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Ratones Paranoicos – La Riviera (Madrid)

El rocanrol es y ha sido siempre del pueblo y esto nadie lo podrá cambiar jamás. Así quedó demostrado en el último concierto que a priori darán los Ratones Paranoicos en nuestro país. Una velada que será recordada por la actitud de un público que convirtió La Riviera en un hervidero. En un éxtasis de pasión y diversión a raudales. Rocanrol toda la noche y fiesta cada día.

Se despide de los escenarios la banda de rock argentina por antonomasia. Tras más de 40 años de trayectoria, Ratones anunciaba su gira final con una serie de conciertos en España que ponía el broche en la capital, y la espera mereció la pena. Tanto para un deportista como para un músico debe ser duro saber cuándo llega la hora de retirarse, cuando ceder todo el protagonismo al legado. En el caso de los Ratones esto es evidente porque la banda no está para muchos trotes, pero tiene la inmensa fortuna de contar con auténticos himnos generacionales que hablan por ellos y hacen todo el trabajo físico. “Sigue Girando”, “Rock del Gato” o ese “Para Siempre”  dedicado a Maradona que cerró un bolo lleno de energía. Hay canciones que son eternas y, en el imaginario argentino, muchas de ellas son de los Ratones.

Los discípulos porteños de los Stones saltaron al escenario cuando la sala ya presentaba un gran aspecto, algo que parecía difícil cuando el grupo telonero Lujuria terminó su actuación. Una actuación que finalizó mucho antes de lo previsto, algo que ya les ha sucedido en otros conciertos de esta gira. En Málaga ni siquiera llegaron a actuar. No tengo pruebas ni tampoco dudas sobre los motivos por los que se boicotea la actuación de un grupo telonero, pero las malas pero certeras lenguas suelen afirmar que esto se debe a exigencias del grupo principal. Y si es así, ya esta despedida queda un poco manchada.

En cuanto al concierto se refiere, hay que destacar que tocar frente a un público mayoritariamente argentino es como empezar el partido ganando 1-0. Con ese fervor tan característico la hinchada no dejó de cantar ni de hacer pogos ni de lanzar cervezas al aire durante las más de dos horas que duró el concierto. Daban igual los múltiples fallos técnicos, idas de ritmo e incluso errores a la hora de leer el setlist. El rock es imperfección porque el rock enaltece los sentimientos más humanos y primarios que existen, algo que en un concierto de los Ratones se multiplica por mil.

Dos horas y pico de pasarlo bien y de disfrutar de una de las bandas más legendarias que el rock argentino ha dado en su historia. Dos horas y pico que pasaron volando, como los cuarenta años de trayectoria de este cuarteto que ha logrado vivir el sueño. No sé si de verdad esto es la gira de despedida o será como la de otros tantos grupos que alargaron el final hasta que no pudieron más. Pero, tras contemplar lo de ayer, confirmo que quizá nos volvamos a encontrar. No tengo dudas, pero lástima que tampoco tenga pruebas.

Texto: Borja Morais

Fotos: Dara Chriss

 

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