Encuentros

2020, ruido blanco, amenaza en la sombra

 

 

Las canciones de 2020 podrían servir perfectamente de campo de pruebas para evaluar el estado de la escena underground en nuestro país, esquiva y desintegrada como una célula terrorista en continua metamorfosis.

Los nueve cortes de su flamante debut homónimo, hábilmente rubricados con números romanos para hacer todavía más ininteligible un mensaje acuñado sobre una colección de riffs en cortocircuito y fieras onomatopeyas vocales, se antojan ejercicios de transición en los que cohabitan restos del post punk anguloso y atonal de This Heat o incluso P.I.L. con el uso feroz y desquiciado de la electrónica de aquellos Liars de They Were Wrong, So We Drowned.

Esto supone un abandono absoluto de las referencias habituales dentro de la actual escena independiente y el consiguiente acercamiento a una militancia construida sobre una cierta imagen de comunidad y amenaza en la sombra. “Somos todos unos pringados desde el punto de vista del éxito artístico. Esta es una banda en la que tocamos porque estamos a gusto los unos con los otros y la interacción que se da nos permite expresarnos artística y emocionalmente”.

Lo comenta Xavier Castroviejo (Pylar, Blooming Látigo), voz y frontman de un proyecto que completan Alejandro Ruiz (Gu Vo), Alfonso Benítez (AAVV) y Carolina Cebrino (Las Janes). Son todos nombres vinculados a esa tercera fila en la que se estila más compartir vinilos de Swans, Chrome y CAN, que discos de Pixies, Radiohead o Sonic Youth, aunque los comienzos de la icónica banda neoyorquina también podrían formar parte del decálogo de influencias veladas de las que hace gala el cuarteto sevillano. Su primer álbum, coeditado por Sentencia Records, el colectivo Andalucía Über Alles y el estudio de tatuaje Sublima, se ha grabado enteramente en directo como una declaración de intenciones enmarcada por la economía de guerrillas.

“Disponíamos de poco tiempo para registrarlo. Grabar todos a la vez economiza el tiempo y el dinero una barbaridad. También queríamos que sonara lo más crudo y áspero posible”. El resultado es un disco de pulso asfixiante, a medio camino entre la fisicidad del post hardcore de Chicago o Washington DC (léase Big Black y Jesus Lizard), el dark ambient de la escuela Robert Hampson y la experimentación meditada y cerebral del avant-garde, una bofetada free form pergeñada por tres fulanos y una fulana amantes del noise, el art punk y ese metal fluido y pluscuamperfecto en que derivó el viejo rock progresivo de los setenta. Una banda incómoda, arisca e insolente, con cero probabilidades de supervivencia y todas las aptitudes para llegar a convertirse en el perfecto revulsivo contra el pop lo-fi post pandémico que, hoy por hoy, domina el algoritmo.

Hablamos con Xavier Castroviejo, funambulista de la voz como maniobra de oposición a la ortodoxia de ese rock en el que parece que habitamos.

¿Cómo y cuándo nace 2020?

Todo empieza cuando Alfonso (guitarra) y Ale (sintes) comenzaron a quedar para dar forma a un proyecto nuevo y se dieron cuenta de que necesitaban un batería y alguien para las voces. Se tiraron un año quedando ellos dos solos hasta que nos contactaron a Carolina (batería) y a mí (voces). En septiembre de 2023 tuvimos nuestro primer ensayo conjunto. Ale toca con Gu Vo, Alfonso venía de hacerlo con Asociación de Vecinos y Carolina había tocado la batería en Las Janes. Yo venía de cantar con Blooming Látigo, Pylar, Naja Naja y Virtud Corona.

¿El proyecto surge con voluntad de permanecer en el tiempo o quizás os lo tomáis como algo eventual? Destiláis un algo como de súper banda underground

Lo vivo como una banda a tiempo completo. En estos momentos es algo muy importante en mi vida y para nada me lo tomo como algo eventual o como una afición. Nuestra intención es no parar de crear, grabar y publicar al ritmo más alto posible. Lo de una súper banda, pues creo que ninguno lo vivimos así. Somos todos unos pringados desde el punto de vista del éxito artístico. Esta es una banda en la que tocamos porque estamos a gusto los unos con los otros y la interacción que se da nos permite expresarnos artística y emocionalmente.

2020, el nombre. ¿tiene algo que ver con ese año fatídico que nos viene a la mente en cuanto lo leemos?

Poco antes de nuestro primer concierto seguíamos sin nombre para el grupo. Carolina había hecho una lista de cuatro folios con, literalmente, cientos de nombres posibles. Los empecé a leer en voz alta y dije lo de 2020 todos empezamos a reírnos sin parar. Así que se quedó. Es una cifra que ha sido tan repetida en los medios que ahora suena ridícula.

