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Ryan Adams – Paral·lel 62 (Barcelona)

Hay conciertos que son eventos, y luego hay aniversarios como este. Celebrar en directo los 25 años de Heartbreaker, el debut en solitario de Ryan Adams, no es solo una gira más. Es un homenaje íntimo a un disco que marcó una época, y que con el paso del tiempo se ha convertido en algo casi de culto.

Además, la cita de Barcelona suponía el primer concierto de la gira promovida por Houston Party con un éxito arrollador en todas las plazas (y que en Barcelona suponía el estreno de la promotora recién creada United Live). El álbum es sin lugar a duda, una de las cimas indiscutibles del alt-country y la americana de cambio de siglo, cuyo significado ha ido ganando relevancia con el tiempo: una fotografía confesional, grabada en dos semanas con dolor, resaca y honestidad, en la que un Adams de 25 años se reconstruía tras el fin de Whiskeytown y una ruptura sentimental. Un disco que, como decía la crítica en su día, «araña y cura».

El escenario del Paral·lel 62 estaba decorado como si se tratase del salón de una casa en penumbra: varias lámparas de pie, sillas, piano, guitarras colgadas y un ambiente íntimo, casi de club. Adams apareció veinte minutos más tarde de la hora prevista, solo con su armónica colgada, y lo primero que hizo fue invitar a los fotógrafos a subir al escenario y hacerse una foto con él. Ese gesto marcó el tono de lo que vendría: cercanía, improvisación y un control absoluto del relato. «Voy a tocar todo Heartbreaker«, dijo. Y cumplió, pero a su manera.

La primera parte del concierto fue una relectura desordenada del álbum. No siguió el orden original, ni trató de recrearlo al pie de la letra. A ratos parecía improvisar sobre su propio pasado, como si lo reescribiera sobre la marcha. “To Be Young (Is to Be Sad, Is to Be High)” fue la primera, sin la célebre introducción hablada con David Rawlings sobre el Bona Drag de Morrissey. Le siguieron una preciosa y melancólica “My Winding Wheel” y una “Amy” absolutamente desarmante, con la voz de Adams rompiéndose justo donde debía.

En “Oh My Sweet Carolina”, que dedicó a su hermano Chris, fue uno de los momentos más emotivos de la noche. “In My Time of Need” también destacó, con su técnico haciendo las veces de batería improvisado. Pero el giro total fue “Bartering Lines”, único momento en que apareció acompañado de bajista y batería. La canción fue eléctrica, espesa, casi Stoner, con un bajo saturado y un ritmo totalmente arrastrado y pegajoso. Fue como si Josh Homme hubiese producido esa única canción del concierto. Seguro, uno de los mejores momentos de la noche.

Durante todo el concierto, y con el escenario únicamente iluminado para él, el foco era total. Entre canción y canción hablaba. Mucho. Contaba historias e improvisaba: por ejemplo, explicó que había crecido en una pequeña ciudad olvidada de Carolina del Norte, o cómo habían nacido algunas canciones. Así, entre historias y bromas, con su traje de señor sureño y una actitud entre narcisista y caprichosa, fue moldeando un monólogo en el que hablaba del pasado no siempre de forma nostálgica. A ratos era entrañable; a ratos, histriónico. Pero en ningún momento dejó de ser magnético.

Sonaron también “Call Me on Your Way Back Home”, “Damn, Sam (I Love a Woman That Rains)”, “Sweet Lil’ Gal (23rd/1st)” (previo intenso speech sobre las drogas), “To Be the One” y una emotiva “Why Do They Leave?”, con la que cerró la primera parte.

Tras un breve descanso, volvió para una segunda parte en la que dio paso a la improvisación. Empezó con «Gimme Something Good» y siguió pidiendo al público que propusiese canciones. Alguien mencionó «State Trooper» de Springsteen y, aunque no la tocó, el espíritu del Nebraska de Springsteen flotó en la sala durante todo el concierto, así como el de Dylan, Young o Parsons. Tocó «When the Stars Go Blue», “The Tracks of My Tears” de Smokey Robinson & The Miracles, hizo un tema inventado sobre la marcha y, cómo no, dejó «Come Pick Me Up» para el final.

Ryan Adams es un genio excéntrico. Capaz de publicar más discos de los que muchos pueden digerir, pero también capaz de ser brillante y errático, de lo mejor y de lo peor, en la misma noche. El concierto en Paral·lel 62 era una moneda al aire, pero tuvimos suerte de que cayese cara. Porque Heartbreaker sigue siendo un disco inabarcable, y porque Adams, con todos sus demonios y rarezas, sigue siendo uno de los grandes cronistas emocionales de la música americana. Su voz, su entrega, su forma de llenar un escenario sin apenas moverse, y sobre todo su desparpajo para alternar el dolor con el humor, lo confirman. Es en ese eco donde Heartbreaker se volvió a escuchar como lo que es: un disco que huele a whisky, a bar vacío, a madrugada y a duelo.

Texto: Alvaro Rebollar
Fotos: Marina Tomás Roch

Setlist

Parte 1:

  1. To Be Young (Is to Be Sad, Is to Be High)
  2. My Winding Wheel
  3. Amy
  4. Shakedown on 9th Street
  5. Don’t Ask for the Water
  6. Oh My Sweet Carolina
  7. In My Time of Need
  8. Call Me on Your Way Back Home
  9. Bartering Lines
  10. Damn, Sam (I Love a Woman That Rains)
  11. Sweet Lil’ Gal (23rd/1st)
  12. To Be the One
  13. Why Do They Leave?

Parte 2:

  1. Gimme Something Good
  2. The Tracks of My Tears (The Miracles cover)
  3. Nobody Girl
  4. Tema improvisado
  5. When the Stars Go Blue
  6. Come Pick Me Up

Un comentario

  1. Por lo que dices fue un concierto muy parecido al de Coruña, pero ahí las críticas fueron mucho peores acerca de lo de tanto hablar y hablar y hablar. A mí personalmente me pareció que eso rompía mucho la concentración, por lo menos la mía.
    No riñó a nadie por mirar el móvil?

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