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Lebanon Hanover – Sala Apolo (Barcelona)

 

Si nos remontamos a la película clásica de culto oscuro “Lost Boys (1987)”, y nos imaginamos una escena que se desarrolla en un club, el artista que se encontraría sobre el escenario, podría ser perfectamente el dúo Lebanon Hanover. Ya no solo porque su propuesta encajaría a la perfección con esa época, sino porque su público encajaría sin problema con su concepto. Basta con hacer un pequeño estudio de la cola de acceso al local, donde convivían veteranos góticos de maquillaje pálido, junto a otros de nuevo cuño que llevaban cubierto su cuerpo de tatuajes, hierro y látex.

 

Por supuesto, la música no trasmite aromas reales apreciables al olfato, pero el ambiente estaba cargado de esencias de carácter duro y romántico, ya sean de olor de acero grasiento o de ramo de flores del día de San Valentín, es decir, pivotó entre lo romántico y lo industrial. Y ese es el punto fuerte de lo que nos ofrecieron Larissa Georgiou y Willian Maybelline, profundizando con más matices y fuerza en los elementos que componen sus temas, mostrándolos más crudos que en su formato estudio, y donde hicieron que los cortes abruptos para acabar los temas sumaran en intensidad.

La base de todo, se generó vía programaciones, donde en un concepto muy acertado de estructura del show, nos hicieron pasar de los pasajes de bosques ásperos como en “Better Than Going Under” al concepto gris urbano de “Totally Tot”. Para tener una referencia clara, se podría considerar algo así como si los Bad Seeds de sus primeras giras en los 80’s, se dieran una vuelta por el Manchester que experimentaba sonidos y bailes espasmódicos a ritmo de líneas de melodía distorsionada. Una muestra clara de lo expuesto anteriormente, la tendríamos en “Babes Of The 80s” donde la pista de baile se apoderó de la escena de la mano del remix de She Past Away, para arrastrarla hacia “Come Kali Come”, un final lúgubre y de poso industrial, con voz profunda y de acople repetitivo, y que, si volvemos al principio de este texto, encajaría perfectamente con los títulos de crédito finales de una película,

Para construir el ambiente y atmosferas adecuadas, abrieron la noche el dúo local Huir, con una propuesta de synthpop de manual, agradable y dinámica, y que contrastó con la performance de espirales en blanco y negro que ofreció Geneva Jacuzzi, un concepto teatral entre Nina Hagen y las nuevas divas, que valorando con la velocidad a la que se mueve el mundo, y la respuesta del público, no me extrañaría verla en breve en grandes recintos ampliando su montaje.

Como dato a valorar, de un total de tres bandas o artistas (según se comprenda el concepto de cada uno de ellos), que se subieron al escenario, solo implicó a siete miembros para desarrollar la propuesta que ofrecieron cada uno de ellos. Por lo tanto, esto evidencia que dentro de la escena “oscura”, uno de los valores añadidos que la hace fuerte es el de “menos es más”, y como indicador del mismo, éste sería la asistencia a sus shows.

Texto: Oscar Fernández Sánchez

Fotos: Sonia Eireos Gallarin

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