Juro que quería me gustara esto, Mike. Me gustaba el concepto cuando lo anunciaste. Me gustó la portada (me encantó, de hecho) cuando la adelantaste. Porque soy muy fan tuyo, hostias. Me gustó menos el primer adelanto del disco, eso sí. Y el segundo, y el tercero. Pero aun así llegó el día y pese a que seguía pensando en este disco como en una posibilidad de recuperación tras varias entregas más que anodinas -alguna pésima, seamos sinceros-, la decepción ha vuelto a llamar a mi puerta. Lo he intentado, eso sí.
Este proyecto, doble disco de veinticinco temas sobre ese Dennis Hopper al que ya habías dedicado un tema en Good Luck, Seeker (2020), excusa para repasar –de paso– varias décadas de cultura pop occidental, parecía una buena plataforma sobre la que pillar impulso y retomar una carrera, la tuya, que aunque irregular, nos ha dispensado muchas más alegrías que decepciones. Pero no, esto no arranca, Mike. Has clavado los codos, no lo voy a negar. Has hecho los deberes y has ensamblado un audiocuento bien estructurado. Pero lo escucho y lo escucho y no rasco apenas nada. Destellos. Detalles. Media docena de temas remiten de lejos a tus obras maestras, sí. Muy de lejos. Pero el resto es paja, relleno, broza. Me aburres con samplers, con temas hablados, con instrumentales baratos. Excusables si engarzaran buenos temas, pero no es el caso. Me invitas a Steve Earle, a Fiona Apple y a Springsteen y el resultado es como si te trajeras a tu profesor de yoga y a su cuñao. Inane. Insulso. Disperso.
¿Has parido un mal disco, Mike? Te diría que no, en perspectiva. Te diría que si esto me lo perpetras tras aquel excelso Modern Blues, yo te digo venga, dale palante. Te lo puedes permitir.
Pero es que ese Modern Blues, tu último gran disco, lo pariste en el 2014, cabrón. Va la cosa para más de diez años. Y en el interín no has hecho más que abrumarnos con una avalancha de mediocridad indigna de tu nombre y tu talento.
Así que no, no has sacado un mal disco por entero. Si lo pelamos y le quitamos las espinas, nos queda un mini LP decentillo. Pero eso es muy poco para lo que eres y para lo que ahora presentas. Muy poco para alguien que la última vez que grabó un álbum que, como este, podemos considerar conceptual, nos regaló una maravilla del calibre de An Appointment With Mr Yeats (2011).
Y no, no vale con darle al folk, al jazz, al rock, al swing y a su puta madre, en canciones de tres minutos y pico, para que el trabajo de fin de curso le vaya a colar al profe. Hay que dotar a ese eclecticismo de buenas canciones. Que sean simplemente correctas es como esos esporádicos aprobados de mi hijo que no están tan mal, me dice de vez en cuando. No, pero das para más, Mike. Para mucho más.
Eloy Pérez