El disco respira cierto aire free. ¿Cuánto hay de trabajo compositivo en el local de ensayo y cuánto de improvisación y concreción en el estudio?

Todo lo que hay en el disco está compuesto y machacado en el local de ensayo. Cuando entramos a grabar estaba todo cerrado sin espacio para la improvisación. Lo que tocamos en directo es exactamente igual que lo que suena en disco. La excepción es el tema «VII». Ahí sí que lo dejamos un poco más abierto en cada interpretación.

¿Y la decisión de grabar el disco en directo?

Primero, disponíamos de poco tiempo para registrarlo. Grabar todos a la vez economiza el tiempo y el dinero una barbaridad. Segundo, queríamos que sonara lo más crudo y áspero posible. Los cuatro en la misma sala, incluyendo amplis, y cada instrumento metiéndose por todos los micros a la vez. En la mezcla le pedimos a José de Estudios Desmodusound que no limpiara ninguna pista. Creo que es la mejor forma de que una banda de rock suene creíble. En la mayoría de las grabaciones en directo hay una obsesión por la nitidez de cada instrumento que hace que el conjunto pierda filo. Queríamos evitar eso.

Hay mucho de art rock, hardcore cerebral y noise experimental en vuestra música. ¿Hasta qué punto os sentís cómodos saltando de lo puramente orgánico y estrepitoso a lo más sintético y meditado?

Creo que para nosotros esa polarización no existe. Esa dicotomía entre lo intuitivo y lo cerebral que señalas no la tenemos en cuenta. Si como oyente la percibes me parece genial. Pero respecto a eso te aseguro que no hay ninguna intención por nuestra parte.

Tenéis canciones con una querencia por el drone como «VII», más en la onda dark ambient de Coil o Main. Estas mantienen cierto pulso en contraposición con otras de naturaleza más post punk como «III». ¿Tiene algo que ver con quiénes hayan tenido más peso en las decisiones compositivas?

La banda no es un ente absolutamente horizontal. Hay canciones en las que alguien aporta más que los demás, otras surgen de la interacción aislada de dos miembros del grupo. Alguna surge de una jam conjunta inicial. En mi caso me gusta llegar al local con ideas preconcebidas y probar con los demás a ver si funcionan. El resultado es que hay temas instrumentales («V» y «IX») y otro como el citado «VII» en los que solo hay sintes y voz. Al final deviene en un disco muy variado. Prefiero asumir el riesgo de un disco disperso al de un disco homogéneo pero aburrido y previsible.

 

Los títulos de las canciones van en números romanos siguiendo un orden un tanto random. ¿Se debe a algo?

Los números romanos obedecen al orden de composición. Y el orden del track list es el que más coherente nos parecía. De ahí que parezcan números dispuestos aleatoriamente.

Encuentro un elemento en el conjunto del disco que a veces me saca del clima, y no porque no me guste o no me encaje, creo que es por un tema de producción o quizás de interpretación. Se trata de la batería, se me antoja tremendamente hardcore en comparación con el resto de los elementos musicales o incluso vocales

Lo ideal sería que esto te lo respondiera Carolina. Creo que soy el que más hardcore escucha de los cuatro. Y creo que Carolina la que menos.  Ella tiene una manera muy personal de tocar. Apenas hay redobles, centra toda su pegada en el bombo y el base, no en la caja. De hecho, hay temas en los que no hay ni un solo golpe de caja. Así que no hay nada especialmente premeditado en cómo se toca o en como suena la batería. Son sus formas y su lenguaje como batería y hace que nosotros nos adaptemos a ello.

Este es vuestro primer disco homónimo coeditado por Sentencia Records, Andalucía Über Alles y Sublima, que es una tienda de discos de importación y un estudio de tatuaje. ¿Demasiados implicados para una autoedición o se antojaba necesario este arrope?

Bueno, digamos que el ochenta por cien del coste de la edición lo pagamos la banda. El otro 20% se lo reparten entre los sellos que nombras. Es más bien una forma de distribuir el producto, implicando a otras partes que llegan donde nosotros no alcanzamos. Si no, el disco solo llegaría a nuestros colegas.

Reza en vuestra Bandcamp “2020 evitan el artificio y están en plena exploración de un lenguaje propio”. ¿Es una declaración de intenciones?

Ufff… no sé qué decirte. Al final todo eso son frases hechas para las bios, notas de prensa, etc. Hay que poner algo y la verdad es que nunca les hago caso a ese tipo de textos. No me siento cómodo haciendo declaraciones de intenciones. Lo que me gustaría es grabar veinte discos con esta banda y que fuese algo consistente durante décadas.  Pero sé que hay muchísimas probabilidades de que las cosas no ocurran así. Aún nos quedan otros diecinueve trabajos por publicar.

