Blues, fuzz y frialdad escandinava
Hay conciertos que te acarician el alma y otros que te la lijan con papel de lija del 40. Lo de Graveyard en Razzmatazz 2 fue un poco ambas cosas. Pero, antes, la noche la abrió The Mothercrow, banda local que a estas alturas ya no necesita presentación. No hicieron de teloneros: hicieron de maestros de ceremonias. De chamanes eléctricos. Porque sí, para aquellos que no los conocían –¡increíble que aún quede gente así en la ciudad!–, fueron una revelación en estado puro. Lejos de ser novatos –que llevan ya más de diez largos años picando piedra–, han pasado por más cambios de formación que Deep Purple y ahora viven en estado de gracia.

Karen Asensio, su cantante, se merendó el escenario sin tenedor ni servilleta. Vozarrón, actitud y carisma de los que se notan hasta en el lavabo. Y una banda detrás que ruge con ganas de fiesta. «Estamos viviendo un sueño», decía ella con ojos como platos. Y el público, encantado, deseando mecerse en él.
Entonces, sí: ¡Que vienen los suecos! A presentar 6, su disco más reciente –aunque ya huela a 2023–, con la precisión quirúrgica de un cirujano de Uppsala: ni un fallo, ni un exceso. Desde la inicial «Twice», riffs afilados, solos con cuerpo y esa voz de Joakim Nilsson que suena a whisky con alquitrán y un poco de pimienta. «Please Don’t» agitó cabezas y provocó derrames de cerveza, con su correspondiente estampida hacia la barra. Arriba y abajo del escenario, se respiraba un reencuentro de amigos algo tribal. Igual que un equipo de fútbol que juega en casa, Graveyard se saben en Barcelona como en su garaje de Gotemburgo, conscientes de que aquí también se les quiere. No en masa, pero sí en verdad. Y con eso basta.
Siguen fríos sobre las tablas –de acuerdo–, pero también inteligentes y efectivos en su arquitectura de setlist. Después de momentos algo planos, como «Breath In Breath Out» o «Slow Motion Countdown», llegó el subidón de «Industry Of Murder», y luego ese gran viraje emocional: «Hisingen Blues». Ahí sí se hizo la magia. El fuzz se transformó en llanto; la distorsión, en caricia; aparecía el alma en medio del trueno. Desmelenados, la tormenta se desata con «Goliath», un último rugido del gigante. Y, a la postre, el bálsamo: «Uncomfortably Numb». Graveyard en su versión más humana, más vulnerable. El blues. El amante triste que te susurra al oído con voz ronca que la fiesta está a punto de terminar… pero que será hermoso hasta entonces. Y lo fue, pues también lo dijo el tipo que tenía al lado; aquel que dejó de grabar con el móvil para cerrar los ojos y empezar a sentir.
La noche fue un sueño lúcido compartido al borde del amanecer. Como el que viven The Mothercrow y que terminó con «The Siren», esa última canción que relata una pesadilla con perfume de balada maldita, donde un demonio con forma de sirena se metió en la mente de Nilsson… Y, esta vez, también en la de todos nosotros.
Texto: Borja Figuerola
Fotos: Fernando Ramírez