A pesar de su juventud, Oscar Jerome puede presumir de un currículum extenso. Tanto con sus discos por su cuenta como en proyectos como Kokoroko. Además, ha estado cerca de músicos de esa escena de nuevo jazz comandada por Kamasi Washington, Nubya Garcia o Ezra Collective. Si bien, y aunque su música tiene elementos de ese estilo, él prefiere meter a otros también en su coctelera: hip-hop, funk, soul o sonidos africanos. De hecho, su nuevo disco, The Fork, es el que más se aleja de esos postulados, con un concepto igual de abierto, pero más íntimo, experimental e, incluso, más ambiental. No te pierdas su nueva gira en mayo: 17 Sala Upload (Barcelona), 18 Loco Club (Valencia), 19 Sala Villanos (Madrid) y 23 Garufa Club (A Coruña).
Hola, Oscar. ¿Cómo estás? ¿Dónde estás ahora mismo?
En Glasgow, esta noche tengo un concierto aquí. Es ya el tercero presentando el disco, que por otra parte, acaba de salir hace unos pocos días.
¿Y qué sensaciones tienes al incorporar todo ese material nuevo?
Siempre es estimulante incorporar nuevas canciones, cuando llevas tiempo con un mismo repertorio, puede llegar a ser aburrido. Tengo la suerte, además, de contar con muy buenos músicos, y eso es otro aliciente. Por otro lado, hay otro tipo de ánimo y concentración, y en nuestro caso, la posibilidad de improvisar.
Eso es maravilloso. Pues cada noche, en función del lugar, de vuestro estado de ánimo, podéis tocar las canciones de un modo u otro. No os tenéis que ceñir siempre a un mismo patrón.
Exacto, ya que la música es un reflejo de ese estado, de tu presente, estás como en una especie de jukebox que cada día gira de una manera distinta.
También me gustaría que me explicases como fue el proceso de creación y de grabación del nuevo disco. Un álbum diferente, ambientado en parte en El Cairo y con un cariz más experimental.
Ha sido un proceso largo, pero muy natural. De nuevo, es un reflejo, en este caso, de mis experiencias. Y de ir aquí y allá, probar en diferentes estudios, cuidando la producción e ir dándole forma. He aprendido mucho, sobre todo en tareas de producción. Aunque antes ya me involucraba de un modo u otro, esta vez la responsabilidad era mía.
¿Y te has sentido cómodo en ese nuevo papel?
Sí porque era un reto que tenía, y dada mi experiencia no iba a ciegas. Si es verdad que había hecho más cosas con las mezclas, probando con mi ordenador. Otra de mis obsesiones con este disco era encontrar a los colaboradores correctos, los más idóneos para este proyecto. Por ejemplo, en la canción “The Fork”, busqué los mejores arreglos para su desarrollo. Me llevó en un tiempo, pero al final lo conseguí.
Como ves, llevamos ya un rato hablando, y todavía no ha surgido el término jazz. En tu caso, se te mete siempre en esa escena, si bien lo que haces no es exclusivamente música jazz. Es más, con este nuevo disco, creo que te apartas más, aunque siga habiendo algún elemento por ahí.
Todavía sigue habiendo elementos de jazz, pero no es lo principal, pues añado de todo, folk, drum n´bass o hip-hop. Pero a ver, también escucho a Sonny Rollins o a John Coltarne. El tema es, que a la que alguien ve un poco de complejidad en la música, directamente va a al saco del jazz. Por ejemplo, hay músicos de jazz que jamás podrían tocar reggae.
Eso es…
Y en mi caso, toco la guitarra, y entonces puedo alargar los solos, mi música puede ser más o menos expansiva, pero por otro lado, si tengo la energía y el espíritu del jazz. Creo, en el fondo, que no es tan importante la etiqueta que le pongas a la música. El disco, que acaba de salir publicado, está en el nº1 de ventas en las listas de jazz y blues en Inglaterra, y hay amigos y conocidos que me dicen, ¿pero si esto no es jazz?
Es curioso cómo aceptamos las cosas, según de quien venga. Por ejemplo, hace unas semanas vi a Kamasi Washington en Barcelona, y había una parte del público que no entendía que hacía un DJ en la banda. Yo lo interpreto como otro elemento que le daba riqueza a su discurso, pero comprendo que para los más puristas, eso ahí no encaje.
Es que, lo que no importa es si Kamasi hace jazz u otra cosa. Es más relevante el decidir si lo que ofrece es bueno o no lo es. Creo que, en el mundo del jazz, se da demasiada importancia a las instituciones: las salas emblemáticas, las escuelas que han formado a los músicos… Según mi parecer, lo importante son las conexiones que establezcas y cómo se desarrolla esa música como movimiento cultural.
De otra banda, a veces la música es el reflejo de un momento o el de una ciudad, como tu disco The Spoon, que lo creaste en Berlín y en pandemia.
Fueron tiempos muy extraños, aunque no solo para mí. Yo me movía entre mi apartamento y el estudio. Y lo recuerdo como un tiempo muy confuso, apenas veías la luz, vivía rodeado de oscuridad.
Hay una canción de Michael Kiwanuka en la que dice que es un hombre negro en un mundo de blancos. En tu caso, por la música que haces, ¿sientes que es al revés?
No porque vivo en una ciudad multicultural como Londres. Pero entiendo lo qué dices. Cierto es, que mi música, está influenciada mayormente por músicos negros. Aunque para mí, no es importante el color, sino el respeto que tengas por esa música. Aquí esto no se divide entre caro y barato. Yo me muevo con gente de diferentes razas y, al final, solo pienso en la pasión y en el amor que tengo hacia esas personas. Ese es mi reconocimiento.
Y ya para acabar, la poesía también impregna tu música, ¿qué poder tiene en la misma?
A mí me gusta mucho escribir poesía. Y leerla. Por ejemplo, me encanta la obra de James Baldwin. De pequeño, en casa, mi madre leía mucho a un clásico como John Clare. La poesía, en la música, es como ponerte a pintar un cuadro. Tiene ese componente.
Texto: Toni Castarnado
