Encuentros

James Brandon Lewis, un grande para el jazz en tiempos nuevos y revueltos

 

Foto: Shervin Laínez

 Mi admiración por James Brandon Lewis es total y absoluta. Su expresividad con el saxofón es algo que cuesta describir con palabras, pero no sé qué es lo que me gusta más de su persona, la tocada, su reinterpretación del jazz o la composición de la canción. Y ya de paso podemos hablar de cómo lidera sus bandas en cualquier circunstancia, sea en formato cuarteto, trío o quinteto.

De lo que hace junto a los Messthetics mejor lo comentamos en otra ocasión. ¿No escuchaste su disco junto a estos en 2024? Ve y corre a por él; hay en él algunos de los mejores ligados de saxo y guitarra que se han escrito en años. James, apoyado en formato trío, acaba de publicar Apple Cores, su álbum solista número 16, como él bien remarca. Es otro capítulo emocionante dentro de una carrera admirable, digna de ser vivida desde el otro lado de la barrera. Estamos ante un clásico contemporáneo. Brindemos por ello.

¿Qué tal te va?

Voy haciendo, voy bien. No me quejo, hoy no. ¿Sabes? Podría quejarme, pero hoy no lo haré.

Ya que no quieres quejarte, te voy a preguntar por el presidente que tenéis en la Casa Blanca, ahora que es novedad.

Hubo unas elecciones y ahora tenemos presidente, eso es todo. No pienso mucho en ello. No malgasto mi tiempo en este tipo de cosas por norma general. Tampoco sabré lo que piensa el mundo hasta que no salga de gira de nuevo. Hay muchas divisiones y mucha alteración al respecto, lo cual nos está dividiendo. Así que me centro en lo que puedo controlar, que es la música.

Foto: Shervin Lainez

Te vi en Barcelona, con el quinteto. Meses antes te vi con los Messthetics. Dos interpretaciones muy diferentes de tu música, pero muy excitantes ambas.

Oh, es genial oírte decir eso.

Descontando los discos al frente de Heroes Are Gang Leaders (banda de diez personas que mezcla sonidos avant garde con recitales de poesía y cantantes más o menos convencionales; James forma parte de ella desde el primer día, nda), Apple Cores es tu álbum número 13.

Número dieciséis.

Ouch. En cualquier caso, el año pasado publicaste el disco con los Messthetics y Transfiguration (este como James Brandon Lewis Quartet). Aquí vuelves a colaborar con el batería Chad Taylor, tu persona de más confianza, y el bajista Josh Werner, que toca un instrumento eléctrico convencional, no un contrabajo. Obviamente, este nuevo disco es diferente a los que se publicaron en 2014.

Pues sí, eso creo. El concepto de trío es algo que empecé a utilizar en Divine Travels. Cuando pienso en el concepto de trío, el concepto de lo que es «groove» me viene a la mente: funk, soul, hip hop, cierta energía… Es diferente a lo que hicimos con el cuarteto en Transfiguration. Cuando piensas en cuartetos, obviamente, piensas en el cuarteto de John Coltrane.

Esa música está construida desde un sistema de improvisación y composición que yo llamo «molecular systematic music». Procede de otra paleta, tiene otra atmosfera. Por otra parte, la colaboración con los Messthetics procede de la relación personal que tengo con Anthony Pirog, que dura más de diez años. La primera vez que me uní a la banda fue en 2019. Formar parte del universo Fugazi es algo precioso. Siempre pienso en lo que otros músicos pueden traer a la mesa, y me encanta cuando oigo el resultado.

Foto: Alberto Belmonte

¿Te resulta complicado componer una canción que no te recuerde a otra que ya has escrito?

Sí, pero solo si pienso en ello.

Tienes 16 discos a tu nombre, te ha debido de pasar en alguna ocasión.

Puede ser. Son 16 discos en 15 años. Lo único que me aterroriza es el estado de autocomplacencia. Por eso intento no encasillarme. Con el trío todos contribuimos al sonido general. O traemos «Broken Shadows», la canción de Ornette Coleman, para darnos un poco de aire e improvisar sin restricciones. Es un ente diferente a cuando toco con cuarteto o quinteto. En cualquier caso, cuando empecé solía tener un concepto en mente, traía una composición. Pero a partir de Divine Travels empecé a desarrollar los discos de otra forma.

