Todas las cosas buenas, entre cactus y volcanes
De nuevo la música como válvula de escape y unión, como eficaz antídoto para el estrés de la vida moderna, de aranceles y guerras, para pararnos en la mitad del camino y preguntarnos qué hacemos aquí… Todas las cosas buenas, la presentación en directo del futuro nuevo álbum de Rufus T Firefly, que no verá la luz hasta finales de abril, organizada en la isla conjuntamente con Sonidos Líquidos.
La banda liderada por Víctor Cabezuelo (voz, guitarra y teclados) y Julia Martín-Maestro (batería y coros) llevaba mucho tiempo barruntando esta inmersiva experiencia, única e inolvidable, que estamos a punto de vivir, la presentación de un disco en vivo con cascos inalámbricos que nos aíslen y que nos den al mismo tiempo libertad de movimiento; haciéndonos flotar sin distracciones en su personalísimo universo sonoro, degustando y apreciando en su totalidad los paisajes plagados de detalles de su esperadísimo octavo largo, canción a canción. Con el añadido ganador de que estos conciertos en formato sexteto galáctico (Juan Feo a las percusiones, Manola a los teclados y coros, Miguel de Lucas al bajo y Marc Sastre a la guitarra) sean únicos también en lo espacial, saliéndose de los marcos habituales del circuito, es decir, nada de salas a reventar ni festivales masificados, sino una experiencia íntima y cercana en lugares muy especiales y para un grupo reducido de personas.
Y, me van a perdonar, pero dentro de las once fechas y espacios elegidos, tenemos la suerte de disfrutar y compartir el que quizás sea el más singular y mágico de todos: un atardecer en el Jardín de Cactus de la isla de Lanzarote. Nos adentramos en la última gran obra que César Manrique realizó en la isla, partiendo de una antigua rofera (cantera de ceniza volcánica sedimentada) usada como vertedero en una zona agrícola, suponiendo una rehabilitación más del icónico artista de un paraje de gran valor paisajístico en la isla en estado de abandono y que, tras 20 años de trabajo, siguiendo su filosofía creativa, la obra da vida a una arquitectura rebosante de elementos decorativos y escultóricos que se integran orgánicamente con el entorno, potenciando su belleza natural. Con estas mimbres y la buena compañía, feliz reencuentro con viejos y nuevos amigos, nos adentramos por caminos de rocas y muros volcánicos, rodeados de esculturas/monolitos basálticos y más de 4.500 ejemplares de cactus de unas 500 especies de los cinco continentes.
Toma posiciones la banda y el público los rodea, en pie y sentados a pocos centímetros, entre los músicos, creando desde el primer acorde y fraseo una conexión total a lo largo de las catorce canciones (las que formarán parte del formato físico) que nos presentan. Y reunidos allí, como cantaba su (y nuestro) admirado Jesús de la Rosa, “todo comenzó a surgir, como un sueño”, de la inicial y envolvente “El coro del amanecer”, pasando por esos “Premios de música independiente” que deberían llevar su nombre y que nunca ganaron, o esa fantasía de “He soñado que tocaba en Triángulo de Amor Bizarro”, en la que nos relamemos los fans de ambas bandas con una futura interpretación en directo en la que se fundan gallegos y madrileños, llevando a buen puerto ese onírico deseo. Las caras de felicidad se entrecruzan, ojos brillantitos o cerrados, en contacto, sentados, con el calor de la tierra o paseando por el jardín de Manrique, pero todos unidos por el inalámbrico cordón umbilical sonoro de un “Todas las cosas buenas” que, para un servidor, ya se posiciona como uno de los discos más interesantes y magnéticos del año.
La alquímica enredadera sonora de Rufus T Firefly sigue creciendo entre rayos de sol, cactus y volcanes, con ese artístico “Reverso” que ya conocíamos y que Víctor, con esa cercanía que le caracteriza, conforme no está contando el germen de la canción, se para y nos dice que, justo se está dando cuenta que ese “alba con forma de nueva canción” nació para ser interpretada en este mágico rincón de Lanzarote en el que nos encontramos. La luz no cesa, dorando rostros en “La plaza”, dejando atrás todo miedo, toda sombra… un tema que eriza la piel y hasta las rocas volcánicas, que crece y gana enteros en vivo, seguido de una sorprendente y genial versión del “Canta por mí” de El último de la fila, con Julia como voz protagonista.
Cogemos velocidad de crucero y nos montamos en “El trueno azul”, otra pista cumbre que funde con un baile de “Drones que nos sobrevuelan” y que, por momentos, hacen que el atardecer tenga regusto electrónico de rave infinita, para aterrizar en la balsámica melancolía de “Canción de paz”, un hermosísimo eclipse sonoro en el que nos quedaríamos a vivir dos vidas. Antes nos arrimamos a la “Lumbre” y terminamos por arder y saltar por los aires en “El principio de todo” y la titular “Todas las cosas buenas”. Ya contamos las horas para que vea la luz el nuevo álbum y rememorar lo vivido. Y es que, pocas bandas siguen influenciando y metamorfoseando en cada viaje, sonando tan íntimos y expansivos al mismo tiempo, tan genuinos como los de Aranjuez. Solo nos queda disfrutar de la estela que dejan Rufus T Firefly a su paso y esperar que las próximas perseidas no tarden en aparecer, para volver a montarnos en marcha y acompañarlos en un nuevo trayecto.
Y dejamos el Jardín de Cactus, tras despedidas y hasta prontos, pero la banda sonora del día sigue su curso y la isla continúa sorprendiéndonos y abrazándonos, apagando velas bien rodeados, brindando y festejando, con más música rutera como broche blues de la jornada, de la mano de Lidia Con Ello en formato trío (apuntamos su matrícula), con canciones propias y un “It Hurt So Bad” de Susan Tedeschi que entre nebulosas jade, magnolias y lotos, funde con “todas las cosas buenas” que tenemos cerca y las que están por venir.
Texto y fotos: David Pérez Marín