Combinar el alma de la música afroamericana con la energía del rock no es solo una fórmula que Lenny Kravitz domina, es su esencia. Y lo demostró el pasado sábado en un Navarra Arena a rebosar, en la última parada de su breve pero intensa gira española, tras pasar por Madrid y A Coruña. A sus 60 años, Kravitz no solo conserva intacto su poder escénico, sino que lo ha elevado a la categoría de ritual.
La noche comenzó con una grata sorpresa para muchos, Estrella Morente fue la encargada de abrir la velada. La cantaora granadina ofreció un set breve pero contundente, que marcó el contraste perfecto entre la tradición flamenca y lo que estaba por venir. Su presencia, elegante y serena, aportó una profundidad emocional inesperada a la antesala del rock.
Ya con el público en tensión y tras una espera de algo más de 20 minutos, el espectáculo dio comienzo. La entrada de Lenny Kravitz fue, como no podía ser de otra forma, puro espectáculo: humo, luces cegadoras, una plataforma automática que lo alzó como surgido de la nada, y una explosión que desató un rugido unánime del recinto. Desde ese instante, el concierto se convirtió en una mezcla perfectamente medida de potencia, estilo y emoción. Todo estaba calculado al milímetro: pantallas gigantes, luces estroboscópicas y una banda afilada como una navaja.
El repertorio fue generoso con los clásicos y más reservado con el nuevo material de Blue Electric Light, del que solo interpretó tres temas: “TK421”, “Honey” y “Paralyzed”. Estos se integraron con acierto entre los himnos que el público esperaba con ansias. La locura colectiva estalló con “Always on the Run” en el Navarra Arena, y no fue la única: “I Belong to You” e “It Ain’t Over ‘Til It’s Over” también sonaron con intensidad y fueron coreadas con entusiasmo por miles de voces. Para el final del concierto dejaron una tripleta imbatible: “American Woman”, “Fly Away” y “Are You Gonna Go My Way”, un combo perfecto que convirtió el pabellón en una auténtica celebración.
Pero lo mejor llegó con el bis. Kravitz invitó a Estrella Morente y a su banda flamenca a subir al escenario durante una versión extendida y mágica de “Let Love Rule”. La fusión entre la guitarra eléctrica y el quejío flamenco dejó uno de esos momentos imborrables para el recuerdo. Mientras la canción avanzaba, Lenny descendió a la pista para saludar al público, mientras Estrella continuaba desbordando arte desde el escenario.
Un final perfecto para una noche que confirmó lo que muchos ya sabíamos, que Lenny Kravitz no necesita reinventarse para seguir siendo relevante. Su presencia, su voz, su estilo, una mezcla entre estrella de rock e icono setentero, siguen siendo magnéticos. En Pamplona no solo asistimos a un concierto: fuimos parte de una ceremonia.
Texto: Nekane Turrado
Fotos: David Mars