Obviamente, para Apple Cores traje un concepto, pero lo que oyes es el trabajo colectivo. Y, luego, los tres teníamos en mente a Don Cherry, que fue uno de mis mentores. ¿Por qué pensamos en Don? Porque Don no temía ir al otro lado, contrariarse del concepto original. Temo a la autocomplacencia, como te he dicho. Pero creo que sigo rehuyéndola. Me motivo al pensar que cada álbum debe sonar diferente, que debe representar donde estoy en mi vida en cada momento.

Ya que has mencionado a Don Cherry, cuya figura es omnipresente en el alma del álbum, te oí mencionar también al escritor Amiri Baraka como persona-guía en la creación de las canciones.

Déjame decirte: un tributo no tiene porqué ser estrictamente un tributo. Esta es mi forma de definición de «tributo». Esas personas, a las que rendimos «tributo», pululan por el álbum como almas que dotan de carácter  a la música. Bajo mi perspectiva, el tributo personifica lo que sea que esa persona representa para ti, lo cual es curioso, porque no siempre representa un sonido. Por ejemplo, ya hice un puñado de canciones de Don Cherry en Days Of The FreeMan, con Jamaaladeen Tacuma y Rudy Royston, ¿por qué debería hacer eso de nuevo? No tenía ningún interés en replicar un tributo de ese modo.

Don siempre está a mano, es una influencia vital. He tocado con William Parker, con Charlie Hayden… Son músicos que han tocado con Don. Así que siempre está en la esfera de mi influencia, alguien de quien hablo todo el tiempo. Y él tocó con mis héroes: John Coltrane, Ornette Coleman, Pharoah Sanders, Sonny Rollins, Gato Barbieri… Me encanta la capacidad que tenía para ser innovador. Y cuando piensas en esa idea de world music, piensas en él, en Randy Weston. Pienso, también, en mi propio interés. Si vas a mi disco, Moments, hay un himno sudafricano que entonces bauticé como «Remember South Africa». Todo esto procede de esa influencia.

Respecto a Amiri Baraka, su libro Blues People era básico en mis clases de historia de jazz. Así que estudié a Amiri. El título del álbum, Apple Cores, es el título de una columna escrita por Don Cherry para la revista Downville, recogida luego en el libro Black Music. Siempre estoy en funcionamiento con este tipo de ideas, por mi interés en lo avant garde, en el surrealismo (lo expreso en mi álbum An Unruly Manifesto), en Jayne Cortez (que tiene un disco increíble junto a Richard Davis). Hay una filmación que amo, en el que Jayne le dice a su hijo Donald, «busca tu voz y úsala». Es mi mantra. Y ahora vuelvo a Don Cherry, alguien que incluso no tuvo miedo de introducirse en el hip hop, ya a mediados de los ochenta.

Hay gente que opina que es mucho más sencillo escribir una buena canción en el jazz que en el rock o el pop, por el hecho de que lo vuestro tiene mucho de improvisación. Es una idea bastante estúpida, pero lo oyes continuamente. Entonces tú escribes una canción como «Don’t Forget Jane» y, ¿sabes?

Jaja. No creo que sea más fácil, porque yo pienso antes en una melodía, la que conecta toda la canción. No es un trabajo fácil. Eso es lo que nos conecta a Don Cherry y a mí, o a Donny Hathaway; todos amamos una buena melodía. Mis canciones no tienen estructura en el sentido de una canción que suene en la radio: estrofa/ puente/ estribillo. Es otra cosa. Pero amo la melodía. Estando de gira con Brendan Canty y Joe Lally, he podido profundizar en el catalogo de Fugazi, y ¿sabes una cosa? La melodía es la melodía. Es la línea que dicta una canción. Es el ancla que conecta todo tipo de estilos en la música.

Lo de la improvisación es algo lógico, sois músicos extraordinarios. De esto trata lo que hacéis, ¿no?