Recuerdo que hace años le pregunté a Niño de Elche cómo veía la confluencia entre música y política y me contestó que toda la música es política. En este orden de cosas, ¿dónde te sientes tú?

A ver claro, nos ha jodido. No solo toda la música es política, toda la existencia humana es política. La política es algo a lo que dedico muchas energías. Responder a una pregunta tan general de un tema como la política es algo tramposo porque me va a hacer quedar como alguien superficial. Y no porque evite hablar de estos temas, al contrario, sino porque creo que se merecen su espacio y tiempo, que no es este. Tendría que dedicar una entrevista entera a ello o bien responder a preguntas más concretas sobre temas políticos específicos. Ojalá surja esa conversación, porque ahora mismo solo podría citar lugares comunes que solo tergiversarían mis opiniones.

En algunos temas hay cierta tentativa de crear una narrativa sonora, algo que se concreta especialmente en «VIII», tema que va evolucionando por fases en el sentido en el que lo hacen algunas piezas de Swans, a los que citáis como influencia. ¿Os interesa esta perspectiva más performática, casi dramatúrgica, probablemente más propia del prog rock o del post rock?

Pues sí que me interesan ese tipo de propuestas. Sobre todo, la del rock progresivo.  Ese tema, el «VIII», puede que sea mi favorito del disco. En concreto el modelo que teníamos para desarrollar esa canción se sacó del disco de Skullflower, IIIrd Gatekeeper. Puede que las sonoridades que más disfrute son las que asocio con la inducción al trance. Grupos como Horse Lords o Psychic Paramount o los Dead Neanderthals de discos como Click, Corporeal Flux o Ghosts, son los que creo que mejor consiguen crear ese trance dentro del contexto del rock. Curiosamente la faceta trance de Swans, la de sus últimos años, me atrae menos que la de sus primeros discos, títulos como Filth o Cop, que son un aplastamiento sónico sin igual antes que un viaje psíquico.

 

 

De algún modo sois un poco rara avis dentro de la actual escena musical española. Hace unos años igual podrían haber existido más bandas que manejaban vuestros códigos estéticos, pero la música independiente va ahora por otros derroteros. ¿Hay sentimiento de pertenencia hacia alguna escena?  

No dedico ningún esfuerzo a conocer las tendencias actuales. Eso no quiere decir que esté cerrado a novedades. Y no, no me veo dentro de una escena. Una escena va más allá de un grupo de bandas coetáneas que se lleven más o menos bien. Una escena implica que haya un público que apoye; que existan unos medios que difundan y una red de lugares para tocar y de sellos para publicar. Y de todo eso andamos muy cortito. Así que de escena nada. Queda muy bien hablar de escenas, pero la realidad es que no existen o son raquíticas. Y respecto a bandas inspiradoras, la que se lleva la palma siempre serán los Melvins. Durante cuarenta años jamás han dejado de tocar y publicar, haciendo siempre lo que han querido, pasando por encima de sellos, público, escenas, etc. Pueden estar más o menos inspirados, pero siempre con la libertad artística por encima de todo sin rendir cuentas a nadie.  Luego hay bandas antiguas como Chrome o This Heat que son súper inspiradoras para todos. Y en la actualidad gente como Moor Mother, Extra Life y los proyectos de Charlie Looker, Liturgy, Pyrrhon, The Body, Qual, Sumac, Makaya McCráven, Xiu Xiu o Matana Roberts.

Y para acabar y pasando directamente al mensaje, ¿por qué anclarse en el inglés?

¡Ostias! Pues no canto en inglés. Eres la primera persona que me lo dice.  No hay letras, solo onomatopeyas intentando imitar la fonética del castellano. Muchos me han dicho que canto en castellano, pero no acaban de entender lo que digo. Incluso una persona me ha preguntado si cantaba en griego. Pero la mayoría se dan cuenta que no hay letras de ningún tipo. Así que tu oído te ha traicionado. Hay muchos artistas que han hecho eso, como Cocteau Twins, Obituary o Can. El motivo es que en directo cuando canto letras mis movimientos en escena se ven mucho más limitados y me siento constreñido. Y como le doy mucha más importancia a la performance física que a la vocal cuando estoy en escena pues elimino las letras de la ecuación, que casi siempre me parecen el elemento menos interesante. Soy más de la escuela de David Lee Roth o James Brown que de la de Leonard Cohen. Además, en mi otro proyecto, Blooming Látigo, estoy exclusivamente centrado en el aspecto lírico (en castellano).

 

Escucha el álbum de debut de 2020 en su Bandcamp:

https://2020.bandcamp.com/album/2020-3

 

Texto: Emilio R. Cascajosa

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