Tras algo más de veinte años desde su última visita, los californianos demostraban, durante su paso por Barcelona, que están en plena forma con un cancionero de Soul acelerado de marcado acento británico. Abrieron los soul boys locales, The Twisted Wheels, comandados por un incombustible John Valero, demostrando solvencia con repertorio propio, extraído de su reciente álbum de debut, y versiones como Since I found my baby de The Metros, Eddie’s my name de Eddie Holman o una espectacular revisión de Hold on I’m comin’.
Con los motores muy bien calentados y engrasados por los de Barcelona, llegó el turno de The Inciters que no dieron tregua al/la respetable. Repaso a su repertorio con especial atención a las composiciones más recientes: Soul clap, Hundred Faces –dedicada al scooter club con el que recorren las carreteras de la Baja California–, la reivindicativa Bring back the weekend o Always, sometimes, never. En medio de aquel carrusel de temas bailongos, se contabilizaba una única bajada de tempo con Dark, emotivo medio tiempo donde Aimee Gruber daba lo mejor de sus privilegiadas cuerdas vocales.
El público gastando suela y pasándolo en grande. Gritos apasionados, risas exultantes, oh-yeahs chillados con ardor, y la banda a lo suyo, implacable, nota tras nota, demostrando el buen hacer que se deriva de esa bendita mezcla de veteranía, coherencia y obsesión.
A los temas propios se sumó un ramillete de versiones que certifican un insobornable amor por lo clásicos de la escena Northern Soul y por el Soul británico de los 80: Big bird, de Eddie Floyd, una emotiva revisión de If I could only be sure del añorado Nolan Porter (con el que llegaron a actuar y donde Rizzie Vacketta demostró su enorme solvencia como cantante); Only time will tell de Makin’ Time y, ya en los bises, una demoledora Geno, de sus adorados Dexy’s Midnight Runners. Ahí, Sabi Kendrick, la tercera y más longeva cantante del combo, lo dio todo. Y el púbico también, pues por poco no se vino la sala abajo.
Y al final todo acabó como acaban los mejores conciertos: con aplausos prolongados, caras de felicidad y el público comentando la jugada y asaltando el tenderete de merchandising. Todos, eso sí, esperando que no tengan que pasar otros veinte años para que The Inciters se vuelvan a pasar por estas latitudes.
Texto: Alberto Valle
Fotos: Marina Tomás Roch