Ya, pero no me gusta que la gente separe una cosa de la otra. Todo es un conjunto. Es como cuando oyes a James Brown y tienes a esos músicos detrás. Recuerdo la primera vez que oí a Maceo Parker y lo que me emocionó. Muchas veces no se trata de la más o menos agilidad con la que toques un instrumento, sino de cómo lees una canción, cómo la diriges. La música tiene que ser capaz de proveerte un estímulo. Espero que cuando la gente me oiga tocar tenga la sensación de que ha recibido algo que importa. Porque tú sirves a la música, no a tu ego.

Recuerdo la primera vez que oí un disco de Joe Henderson en el que él tocaba una cosa que yo entendía como un solo, pero en realidad era una melodía, aunque la forma en que él utilizaba esa melodía era sorprendente. Me enganchó tanto que transcribí ese solo cuando era un niño. Yo solo amo la música, la buena música. Y cuando digo buena música, esto es muy subjetivo, me refiero a la música que tiene intención de ser buena: con sentimiento, con alma, pasión, emoción; lo contrario a estéril y frio.

Antes has mencionado a James Brown. Imagino, como yo, que eres fan del hombre. ¿Cuál es tu álbum favorito de Brown?

Déjame decirte una cosa: mi cerebro no funciona así; nunca he sido uno de esos tipos que son capaces de memorizar todos sus discos favoritos de sus músicos favoritos. No sé hacerlo, tan siquiera con los discos de jazz. Lo siento.

De acuerdo, pero ¿conoces un disco suyo que se llama Hell? Pensé que sería alucinante que algún día hicieras un disco con una voz, en el estilo de Hell, con un concepto y tan variado estilísticamente.

Eso sería genial. Nunca he hecho un disco así. He colaborado en discos en los que hay cantantes, pero no es lo mismo. Pero estaría bien hacer algo, encontrar al cantante o la cantante adecuada, que entienda que ambos somos instrumentos.

Foto: Shervin Lainez

Hay gente que reconoce a Ornette Coleman en tu forma de tocar. Pero lo que yo veo es una forma nueva de entender el saxo en el jazz, una nueva voz para las próximas generaciones.

Amo a Coleman, sin lugar a dudas. De los tenores amo a Dewey Redman, a Frank Lowe, cuyo álbum, Black Beans, es uno de mis favoritos…

Ahh, tienes discos favoritos como el resto de los mortales.

Jajajajaja. Tienes razón. Otros tenores que me han marcado son Wardell Gray, Teddy Edwards… Amo el saxofón, la forma en que suena. Amo la forma en que tantos músicos han hecho sonar de forma tan diferente ese instrumento. Todos tuvieron la misma tecnología, pero siempre sonaron diferente el uno del otro. Esa es la belleza.

Si oyes a Coleman Hawkins y a Lester Young y a Albert Ayler, ya lo tienes, ¿lo pillas? Así que no paso mucho tiempo intentando analizar cuál es mi sonido. Simplemente acepto que tengo un concepto, lo visualizo. Me gusta un sonido que sea redondo. Practico las cosas básicas que todos los demás practican. Pasé por la fase de transcripción, las escalas y los acordes y todo ese tipo de cosas. Pero creo que lo que realmente me gusta es este tipo de improvisación lineal, como esta improvisación motivada en la que suena como si estuvieras hablando.

Me gusta ese tipo de improvisación, que en cierto sentido se está convirtiendo casi en un arte perdido. Por cierto, antes hablábamos de melodía, pues te hablaré de otro de mis discos favoritos, Tranquility de Ahmad Jamal. «I say A Little Prayer», esa versión… Parece que está hablando con su instrumento. O mira mi canción favorita de Sonny Rollins, «Did You See Harold Vick?». No escuchas un montón de acordes y escalas, estás escuchando a un genio que te motiva con lo que hace. «Esa es una frase». Oh, «eso podría ser una melodía». Podría ser una melodía. Eso podría. Quiero decir, eso es en lo que estoy pensando conceptualmente, pero, ya sabes, definitivamente no puedo imitar a nadie. Lo he intentado y simplemente no ha funcionado.

¿Cuándo empezaste a tocar el saxofón?

