Parece mentira que haya pasado ya una década desde que en 2015 Anna B Savage grabara un EP de cuatro canciones sin título, captara la atención de Father John Misty y se la llevara de gira por Europa, siendo prácticamente una niña. La londinense, desde entonces ha vivido una auténtica odisea repleta de aciertos artísticos y demonios personales que la ha hecho madurar como persona y crecer como artista.
Y es que no fue hasta 2021, seis años después de la mencionada gira, que grabó su primera obra, A Common Turn, una cálida, delicada e inspiradora colección de canciones que la resarcían de una terrible ruptura de una relación tóxica que le llegó a atacar la autoestima y la salud mental hasta el punto de que llegó a creer que ella era un fraude y que su música y su talento eran una ficción que la gente le quería hacer creer.
Afortunadamente, en 4 años, la artista londinense ha completado una deliciosa trilogía con el poderoso In|FLUX (2023) y el reciente You & i are earth (2025), una auténtica oda al amor verdadero, que venía a presentar a Barcelona en una noche que prometía emociones.

Abría la velada el cantautor británico-ugandés Daudi Matsiko, que publicó el año pasado el disco The King of Misery, en el que reflexiona sobre la depresión y el trastorno bipolar que sufre, tal como hizo explícito durante el show. Tan solo necesitó 5 canciones para demostrar su valía y ganarse al respetable con sus entrañables charlas, confesiones y canciones folk llenas de susurros y punteos delicados de guitarra a volumen casi imperceptible, aunque se viniera arriba con una invitación al público a cantar con él el fuck off, del estribillo de “Hymn”, canción con la que se despidió de todos nosotros.
Ya cuando entrábamos en la sala apreciábamos la ausencia de batería en el escenario y al salir Anna se confirmaron nuestros temores: finalmente había venido sola, sin la banda que la ha estado acompañando durante la primera parte de la gira europea. La sorpresa inicial queda completamente olvidada, en cuanto pronunció los primeros versos de “Corncrakes”, única concesión a su excelente debut, y caemos rendidos ante esa voz única, moldeada bajo la sombra e influencia de sus progenitores, ambos cantantes de música clásica.
La artista derrocha carisma y energía positiva, y en esta primera mitad del show nos va presentando las canciones de su último disco al mismo tiempo que nos cuenta lo feliz que se siente viviendo en Irlanda y habiendo encontrado el amor sin habérselo propuesto. Uno de los momentos más intensos y poéticos viene cuando, antes de atacar la bellísima “Mo Cheol Thú” nos explica que está aprendiendo a hablar irlandés y que en dicha lengua no hay una expresión concreta para decir “Te quiero“, y lo más parecido es esta expresión que da título a la canción, que se traduciría como “Tú eres mi música”. Otro de los momentazos de la noche viene cuando la diva nos hace partícipes del show haciéndonos tararear el estribillo de una de las mejores canciones de su repertorio, la poética e imprescindible “Lighthouse”.
En la parte final del set pudimos disfrutar de canciones del enérgico y empoderador In|FLUX, una obra que insta a la rebeldía ante los desasosiegos de la vida y te empuja al crecimiento personal. Con la fantástica “The Ghost” la artista parece empezar una especie de trance que le inyecta poder a su mirada y afila sus movimientos. Tras preguntarnos si estábamos a punto para bailar, dispara las bases de “in|FLUX” para llevar al show a otro nivel, dejándose ir con una colección de histriónicas muecas, danzas tribales y golpes en la pared que acaban con la británica en el suelo en postura fetal y una audiencia que roza el éxtasis.
Retomamos el pulso de la velada y recuperamos la calma para acabar la noche con la etérea “The Orange”, que pone el broche de oro a un concierto en el que comprobamos que para satisfacernos no nos hacen falta grandes montajes y fastuosos espectáculos. Tan sólo con la voz, el talento y la luz que proyecta el alma de Anna B. Savage podemos llegar a entender qué puede llegar a ser la felicidad.
Rubén García Torras