pop de dormitorio) permanece intacta en esta nueva etapa, donde Joseluis descarta que la dirección y el carácter independiente del proyecto se hayan visto alterados en absoluto por este salto profesional: “Me dejaron muy claro desde el primer día que su interés en mí era puramente artístico. Desde fuera, la gente piensa que una multinacional te va a llevar de aquí para allá como un muñeco, diciéndote lo que tienes que hacer, y al menos en mi caso, no puede estar más lejos de la realidad. Si fichas a alguien es porque crees en lo que hace, ¿no? Si no, fichas a otro. Además, yo es que no sé hacer otra cosa.”
Discrepamos con el entrevistado en su última afirmación, pues si algo ha demostrado Beltrán con su alter ego musical es que en él también abraza su vis más creativa, poniendo en valor su formación como diseñador en el propósito mismo de darle “una visión global y coherente al proyecto”. También ha influido, con mención de honor, la visión romántico-gamberra de Arturo Calero y Aurora Rodríguez (responsables, respectivamente, de los videoclips y el artwork del disco) y el papel del ya mencionado Alberto Saorín, considerado por el propio artista hoy día como la otra mitad de Joseluis: “No es que Alberto haya aportado algo al sonido de Joseluis; es que directamente lo ha creado él”, sentencia. “Todo pasa por Alberto. He llegado con muchas canciones a su estudio que hemos acabado terminando juntos, otras directamente las hemos compuesto entre los dos. Compartimos referencias y gustos, y nos hemos enseñado mutuamente muchas cosas. Si no fuera por Alberto, Joseluis no existiría.”
Eso sí, la piel y el alma de sus letras no podría ser más suya. Una aleación deliciosa entre sencillez y descaro con la que el cantante se atreve a ahondar en temas como la autopercepción más personal («Guapo»), la ternura picante («Estilista») o la incertidumbre generacional («Miedo de un país»). Todo ello almibarado con un minimalismo folklorista que huye de sobreproducciones y adapta referencias de lo más heterogéneas a su universo personal y reflexivo: “Cuando hago canciones no pienso en nada de lo que sucede afuera en el mundo. Las hago para mí, para intentar entenderme y ordenar mis pensamientos. Para bien o para mal, no sé hacerlo de otra manera. Este disco, y su respectivo título, son una declaración de intenciones en el amor y en la música. El disco habla de buscar un tipo de amor que solo puede concebirse si se piensa que es para toda la vida. Con la música intento tomármelo de la misma manera y esperar que sea para siempre. En cualquier caso, hay más preguntas en el amor que en la música.”
Donde sí no presenta dudas es con respecto al lugar en el que se ve a sí mismo madurando su propuesta, pues ni la proyección de futuro de su música ni las tentaciones de la capital han hecho que Joseluis se plantee abandonar, por ahora, su Murcia natal: “De momento no me apetece salir de Murcia, ¿para qué? Aquí estoy bien, puedo hacer lo mío como yo quiero, y cuando me necesitan por la capital, allí estoy. Desde el principio dije que, si para que me fuera bien en esto tenía que ir a Madrid, prefería que no me fuese bien. Valoro la calidad de vida por encima de muchas cosas. He tenido la suerte de que todo ha salido adelante permaneciendo aquí, pero entiendo que haya mucha gente que sí tenga la necesidad o la inquietud de moverse a esos sitios en los que pasan cosas, aunque eso conlleve compartir piso con un puñado de desconocidos, tener vistas a un patio interior y respirar tubarro de coche las veinticuatro horas.”
“La música está descentralizada, la que está centralizada es la maquinaria que la dirige”, continúa. “Aun así, no creo que ser de Murcia defina mi música más allá de comerme unas cuantas eses. En los medios siempre se pone la misma coletilla, ¿no? El «artista murciano”. ¿Si fuese de Madrid, también se diría? Al final, da la sensación de que Murcia es una realidad aparte, exótica e inferior, en la que el hecho de que alguien haga algo destacable es una excepción, porque las cosas buenas se hacen en otros sitios.”
Con la buena acogida de sus primeros pasos y el éxito mediático de temas como los citados a lo largo de la entrevista, asegurarle buena barraca a «Por ahora para siempre» resulta casi una perogrullada, aunque su responsable no despega los pies del suelo y comprende con la entereza de un versado veterano la subjetividad de los logros: “El éxito es muy relativo”, apunta. “Estar aquí, que una multinacional se fije en ti y poder vivir de esto, aunque sea por un tiempo, ya es un éxito. Pero por ahora para mí es más un trabajo. Éxito, de ese que entendemos como tal, de momento no hay y no sé si se le espera, siendo honestos. No me ha costado aceptar esta situación, pero sí normalizarla. En cualquier caso, esta situación me resultaba inimaginable hace años o incluso meses, pues en ningún momento he buscado nada de todo lo que me ha sucedido.”
Texto: Fran González
Fotos: Juanjo Marbal