Bueno, comencé a tocar instrumentos en general cuando tenía nueve años. Primero fue el clarinete y luego el saxofón alto, ya con doce años.

Esto era cuando todavía vivías en Buffalo, ¿verdad?

Sí, estuve en Buffalo hasta los dieciocho o diecinueve años. Ahora tengo cuarenta y un años. Conseguí el saxofón cuando tenía once años. Tenía un Bucher cuatrocientos que era un saxofón alto y comencé a tocar el saxo tenor en mi tercer año de secundaria. Así hasta el día de hoy.

Moments es tu primer disco, pero en wikipedia especifican Divine Travels como tu debut.

Yo no puedo escribir mi propia wikipedia, así que alguien lo ha hecho mal. Supongo que dicen que Divine Travels es mi primer disco porque fue editado por una compañía grande y Moments es un disco totalmente independiente.

La cuestión es que oyendo de nuevo el álbum antes de entrevistarte, pensé que es un disco con artistas pero en el que ya puedo apreciar tu toque, tu genialidad.

Te entiendo. Creo que es el modelo de todo lo que estoy haciendo ahora. Era la primera vez que sentí que tenía algo que decir. Tenía veintiséis años y me estaba dando cuenta de que había algunos asuntos familiares serios. Un familiar mío murió y pensé, «¿qué estoy esperando?», «¿por qué estoy esperando tanto tiempo para hacer un álbum?». Tenía algo que quería expresar abiertamente, lo cual no significaba que fuera innovador; no significaba que estuviera preparado, no significa nada de eso. Tenía algo que quería exponer al mundo antes de que no pudiera hacer nada.  Y mira, dieciséis discos más tarde, tengo un trabajo que habla por sí solo, que indica que he hecho las cosas de forma inteligente. Pero Moments fue un disco bello. Estaba excitado con él; recuerdo elegir al personal, traer las canciones, escribir las notas interiores… Tenía la sensación de que era divertido. Eso sigue siendo importante, la diversión. Sigo amando estar en un estudio y poner en marcha un álbum. Es un proceso que disfruto. No todo el mundo disfruta de ese proceso, pero to lo amo.

No disponemos de mucho más tiempo. Quiero preguntarte por el increíblemente buen momento que atraviesa el jazz, tanto en tu país como en Europa, especialmente en Inglaterra. Te nombraría un puñado de artistas (y lo hice), pero se quedarían fuera unos cuantos. ¿Qué opinas de la escena actual?

De entrada, respeto a toda esa gente. Me he encontrado a esos grandes músicos en la carretera. A Immanuel Wilkins, por ejemplo, que es alguien con quien he conversado y solo puedo decir que es un músico y una persona increíble. Shabaka Hutchings, por ejemplo; mantenemos una bonita relación desde hace años. Y a veces me ha sacado de problemas. Como cuando toqué en el Love Supreme Festival y mi trompeta se rompió. Él vino a rescatarme.

Debo admitir, por otro lado, que no paso demasiado tiempo escuchando música de hoy. Los he visto en concierto, lo cual es genial. Los respeto como músicos, pero siento, filosóficamente, que todos estamos leyendo los mismos libros. Así que, ya sabes, los venero, pero también tengo que mantener una cierta distancia para poder seguir escuchando mi propia voz y no dejarme influenciar demasiado por otras personas. No puedes escapar de las influencias, pero no trato de buscarla oyendo gente de mi edad.

Y sí, como bien dices, creo que están sucediendo muchas cosas increíbles en Londres desde los días de Courtney Pine y todo el acid jazz. Quiero decir, que desde entonces no han parado de salir cosas excitantes. En general, el jazz está en un lugar saludable. Un músico como  Kamasi Washington está haciendo avances con la generación más joven a través de Kendrick Lamar y todas esas colaboraciones. Tienen una hermosa comunidad que han cultivado, lo cual es algo digno de admirar. Cuando creas una comunidad, lo que surge es sano. Los Angeles, Londres, New York… Músicos cuidando de otros músicos, cultivando una escena en la que todos dialogan entre sí.

James, te veré el 2 de mayo en Barcelona si no pasa nada.

Me parece bien. Hasta entonces.

 

Texto: Sergio Martos

 

 

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